Hace ya la friolera de doce años que en esta misma revista el que esto escribe reclamaba la necesidad de que el cazador fuese reconocido como sujeto político. Porque no éramos invisibles, electoralmente hablando, a pesar de ser mucho más numerosos que esas minorías identitarias surgidas de la nada y cuyos discursos marcaban la ‘agenda 2020’. 

Hasta entonces la caza era un tema tabú para los políticos, y lo peor de todo es que la política también era un tema tabú para los cazadores. Un colectivo tan grande, con hijos de tantas madres, como diría Juan Antonio Sarasketa, engloba a personas con todo tipo de ideologías. No, no resultaba nada sencillo mirar a izquierda, derecha o centro y señalar lo que estaba mal o aplaudir lo que era obvio que ayudaba a la caza. Incluso para nosotros, como medio, resultaba difícil publicar cuestiones políticas. Especialmente porque no había casi nada que contar. No existíamos. Por eso, desde esta tribuna proponíamos la creación de un partido político o una acción similar que nos colocara en el tablero electoral. Sin miedo a nada.

Y ese momento llegó. La factoría de ideas de la Federación Andaluza de Caza lanzó una iniciativa llamada #LaCazaTambienVota en 2016 que llegó en el momento adecuado y desterró al sector cinegético de la irrelevancia política a la que parecía estar condenado. La identidad del mundo rural –el ruralismo, como lo llaman en Francia– comenzó a florecer en un ecosistema en el que las voces de agricultores, ganaderos y demás gentes de nuestros pueblos también se unió. Y los partidos políticos empezaron a hablar sin complejos y con respeto de los cazadores, especialmente a nivel regional. A babor y a estribor. Como nunca antes se había hablado.

Fíjese, amigo lector, dónde estamos seis años más tarde. Sólo hay que mirar a las elecciones que ahora están teniendo lugar en Andalucía. Nunca antes se ha hablado tanto y tan claro de caza, nunca antes los diferentes partidos habían competido tan encarnizadamente por nuestro voto. Hace diez años era inimaginable que la actividad cinegética pudiera ser protagonista en un debate electoral televisado a nivel nacional. Nunca antes PP y PSOE habían dedicado tanto esfuerzo electoral por seducir a nuestros votantes. Una ausencia de complejos en la que, por qué no decirlo, VOX ha tenido mucho que ver. Y la sinceridad de Unidas Podemos también.

Precisamente de eso ha ido esta película: de romper tabúes y derrumbar los viejos mantras del ecologismo rancio. De ser valientes. De madurar como colectivo y perder el miedo a hablar de política, desde la independencia. Nuestro sector ha aprendido a hacer valer su voto y a exigir el respeto que nos merecemos siendo el colectivo que más ayuda a la conservación de la biodiversidad de nuestro país. Ahora toca seguir en esa senda, conseguir promesas y exigir resultados. Trabajando desde la seriedad y el compromiso con el sector. Si para algo sirvió la manifestación del 20M fue para mostrar a los políticos (y a la sociedad) que tenemos muchos votos. Ahora es el momento de que aprendan que, además, sabemos cómo utilizarlos.