No hay perdices en tu coto. ¿Quién se las ha llevado? Haz un repaso a estos posibles motivos y toma nota: en tus manos estará hacer las cosas bien para que a mediados de octubre vuelvas a casa con una sonrisa en tu cara.
¿Tienen agua y comida?
La disponibilidad de agua es vital tanto para las perdices adultas como para los pollos, y más aún si se trata de un medio cultivado donde la vegetación es normalmente escasa -a excepción de viñas u olivares con riego por goteo, en cuyo caso existirá siempre un pequeño punto de humedad alrededor de cada gotero–.
Para evitarles desplazamientos innecesarios –con el aumento del riesgo de predación que ello conlleva– deben contar con puntos donde el agua y el alimento les sea fácilmente accesible. O lo que es lo mismo, que dispongas de bebederos para la caza menor. Ahora es el mejor momento. Instala uno cada 30 o 40 hectáreas, límpialos a fondo con agua jabonosa mezclada con unas gotas de lejía, aclara bien y llénalos. Junto a cada uno, coloca un comedero con trigo.
¿Han fumigado los linderos?
Estos lugares son auténticos reservorios de insectos a los que los pollos acuden en sus primeras semanas de vida para alimentarse. Por tanto, cuando se fumigan ampliamente los campos, incluidas las lindes, estamos acabando con su alimento, aumentado sus íncides de mortalidad.
Los perdigones saldrán en busca de comida –hormigas, saltamontes…–, lo que les convertirá en presa fácil de los predadores. Por tanto, toma nota y preocúpate por el mantenimiento de linderos sin tratar o fumigar, ya que su diversidad de flora y fauna permitirá que nuestras perdices sobrevivan en sus primeras etapas de vida.
Una cuestión de altura
Aunque podemos encontrar perdices rojas hasta altitudes cercanas a los 1.500 metros, lo normal es que bastante antes escaseen. Conforme ganamos altura las condiciones ambientales asociadas a este tipo de biotopos hacen cada vez más difícil su cría. Suelen ser cotos de caza de sierra que albergan especies de caza mayor como el jabalí, que realiza una importante presión sobre sus nidos, y disponen, además de menos oferta de alimento que en aquellos con siembras, un clima menos favorable.
Las mejores fincas son aquellas en las que, cada pocas hectáreas, se alternan cultivos con otras parcelas en barbecho, rastrojos, eriales, zonas improductivas, arroyos con vegetación asociada y pequeños bosquetes. La perdiz requiere diversidad de hábitat o lo que comúnmente se conoce como ‘cotos mosaico’.
¿Cazas lo que deberías?
Censar perdices es importante para poder establecer los cupos. Lo más sencillo es realizar transectos contando las perdices observadas a lo largo de un ‘recorrido’ (L) en una franja de terreno (W). Contabiliza las ‘n’ perdices avistadas que entren en la distancia predefinida, calculando su población con esta fórmula: d = [n / (2 x W x L)] x 10.000. Si después multiplicas ‘d’ por la superficie de tu coto obtendrás las perdices que hay en él –recuerda introducir todos los datos en metros–.
Si el resultado es menor de 0,2 perdices por hectárea no debes cazar; si se encuentra entre 0’2 y 0’5, es aconsejable que establezcas cupos –en función del número de cazadores y días–; si la densidad es mayor de 0,5 puedes cazar sin cupo atendiendo, eso sí, al número máximo de capturas por temporada que establece el plan técnico de tu coto.
¿Tienen refugio?
En la llanura castellana es habitual que alguna nube veraniega deje a su paso unas importantes granizadas. En esos páramos debemos instalar pequeñas ‘cabañas’ fabricadas con ramas o palés para que nuestras patirrojas puedan cobijarse, ya que estos ‘proyectiles’ de hielo suelen provocar importantes bajas entre los perdigones. Coloca uno de estos refugios cada cuatro o cinco hectáreas, siempre en zonas querenciosas donde hayamos localizado las parejas de perdiz –cerca de bebederos o comederos, en las lindes de cultivos, junto a rastrojos y barbechos…–.
Para fabricarlos utiliza dos palés, apoyando uno sobre otro a modo de tejado a dos aguas y uniéndolos con ayuda de alambre. Rellena los huecos que queden entre las tablas de madera con ramas entrelazadas. La idea es que sea lo menos permeable posible. Las retamas, jaras, estepas y escobas suelen ser muy útiles. Por último, afianza la base colocando tierra a su alrededor para evitar que el viento los pueda tumbar.
¿Disponen de pasto o perdidos?
