La macromanifestación convocada el pasado domingo 20 de marzo sigue dejando titulares varios días después. Aunque sea de manera ‘involuntaria’. El masivo evento de cazadores y mundo rural que tiñó de naranja las calles de Madrid reuniendo a más de medio millón de personas fue un hito histórico al que pocos medios nacionales le han prestado la atención que se merece.

Pero esa falta de información en los grandes diarios y televisiones generalistas no puede ocultar las imágenes y los vídeos que inundan las redes y los medios especializados que cubrimos el evento y fuimos testigos de la sorprendente capacidad de convocatoria del sector cinegético. Más de medio millón de personas no caben debajo de la alfombra desinformativa. Las federaciones de caza fletaron más de 1.000 autobuses que todos pudimos ver en unas imágenes grabadas por una vecina madrileña desde su balcón en la Castellana. El «Antonio, estoy haciendo un vídeo porque esto es brutal. Brutal.» se ha convertido casi en un lema que define lo que Madrid vivió el domingo. A pesar de ello, las entidades cinegéticas nunca han sido consideradas un agente social, como sí se toma, ya más por costumbre que por realidad, a los grupos ecologistas o los sindicatos.

Y el ejemplo lo vimos ayer. UGT y CCOO convocaron una manifestación en Madrid con el eslogan: «Contener los precios, proteger el empleo, hay que frenar el deterioro de nuestras condiciones de vida», a la que solo acudieron 500 personas. Su poder de convocatoria fue mil veces menor que el de las federaciones y resto de asociaciones convocantes a la marcha del mundo rural el pasado 20 de marzo, cuando se reunieron más de 500.000 personas procedentes de toda España (800.000 según la organización).

Aunque algunos medios centren las escasas informaciones que publican sobre el 20M en subrayar obviedades como que los autobuses fueron pagados por los cazadores que viajamos a Madrid, o directamente falacias como que muchos fuimos «sobornados» para hacer 1.000 kilómetros en un autocar a cambio de un bocadillo, lo cierto es que todos sabemos qué pasó el domingo en Madrid. Y el Gobierno también.

Y lo que pasó es que el mundo de la caza demostró ser uno de los verdaderos agentes sociales de lo que algunos se empeñan en llamar ‘la España vaciada. Que no está tan vaciada, como pudimos ver. Un agente social muy por encima de sindicatos o ecologistas subvencionados. Por ese motivo, leyes de bienestar animal y reformas del Código Penal al margen, es el momento de exigir el lugar que nos corresponde. La dimensión de la caza es superlativa. Nuestra presencia en las decisiones que adopta el Estado también debe serlo. Somos tan grandes que no podemos ser ninguneados ni tratados como estúpidos (léase Estrategia Nacional de Gestión Cinegética). La caza es social y económicamente tan importante que el Gobierno debe tenerla en cuenta a todos los niveles. No basta con simples reuniones bilaterales. No debe bastar siquiera con crear comisiones interministeriales (que también). Lo que vimos el domingo demuestra que el sector cinegético está muy por encima de eso y que el Gobierno que no lo entienda, pagará sus consecuencias en las urnas. Estamos más unidos que nunca, tenemos votos y sabemos cómo usarlos. Y lo acabarán descubriendo.