El trabajo en nuestros campos a día de hoy ha cambiado sustancialmente si lo comparamos con el que realizaban nuestros abuelos. Y no necesariamente porque el tradicional aprovechamiento de los recursos del monte se haya modificado demasiado, sino porque en ocasiones son las normas dictadas desde los despachos las que han provocado que los trabajadores del mundo rural hayan tenido que renunciar a su tradicional forma de trabajar. La que, entre otras cosas, ha permitido que nuestros montes y su riqueza se hayan conservado durante siglos.

Hablamos, por poner un claro ejemplo, de los cortacinos. Esos profesionales llevan a cabo la imprescindible tarea de arreglar las encinas con sus podas, denominadas olivo y desmoche. Una dura labor que muy pocas personas están dispuestas ya a realizar y que es crucial para la conservación de las dehesas. La sabiduría que atesoran se ha transmitido de generación en generación y gracias a ellos se consigue alargar la vida de los árboles y aumentar la producción de bellota de los encinares correctamente gestionados. En muchos de ellos se alimentan nuestros cerdos ibéricos, esos de los que sale el excelente jamón y otros productos gourmet que tanto nos gusta disfrutar en estas fechas navideñas. Pero también la fauna salvaje: su trabajo beneficia a todo el ecosistema.

Nuevas normas amenazan un oficio desarrollado durante siglos

Si embargo, son esos mismos profesionales los que se ven ahora acorralados por normativas que dificultan su trabajo. Concretamente, las prescripciones generales de los aprovechamientos maderables y leñosos en montes de Castilla y León les impide a los cortacinos cortar ramas de más de 15 centímetros y solo deja que sean de hasta 20 en casos excepcionales. Independientemente de que para hacer la poda correctamente sea necesario cortarlas de mayor tamaño. Esto es un grave problema, puesto que esas ramas siguen creciendo y acumulando peso en las copas de las encinas, lo que supone una amenaza para el propio árbol por el riesgo de rotura que sufre. Desde que entró en vigor, muchos ejemplares han sucumbido a las nevadas o a los fuertes vientos por culpa del peso de sus ramas y se está poniendo fin a una de las pocas fuentes renovables de riqueza que fijan población en los pueblos de la región.

Es el caso que mostramos a continuación. Una enorme encina fotografiada por el salmantino Fernando Hernández en el término municipal de Sanchón de la Sagrada (Salamanca) y que, fruto de la citada normativa, no puede ser podada por el grosor de sus ramas, que exceden los 20 centímetros autorizados excepcionalmente. La primera imagen fue captada a principios de diciembre. La segunda, esta misma semana. En ella se puede ver la misma encina derribada por la acción del viento y el descomunal peso que soportaban sus ramas. Un árbol que, durante siglos, fue podado y cuidado por distintas generaciones de cortacinos y cuyo final ha llegado por culpa de unas políticas ecologistas dictadas en un lejano despacho de ciudad.

La encina que no pudo ser podada, aún en pie. © Fernando Hernández
La misma encina días después derribada por la acción del viento y el agua. © Fernando Hernández

La magistral lección de un veterano leñador a un ecologista

El leñador, en el vídeo.
El leñador, en el vídeo. © Facebook

Boni Moreno, leñador de profesión oriundo de la localidad sevillana de Almadén de la Plata, ha difundido recientemente un vídeo en su cuenta de Facebook en el que pone de manifiesto la ignorancia de un ecologista que le ha increpado a través de esta red social con un comentario sobre la poda de una encina. El árbol no había sido podado convenientemente, por lo que uno de sus tres grandes brazos cayó al suelo por la acción del viento, desestabilizando la copa. Las fuertes lluvias y el viento que azotaron la zona en los últimos días hicieron el resto, provocando que la encina cayese y se perdiera para siempre.

En la filmación, Moreno aparece junto al árbol y dedica sus palabras al ecologista que abogó por meter en la cárcel al leñador lo más rápido posible «por delito ecológico». «En todo caso sería delito medioambiental, pero aquí no estamos cometiendo ningún delito», expone Boni en la grabación que puedes ver aquí.