Pensemos en cultivos de secano, herbáceos –cereal, girasol…– o leñosos –olivar, almendros, viñas…–. En el primer caso no existe más vegetación que la cultivada. En el segundo puede aparecer otra de tipo ‘natural’ entre cada pie –olivo, almendro, viña…–. Sin embargo, el manejo agrícola tenderá a hacerla desaparecer sistemáticamente. Este es quizá uno de los mayores problemas a los que se enfrenta nuestra perdiz: la eliminación sistemática del pasto y pequeños arbustos en aquellos lugares que les proporcionan comida y refugio –lindes, rastrojos…– hacen cada vez más difícil su supervivencia.
Lo ideal sería dejar franjas de cultivo sin cosechar, que se retrasara la época en que actúan las cosechadoras y que no se arasen viñas ni olivares. Sin embargo, todas estas medidas van en contra de los intereses de los agricultores, pues reducen la producción y sus ingresos. Llegar a un acuerdo con ellos será más que necesario, pensando incluso en ofrecerles algún tipo de compensación si acceden a colaborar con nosotros.
¿Hay jabalí en tu coto?
Si en tus terrenos hay mucho cochino difícilmente llegarás a tener una buena población de patirrojas. Hablamos de un animal omnívoro que se alimenta tanto de vegetales como de animales e incluso carroña, y los huevos de perdiz son su perdición. Tan solo tienes que fijarte que en los grandes cotos perdiceros afamados por sus ojeos el jabalí se le caza hasta agotar los cupos. Todo lo que se puede. Por su elevada tasa de natalidad, si no lo controlas será él quien se encarge de ‘gestionar’ tu población de perdices perjudicando su cría.
¿Has soltado perdices de granja?
Es otro de los problemas graves a los que se enfrenta nuestra perdiz roja. Cuando su densidad disminuye y queremos a toda costa seguir colgándonos cada domingo la misma percha, muchos recurren a lo fácil: soltar ejemplares de granja. Yo he podido cazar en varios cotos donde se ha repoblado de esta manera y, por mucho que digan, su comportamiento no es el mismo que el de las salvajes. Eso sin olvidar el tema de la pureza genética.
Cruzar perdices rojas con otras como la chúkar arroja como resultado unos animales mucho más fáciles de manejar, sí, ya que revuelan menos en los voladeros y soportan bien el transporte hasta el coto, aunque como podéis imaginar su comportamiento cinegético es nefasto. Si en tu coto ha disminuido la densidad de patirrojas pon en marcha todas las actuaciones posibles para mantener o incluso aumentar las que quedan, y opta por este tipo de repoblaciones cuando las autóctonas hayan desaparecido… si no quieres tener gallinas, claro.
¿Te has planteado hacer caballones?
Si tu coto cuenta con la presencia de cultivos herbáceos –cereales, girasol, leguminosas…– y un paisaje demasiado homogéneo, una medida de gestión muy efectiva para potenciar la diversidad de flora y que las perdices encuentren comida y refugio es la creación de caballones –pequeños montones de tierra con forma longitudinal donde crece vegetación de forma espontánea– o de lindes artificiales sin cosechar o sin tratar.
Si además añadimos, dentro y fuera del cultivo, pequeñas islas de vegetación que no se traten ni cosechen e incluso mezcladas con algo de monte, como matorral de tamaño medio como retamas, lentisco, jara…, estaremos favoreciendo el hábitat tipo ‘mosaico’.
Los primeros pollos de perdiz ya comienzan a correr y así tratan de ayudarlos los cazadores
¿Controlas los predadores?
Es un un modo más de asegurar el mantenimiento de unas poblaciones estables de perdiz roja en tu coto. Eso sí, la autorización de uno u otro método dependerá de la comunidad autónoma en cuestión. Los más comunes son cajas trampa, lazos con freno, batidas, esperas y caza a la chilla o con perros de madriguera. Si tu coto no cuenta en su plan técnico con modalidades autorizadas de control de predadores deberás solicitar el correspondiente permiso especial.
No tienes más que acercarte a la consejería de Medio Ambiente de tu comunidad, solicitar el impreso correspondiente y registrarlo cuanto antes. Después recibirás la visita de un agente forestal, que querrá comprobar por sí mismo los rastros y daños que hayas localizado. En unos días recibirás –por correo certificado– el permiso en el domicilio del titular del coto. Aunque el zorro es siempre el primer predador que nos viene a la cabeza, no dejes a un lado los córvidos. Solicita de igual modo su control y cázalos con jaulas-trampa o con arma de fuego en espera.