El equipo de Jara y Sedal ha captado en vídeo una escena insólita –y preocupante– en Salamanca, a orillas del río Tormes. En las imágenes puede verse a un visón americano (Neovison vison), una de las especies invasoras más peligrosas para la biodiversidad fluvial, alimentándose del pienso que se deja cada día para una colonia de gatos callejeros instalada en la ribera.
La escena se produce en una zona donde, desde hace años, se mantiene sin control una colonia de felinos asilvestrados alimentada a diario por particulares. No es la primera vez que estos gatos protagonizan escenas polémicas: ya este medio documentó cómo uno de ellos cazaba a una paloma en plena vía urbana, demostrando que no son simples habitantes del entorno, sino depredadores activos en un espacio que debería estar protegido.
El visón americano: un depredador que no debería estar ahí
Que los visones americanos se hayan instalado en el Tormes y recurran al alimento artificial como el pienso de los gatos es una consecuencia directa de una oferta continua de comida en un entorno humanizado. Esta especie, originaria de Norteamérica, fue introducida en Europa para su explotación en granjas peleteras, y su liberación masiva por parte de grupos animalistas en las últimas décadas ha generado una grave problemática ambiental en toda la Península.
El visón americano es un depredador oportunista y altamente adaptable, que compite con especies autóctonas como la nutria o el visón europeo —este último prácticamente extinguido en España—. Además, ataca a aves acuáticas, pequeños mamíferos, peces y anfibios, ejerciendo una presión constante sobre la fauna más vulnerable. Su presencia en el Tormes, alimentada gracias a los restos destinados a gatos callejeros, es un síntoma inequívoco de que esta especie invasora se está asentando en el entorno urbano con ayuda de la legislación animalista.
Una doble amenaza alimentada por la inacción
El problema no se limita al visón: la presencia incontrolada de gatos callejeros, blindados legalmente por la reciente Ley de Bienestar Animal, ha generado un caldo de cultivo perfecto para el colapso de la biodiversidad urbana. Los gatos son depredadores extremadamente eficaces que cazan aves, reptiles, roedores e insectos, y cuando su alimentación está garantizada por particulares o instituciones, su número crece y su impacto se multiplica.
La legislación vigente ha convertido a estas colonias en intocables. Como consecuencia, especies silvestres como el visón americano, que no deberían encontrar condiciones para establecerse, lo están haciendo gracias a la abundancia artificial de comida y la falta de gestión de fauna urbana.
Ciencia ignorada y naturaleza en peligro
Esta escena en Salamanca no es un caso aislado. Es, más bien, el resultado directo de una legislación ideológica que ha antepuesto la protección sentimental de ciertos animales a la conservación racional de nuestros ecosistemas. Los grupos científicos ya han dado la voz de alarma: el biólogo salmantino Max Benito, entre otros, ha advertido públicamente del grave impacto de las colonias felinas sobre la fauna autóctona, denunciando que su proliferación puede provocar graves daños a la biodiversidad local.

No en vano, el propio Ministerio para la Transición Ecológica reconoce en la Estrategia Nacional de conservación de especies amenazadas que los gatos asilvestrados figuran entre los principales factores de mortalidad de especies en peligro como la cerceta pardilla, la focha moruna o la malvasía cabeciblanca.
La comunidad científica ya se ha posicionado: casi 900 investigadores, muchos de ellos desde la Estación Biológica de Doñana, firmaron una carta en contra del Anteproyecto de Ley de Bienestar Animal, advirtiendo de sus efectos devastadores sobre el medio natural. Denunciaron que esta norma consolida un modelo insostenible que impide controlar las colonias felinas y obliga a las administraciones a destinar ingentes e inútiles recursos a su mantenimiento, como ya ocurre en Salamanca.