El 20 de marzo de 2022 ya es histórico. Lo vivido en aquella jornada en las calles de Madrid es la mayor protesta jamás organizada por el mundo rural en Europa. Y lo fue fundamentalmente gracias a los cazadores, que conformaron una histórica marea naranja que colapsó la capital desbordando las previsiones más optimistas. Se esperaban más de 200.000 personas y acudieron 800.000, según la organización. Se trata de la mayor exhibición de fuerza del colectivo cinegético desde 2008, cuando se echaron a las calles 300.000 cazadores para protestar por las políticas de la entonces ministra Cristina Narbona.

Aquella protesta fue tan masiva que le costó el puesto a la titular de la cartera de Medio Ambiente. La del 20M casi la triplicó, y eso sirvió para mostrar a la sociedad (y a nosotros mismos) que las entidades cinegéticas que organizaron la macromanifestación son realmente el mayor agente social rural que existe en este país. Y que deben ser tenidas en cuenta como tal a todos los niveles. Para hacernos una idea, otras manifestaciones rurales, como las organizadas por la plataforma de La España Vaciada, no han conseguido sobrepasar los 50.000 asistentes. Sabíamos que éramos fuertes, pero nunca lo habíamos visto. Hasta el 20 de marzo.

Hacer un llamamiento a los cazadores para que vistieran de naranja fue un acierto, porque permitió visibilizar que casi el 90% de los asistentes eran de nuestro gremio. Todo ello a pesar de que los grandes medios generalistas no hicieran referencia a ellos ni citasen sus dos principales reivindicaciones: la retirada de la reforma del Código Penal y el anteproyecto de Ley de Bienestar Animal. Esto generó frustración y descontento en cientos de miles de cazadores, pero las ramas impidieron ver el bosque.

La manifestación del 20M fue un éxito de asistencia tan colosal que ni siquiera llegamos a preverlo. Sirvió para poner de manifiesto que el hartazgo de los cazadores es tan superlativo como la desconexión del Gobierno con la realidad rural. El constante acoso y derribo del Gobierno a la actividad a través de los ministerios de Transición Ecológica y de Derechos Sociales y Agenda 2030 creó una legión de votantes iracundos con un mensaje que aquel día se repetía en infinidad de pancartas: «Nos veremos en las urnas». Las polarizantes políticas animalistas y ecologistas, basadas en el populismo, carecen de apoyo social y ayer recibieron una contestación sin precedentes en el corazón de la capital de España.

Hasta la fecha no ha habido ningún otro sector capaz de reunir a tanta gente proveniente desde tantas provincias españolas para gritar tanto como el pasado 20 de marzo lo hizo la caza en nuestro país. La presencia de cazadores llegados incluso desde las islas marca un antes y un después que debió ser escuchado por cualquier partido político que no quiera suicidarse en las urnas de la España rural. El gigante despertó, y el engranaje puesto en marcha por los integrantes de la Alianza Rural recibió un bautismo de fuego extraordinario por el que hay que felicitarse. Puede parecer inaudito, pero se logró que 800.000 almas se echasen a las calles en un país en el que ni la inflación, ni los precios de electricidad ni el de los carburantes fueron capaces de empujar a los españoles a hacer algo que se le parezca.

Otra lectura positiva fue que la censura del mensaje de los cazadores aplicada en los medios tradicionales no pudo contenerse en los nuevos medios de comunicación. Nos referimos a las redes sociales, que también fueron inundadas por la marea naranja con millones de mensajes e imágenes en los que se pudo ver la titánica exhibición de fuerza realizada por el colectivo cinegético en España. De hecho, la manifestación del 20M logró convertirse aquel día en la primera tendencia en Twitter, algo impensable hasta entonces para un colectivo como el de cazadores.

La respuesta masiva que los aficionados españoles dieron a la llamada de sus federaciones de caza y asociaciones es motivo de orgullo colectivo y una importantísima responsabilidad.