En el Parque Nacional de Doñana, uno de los espacios naturales más emblemáticos de Europa, la biodiversidad lucha por sobrevivir ante dos amenazas que crecen sin control: la proliferación de perros asilvestrados y los ataques de jabalíes. Esta situación crítica se produce tras la prohibición de la caza, una actividad que contribuía al equilibrio del ecosistema.
El veto a la caza que ahora les pasa factura
Hace apenas unos años, grupos como Ecologistas en Acción y SEO/BirdLife celebraban la eliminación definitiva de la caza en los parques nacionales, tras una larga batalla legal y política. Parajes como Doñana, Monfragüe o Cabañeros quedaban así blindados ante una actividad que los colectivos calificaban como incompatible con la conservación. Sin embargo, la realidad ha demostrado ser mucho más compleja de lo que las consignas podían prever.
La ausencia de control sobre especies como el jabalí, que han encontrado en estos entornos un refugio sin amenazas, ha disparado su población. Los efectos ya se dejan sentir con crudeza, especialmente en las colonias de aves protegidas que anidan en zonas vulnerables. El Parque Nacional de Doñana, en concreto, ha sufrido un alarmante declive en la reproducción del morito común y la garza imperial, dos especies emblemáticas de este ecosistema.
Jabalíes y perros asilvestrados siembran el caos

Según han denunciado las propias organizaciones que en su día defendieron la prohibición de la caza, la mayor parte de las colonias reproductoras han sido destruidas por jabalíes, que acceden sin dificultad a los nidos y acaban con huevos y polluelos. La actividad cinegética, que permitía mantener a raya estas poblaciones, ha desaparecido sin que se haya implementado una alternativa eficaz de control.
A ello se suma el auge de los perros cimarrones, una amenaza creciente que ha sido reconocida incluso por un estudio reciente titulado Perros cimarrones en el Parque Nacional de Doñana. Un estudio usando fototrampeo, ciencia ciudadana e inteligencia artificial. Esta investigación advierte del grave impacto que estos animales sueltos, descendientes de perros domésticos, tienen sobre la fauna salvaje.
Tradicionalmente, eran los propios cazadores quienes, mediante permisos especiales, ayudaban a capturar o controlar a estos perros asilvestrados. Sin embargo, la aprobación de la Ley de protección de los derechos y el bienestar de los animales ha supuesto un blindaje legal para estos animales, lo que deja escaso margen de actuación para las autoridades del parque.
Las contradicciones de los ecologistas

Las declaraciones de los grupos ecologistas reflejan ahora una amarga paradoja. Después de haber logrado erradicar la caza en estos espacios, son ellos mismos quienes denuncian que las medidas de conservación actuales son insuficientes y que el fracaso reproductor de varias especies es consecuencia directa de esta situación descontrolada.
Lejos de ser un problema puntual, los efectos de la sobrepoblación de jabalíes y perros asilvestrados apuntan a una crisis ecológica de fondo. Además del riesgo evidente para especies amenazadas, se agravan otros factores como la transmisión de enfermedades, la competencia con especies autóctonas y la alteración del equilibrio de los ecosistemas.
Con el paso del tiempo, la gestión ideológica y alejada del conocimiento práctico del medio natural parece estar chocando con una realidad mucho más tozuda. La naturaleza, en su complejidad, no se gobierna a golpe de decretos ni de postulados teóricos. Y mientras se buscan culpables, Doñana sigue pagando las consecuencias.