Jorge Alonso, conocido en redes sociales como El Guarda Smith, es un guarda rural riojano comprometido con la buena imagen del sector cinegético en la sociedad. Eso le ha llevado a sacar adelante numerosas iniciativas en los últimos años en favor de éste, de defensa de la caza ante la sociedad pero también didácticas.

Una de ellas, fue la decisión de publicar Trampas de caza y pesca, un libro de caza que hace un repaso por las trampas antiguas, empleadas por nuestros abuelos, hasta llegar al trampeo moderno, autorizado y ético. Y de él surgen reflexiones como la siguiente, que tiene un gato montés atrapado en una charca como protagonista.

«En los años 70 el gato montés era considerado una alimaña por ley. Un cazador lo hubiera visto, le habría disparado y cortado el rabo para llevárselo al Ayuntamiento, donde se lo hubieran pagado», relata el guarda rural. «Hoy un cazador socio de un acotado para el que trabajo, me ha llamado porque ha visto uno caído en esta balsa de nueva construcción», indica Alonso.

Como guarda rural del acotado, ha llamado al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre autonómico para rescatarlo: «Han acudido un agente rural y un técnico y entre los tres lo hemos podido sacar. Trabajo en equipo». Asimismo, Alonso pone en valor que «el sector cinegético está concienciado con la conservación y la biodiversidad y son los ojos que vigilan nuestros campos y bosques. ¿Qué hay garbanzos negros? Claro, como en todas las actividades, pero cada vez son los menos», reflexiona.

La caza de predadores como el gato montés o el lobo en los últimos siglos

La caza de predadores no es nueva. Su práctica se remonta a la noche de los tiempos puesto que el hombre, hasta hace apenas unas décadas, siempre ha habitado en la naturaleza, conviviendo y compitiendo por los limitados recursos de la tierra con el resto de animales.

La competencia entre especies siempre ha sido feroz y esto ha planteado tradicionalmente un problema de coexistencia para el que en la antigüedad sólo existía una solución: la muerte del rival, el sacrificio de esa alimaña que llenaba su estómago a costa de vaciar el del hombre o, peor aún, a costa del propio hombre. Por este motivo, lo que hoy conocemos como control de predadores fue durante siglos otra cosa muy diferente.

Podríamos decir sin temor a equivocarnos que antaño esta práctica ni tan si quiera se entendía como una forma de cazar, sino como una necesidad básica, una manera de hacer la guerra a determinados animales considerados nocivos con el objetivo de borrar su presencia de la faz de la tierra.