Ha llegado la hora de ir a las urnas. Justo antes del comienzo de esa media veda en la que el actual Gobierno de Pedro Sánchez nos ha quitado la caza de la tórtola. El mismo que nos ha intentado quitar la codorniz, que ha blindado al lobo, que ha hecho efectivo el fin de la actividad cinegética en los parques nacionales y que quiere hacerlo con la munición de plomo. Plegándose a la hoja de ruta de los grupos ecologistas que tan bien subvencionados y callados han estado durante los últimos años. 

Ha llegado la hora de juzgar, con nuestros votos, su gestión durante esta legislatura. Una gestión que ha sido la peor en la historia de la democracia de este país para la caza y los cazadores. Nunca ningún gobierno atacó tanto y por tantos frentes al sector cinegético y al mundo rural al que da vida. Por quitarnos, el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos nos ha quitado hasta el miedo a hablar de política. El miedo a decir lo que pensamos. Ni yo mismo imaginé nunca que acabaría firmando unas líneas tan duras como estas. Pero las firmo. Por respeto a mí mismo, por respeto a la libertad de mis hijos y por compromiso con el sector.

Y lo hago porque he visto de cerca los intentos de censura de quienes entraron como servidores públicos y acabaron intentando aniquilar a todo un sector, con este medio a la cabeza. Nunca creí que los valores democráticos de este país pudieran estar en juego algún día, pero ahora sé que hay formaciones políticas sin escrúpulos, incapaces de sentarse a dialogar, a tender puentes, a escuchar al que piensa diferente. La coalición de PSOE y Unidas Podemos ha dejado muy claro que en Madrid el mundo rural y sus opiniones importan poco. 

Lejos de eso, hemos tenido que soportar que ministras como Ione Belarra o Irene Montero y su equipo nos hayan insultado y nos hayan llamado asesinos y maltratadores. A diputados como Juantxo López de Uralde, llamar a nuestras mujeres «elemento folclórico». A una vicepresidenta, Teresa Ribera, que dijo que prohibiría la caza si pudiera, y que ha hecho todo lo posible por lograrlo. Hemos pagado el sueldo a diputados que se han pasado por el forro el clamor de las calles pidiendo la retirada de las leyes animalistas impuestas por una minoría dictatorial y polarizante.

Ha llegado el momento de cargar las urnas y poner fin a este infierno. Ahora sabemos que nos va la vida en ello.