El 21 de julio es la fecha escogida para la celebración del Día Mundial del Perro. Ese fiel amigo que nos acompaña en el día a día y que, en la mayoría de los casos, también se convierte en el mejor aliado del cazador. Es por eso que desde el equipo de Jara y Sedal hemos recopilado cuáles son los orígenes de las principales razas de perros de caza.
Lo cierto es que existen diferentes teorías acerca del momento en el que el perro y el hombre cruzaron su destino. Una de las hipótesis plantea al perro simplemente como un animal más dedicado al consumo de carne, una domesticación progresiva del lobo podía haber supuesto una fuente de alimento, y hay pruebas fehacientes de que algunas tribus del norte de Europa consumían su carne.
Sin embargo, la teoría más creíble y, además, más afín a la figura del cazador, es la que expone una asociación entre lobo y hombre a la hora de cazar piezas mayores. Aunque no sabemos con exactitud si el hombre aprendió del lobo o si fue este el que aprendió del hombre, es muy probable que unos y otros llegasen a aprovecharse de las virtudes ajenas para tener más éxito en las cacerías y compartir incluso sus presas.
El nacimiento de la relación entre el hombre y el perro de caza
Ante las muchas teorías y estudios existentes acerca de este aspecto, la información sobre los comienzos de la estrecha relación entre hombre y lobo está muy borrosa. Por el contrario, más nítido está que, a partir de ese momento, el planeta fue poblándose de perros que, en función de las labores que debían desempeñar, se diferenciaban en multitud de razas.
Algo muy curioso es que el lobo y el perro comparten el 99% de sus genes, pero todas las razas de perros del planeta aumentan esta cifra al 100% de su mapa genético entre ellas. Por lo tanto, un San Bernardo y un chihuahua son genéticamente idénticos, aunque aparentemente no tengan nada que ver.
Con el paso del tiempo, las razas se fueron adaptando a su medio y con mediación humana se fueron modificando para llegar a conseguir el ayudante perfecto para según qué cometidos. En este sentido, la caza era uno de ellos. Respecto a ella nacieron multitud de razas que han ido evolucionando hasta nuestros días y cuyos orígenes son tan variados como sus cualidades. A continuación analizamos algunas de las más comunes.
Setter inglés
Podemos datar el origen de esta raza a finales de la Edad Media y ubicarla en territorio francés, donde posiblemente se consiguió un ancestral setter cruzando líneas antiguas de pointer y braco. Por el contrario, la evolución de la raza continuó íntegramente en Inglaterra. En un primero momento lograron un setter blanco con manchas negras y aspecto más bien macizo denominado setter Laverack.
Un joven zapatero que heredó una gran fortuna, Edward Laverack (1789-1877), decidió invertir su dinero en la depuración y cría del arcaico setter del Condado de Shorp, cuyas aptitudes en la caza eran buenas aunque su estética dejaba bastante que desear. Una rigurosa selección permitió que consiguiera un magnífico perro.
Aunque esta línea no tardaría mucho en ser depurada gracias al trabajo de su amigo Richard Purcell Llewellin (1840-1925), quien compró varios perros a Laverack y comenzó una serie de cuidadosos cruces con setter gordon e irlandés, consiguiendo una línea de menor tamaño que destacaba por su trabajo elegante y sus magníficas dotes para la caza de pluma.
Perdiguero de Burgos
El Perdiguero de Burgos tiene su pariente más cercano en el braco italiano. Resulta complicado concretar cuál de los dos es el origen del otro, ya que su conexión se remonta a la época en la que el Piamonte italiano pertenecía a la corona española y la caza era uno de los pasatiempos más practicados por la nobleza y los altos cargos militares.
Después de esto, un oficial alemán de intendencia de la Legión Guelfa, el Mayor Ludlow Beanish, que luchó en el asedio de Burgos contra las tropas de Napoleón en la Guerra de Independencia, menciona en el inventario de embarque de vuelta a su país unos cuantos ejemplares de perros de caza denominados como perdiguero de Burgos.
Griffón de pelo duro
Nos remontamos a mediados del siglo XIX cuando el holandés Eduar Korthals, afincado en Alemania, decidió partir de siete griffones franceses para depurar la raza y conseguir un perro capaz de competir en tareas de caza con otros de muestra ingleses, que tan de moda estaban por aquella época. Este dejó atrás el escollo de la consanguinidad y, mediante una escrupulosa cría, fue obteniendo una serie de ejemplares que respondían a sus expectativas morfológicas y, sobre todo, a su comportamiento frente a la caza.
Tal y como sucede en la mayoría de las razas puras que hoy en día se conservan, la selección de ejemplares fue milimétricamente calculada, eliminando de la reproducción a los menos dotados. Un tiempo después, hacia 1870, Korthals introdujo en sus mejores griffones sangre de barbers y bracos alemanes, fijando definitivamente las características del griffón de pelo duro o griffón Korthals, como también se le conoce en honor a su creador.
Epagneul bretón
Entre los criadores, las teorías más extendidas respecto al Espagneul bretón apuestan por un origen español. En concreto, el vocablo epagneul haría referencia a una aportación de sangre procedente de nuestro país, concretamente la del perdiguero de Burgos. Dicha raza, al cruzarse con galgos orientales y perros de caza a la carrera de pelo largo, pudo ocasionar el antiguo spaniel francés, que a su vez mezcló sus genes con el pequeño springel spaniel de la Bretaña francesa.
Como resultado, el perro que nació de ahí se parece mucho al espagneul. Tras esto, un último toque británico, de mano del setter inglés, acabaría por perfeccionar la raza a finales del XIX, obteniendo el actual epagneul bretón.
Pachón navarro
Este es un excepcional perro español y su origen es bastante confuso. Sin embargo, lo que sí está muy claro el momento en el que estuvo al borde de la extinción y a quién debemos agradecer que hoy en día la raza esté a salvo. A comienzos del siglo XX, el pachón, así como todos los perros españoles en general, fue cayendo en el olvido.
Fue produciéndose una mezcla de su sangre con perros foráneos, principalmente ingleses, poniéndose en peligro la subsistencia de la raza. A pesar de ello, la dedicación de Carlos Contera y su familia, por la que lograron tres ejemplares de gran calidad, hizo perdurar su pureza y magníficas cualidades para la caza.