Hace unos días salía a la luz el vídeo de un veterano leñador que daba una lección magistral a un ecologista que lo criticó por haber podado una encina. El hombre de campo, residente en Andalucía, denunciaba a través de sus redes sociales las consecuencias de no podar las encinas cuando sus ramas son demasiado gruesas, algo que puede acabar con la vida del árbol.

Pocos días después, Jara y Sedal se hacía eco de otro ejemplo parecido, esta vez en Salamanca. En él mostrábamos una enorme encina fotografiada en el término municipal de Sanchón de la Sagrada (Salamanca) y que, fruto de la nueva normativa ecologista, no pudo ser podada, pues la Junta de Castilla y León prohíbe cortar ramas de más de 15 centímetros de diámetro. Aunque excepcionalmente autoriza cortes de hasta 20 centímetros, estos no son suficientes para las encinas con ramas de mayor tamaño como la que mostrábamos. La gran cantidad de lluvia caída sobre el terreno y el descomunal peso que portaba en las ramas fueron el caldo de cultivo perfecto para que, una racha de fuerte viento, consiguiera arrancarla de raíz. Ya no hay encina que proteger.

Captura de una autorización para poda de la Junta de Castilla y León que prohíbe cortar ramas de más de 20 centímetros.
Captura de una autorización para poda de la Junta de Castilla y León que prohíbe cortar ramas de más de 20 centímetros. © Jara y Sedal

Olivo y desmoche, las dos formas de poda tradicionales

Hay dos formas tradicionales de podar las encinas que normalmente vemos en las dehesas. La primera es el olivo, que es un entresaque en el que se suelen cortar ramas delgadas para dar la forma a las copas. Este saneamiento permite a la encina brotar con más vigor y aumentar su producción de bellota.

Encina olivada.
Encina olivada. © Jara y Sedal

Años más tarde, se le aplica la otra poda tradicional, que se conoce como desmoche. Esta consiste en caer todas las ramas de la copa de la encina, a excepción de las guías, de las que volverá a brotar una nueva copa. Ambas formas de poda se van alternando y permiten salvaguardar la vida del árbol durante siglos, pues el peso de su leña es un peligro para su supervivencia.

Encina desmochada.
Encina desmochada. © Jara y Sedal

Otro ejemplo de encina a punto de perderse por la falta de poda

Una muestra del riesgo que supone la nueva normativa se puede apreciar en un nuevo vídeo que otro cortacino ha enviado a nuestra redacción. En él se puede ver una imponente encina que, según el autor de las imágenes, «habría que dejar sin tocar si nos agarramos a las normas», puesto que el grosor de sus ramas excede los 20 centímetros del límite fijado como excepción por la Junta de Castilla y León.

El autor del vídeo comienza a acercarse al tronco y no tarda en mostrar las consecuencias de la falta de poda: el tremendo peso que soporta ya ha abierto una enorme grieta en el tronco de la encina. «El resultado final: abierta hasta el suelo», comenta mientras muestra a cámara las consecuencias de las políticas ecologistas que quieren acabar con los usos tradicionales y que, en realidad, están poniendo en peligro a las mismas encinas. Es obvio que el árbol terminará por partirse, ya que su copa no dejará de crecer y aumentar su ya excesiva carga.

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