Por Eduardo José García-Vicente, Ismael Rey-Casero, María Martín, Ana Pérez (Neobéitar) y David Risco Pérez (Departamento de Medicina Animal, Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura)

A finales de noviembre los medios de comunicación recogían las imágenes de palomas que mostraban un comportamiento apático y anormal, con movimientos erráticos y dificultad motora, y una posición anormal del cuello y la cabeza. Apodadas como palomas zombies por estos síntomas, el brote se produjo en la Isla de Jersey pero la enfermedad no tardó en detectarse también en nuestro país, concretamente en Barcelona y Córdoba. El patógeno causante de esta enfermedad no es un microorganismo desconocido de nueva aparición, sino que se trata de un virus bastante común en patología aviar desde principios del siglo XX, siendo tradicionalmente el causante de la enfermedad de Newcastle en las gallinas y otras aves de nuestras explotaciones avícolas. 

La enfermedad de Newcastle es una patología vírica causada por el paramixovirus aviar tipo 1, un virus capaz de infectar a más de 200 especies de aves domésticas y silvestres que se dispersa mediante las heces y las secreciones orales y nasales de los animales infectados. Provoca una alta morbilidad y mortalidad en granjas y la aparición de diversos cuadros sintomáticos dependiendo de la variante del virus que van desde lesiones hemorrágicas en intestino y muertes muy rápidas a cuadros respiratorios y nerviosos –temblores de la musculatura o la cabeza, rotaciones del cuello o parálisis de alguna de las extremidades–. Los ejemplares silvestres infectados, en cambio, suelen ser portadores asintomáticos o presentar síntomas leves. También se puede contagiar al ser humano, aunque el cuadro clínico será muy leve y consistirá principalmente en una conjuntivitis leve.

Tres brotes en España

La enfermedad de Newcastle es de declaración obligatoria: es decir, ante la sospecha de un brote se debe comunicar a las autoridades competentes para que apliquen el protocolo de control, algo que sólo se aplica en las explotaciones con registro ganadero –incluidas las granjas cinegéticas– y no en las poblaciones de aves silvestres, incluidos los cotos de caza. En España se declararon tres brotes de esta enfermedad en tres explotaciones de pollos broilers de la provincia de Almería en julio de 2022.

Tras la ausencia de casos posteriores, y tras tres meses desde el sacrificio de los animales infectados y limpieza y desinfección de las instalaciones, con ausencia de nuevos brotes, nuestro país ha recuperado su estatus sanitario como libre de enfermedad de Newcastle. En caso de un brote en una granja cinegética las medidas a aplicar pueden pasar por inmovilización de los animales y, normalmente, su sacrificio para evitar la dispersión del patógeno. 

Paloma zombie afectada por la enfermedad de Newcastle.
Paloma zombie afectada por la enfermedad de Newcastle. © Shutterstock

¿Cuáles son los reservorios de la enfermedad?

En las aves silvestres el virus se encuentra de forma endémica y, como decíamos, suelen ser asintomáticas o presentar síntomas leves, salvo casos puntuales en los que ciertos ejemplares pueden desarrollar patologías graves o aparecer brotes como el de las palomas de Reino Unido o los declarados en España. Estos animales son un reservorio del virus que diseminan mediante heces y secreciones, incluso a grandes distancias debido a los movimientos migratorios.

Por esta razón, para la prevención de la aparición de esta enfermedad, no sólo en granjas avícolas sino también de especies como las perdices, es esencial aplicar medidas que impidan el contacto de los animales con aves silvestres o con sus heces o secreciones con el fin de eliminar la posibilidad de contagio. La confirmación de un brote en las inmediaciones de una explotación exigiría extremar las medidas de bioseguridad. Además, como medida preventiva se podría explorar la opción de la vacunación, pues aunque no evita la infección sí es capaz de impedir el desarrollo de la enfermedad.

¿Puede afectar a nuestros cotos de caza?

En nuestros cotos de caza, aunque factible, el riesgo de que se detecten brotes puntuales de esta enfermedad en palomas es moderado ya que, como hemos comentado, las aves salvajes suelen actuar como portadoras sin grandes consecuencias. El impacto es mayor en las ciudades debido a que la mayor concentración de animales facilita la transmisión del patógeno. Si se produjeran, poco podríamos hacer, ya que no hay un tratamiento efectivo, aunque lo normal es que no se dilaten en el tiempo ni se expandan geográficamente.

Si encontramos palomas u otras aves con estos síntomas lo más prudente sería recoger al animal enfermo o el cadáver y avisar a las autoridades competentes en sanidad animal de la comunidad en cuestión, que los remitirán a los laboratorios de referencia. Se deberá actuar de igual forma si son algunas de las aves de nuestra explotación las que desarrollan síntomas de este tipo.