La campaña #LaCazaTambiénVota, activada por la Federación Andaluza de Caza con motivo de las elecciones a la Junta de Andalucía, ha irrumpido en el debate electoral para preguntar a los partidos políticos que concurren a estas elecciones cuáles son sus propuestas en materia de Caza. Aunque ya sucedió en 2016, creo que en esta ocasión ha sido la primera vez que de una manera tan directa, los cazadores hemos podido intervenir frente a aquellos partidos políticos que no han tenido reparos en escucharnos.

La política, esa actividad que convierte aquello que debiera procurar un bien común en algo objeto del ordeno y mando de las mayorías o en el chantaje de las minorías, fue definida por Maurice Duverger como «lucha o combate de individuos y grupos para conquistar el poder que los vencedores usarían en su provecho». Según lo cual… la política persigue conseguir el poder suficiente para imponer los dictámenes de los vencedores.

En este sentido los grupos animalistas y/o ecologistas han entendido que sin hacer política no podrán conseguir sus objetivos y lógicamente hace mucho tiempo que se pusieron manos a la obra. La Dirección General de Derechos de los Animales y sus nefastas consecuencias son la mejor prueba de ello. Entre los cazadores por el contrario, seguramente por la propia composición del colectivo donde, de reyes a plebeyos, de ministros a obreros o de derechas a izquierdas todos tienen cabida, está mal visto hacer política, es decir… «conseguir el poder suficiente para defender nuestros derechos».

La política, queramos o no los cazadores, forma parte de nuestras vidas de una manera amplia y permanente e incide en todos sus ámbitos, de tal manera que ni siquiera las libertades más individuales se ven exculpadas de su intervención. Y si en el pasado alguna de esas libertades quedaba sujeta a la conciencia o creencia del individuo, hoy, son controladas por la política. Es decir… ¡por el poder! Llegando incluso a confundir la persecución del bien común con el adoctrinamiento. Así, en aras de defender los derechos o creencias de un colectivo se cercenan los de otro pretendiendo la prevalencia de los juicios morales de los unos sobre los otros.  

No juzgaré yo la importancia que la actividad de la caza tienen en la vida de cada uno de los cazadores o si ésta debe orientar nuestro voto hacia unos u otros, pues es obvio que cada cual tendrá su lista de prioridades según le vaya su propia película. Sin embargo, creo evidente que la perdida de nuestras aficiones incide negativamente en la calidad de vida que pretendemos conseguir y que la “política” debiera procurarnos.

La campaña #LaCazaTambiénVota ha abierto, también, un debate en el colectivo sobre la conveniencia o no de esta iniciativa. Todos hacemos política de una u otra manera intentando imponer nuestros criterios en cualquier orden de la vida, sin embargo discutimos sobre si la caza ha de mantenerse al margen cuando su enemigo no escatima esfuerzos para conseguir, a través de la política, privarnos de ella.

¡Habremos los cazadores de acostumbrarnos a hacer política si queremos conseguir el poder para defendernos!