El pasado 17 de junio quedará grabado en la memoria de Fernando Carrasco Pérez, un cazador barcelonés de 65 años, como uno de esos días que justifican décadas de espera y paciencia en el monte. Su experiencia con el corzo, animal al que sigue desde hace más de una década, le ha llevado por distintas regiones e incluso hasta Hungría. Pero lo que ocurrió en el coto de Castell de Mur, en pleno prepirineo de Lérida, fue inesperado: localizó un ejemplar viejo, perlado y con una cuerna asimétrica de nueve puntas, algo que rara vez se encuentra en la naturaleza.

Carrasco, quien se considera corcero desde hace unos 13 años, ha compartido con Jara y Sedal las imágenes del trofeo y el relato completo de esta jornada inolvidable. A pesar de haber vivido innumerables recechos, califica a este corzo como uno de los más excepcionales de su trayectoria, comparable solo con otro animal que ya protagonizó una noticia en este mismo medio hace tres años.

Una jornada que parecía perdida

El escenario del lance es una zona abrupta y boscosa, donde predominan los barrancos y disparos largos, lo que obliga a los cazadores a ir siempre en pareja. «En esta época los corzos apenas salen del monte, así que lo que hacemos es barranquear, es decir, recorrer zonas donde podemos verlos de una ladera a otra», explica Carrasco.

Ese día, junto a su compañero Martín, ya casi habían perdido la esperanza. «Decidimos a las 9 de la mañana ir a algún sitio nuevo. Y mira por dónde entramos en un barranco y vi un corzo que se movía», relata. Ambos se desplazaron rápidamente hasta un punto más alto, donde podrían tener mejor visibilidad.

El precioso corzo cobrado por Fernando. © F. C.

Un disparo preciso y una sorpresa aún mayor

«El animal nos pasó a unos 150 metros corriendo. Mi compañero Martín le ladró y tuvimos la suerte de que se paró y justo disparé», narra. Lo que vino después fue una auténtica sorpresa. Al acercarse al animal abatido, Carrasco descubrió una cuerna singular. El lado izquierdo presentaba una morfología anómala, alejada del típico patrón de tres puntas.

«Es un corzo de nueve puntas, muy perlado, muy viejo… La dentadura ya la tenía muy desgastada», cuenta el cazador con admiración. La rareza del trofeo, unida a las condiciones del rececho, convierten este ejemplar en un auténtico veterano del monte, probablemente en el ocaso de su vida, pero aún con la energía suficiente como para eludir a los cazadores hasta ese día.

Fernando junto al corzo. © F. C.

Pasión por el duende del bosque

Fernando no oculta su pasión por la caza mayor, que practica desde los 24 años. Pero es el corzo el animal que más le fascina, al que ha dedicado jornadas enteras y años de seguimiento. «Este ha sido uno de los más raros de mi vida», asegura con la serenidad del que ha aprendido a leer el monte, a entender a sus habitantes y a respetar sus ritmos.

El ejemplar abatido en Lérida es otro capítulo en la larga historia de este aficionado meticuloso y entregado, que vive cada encuentro con el corzo como si fuera el primero. Su historia, como tantas otras, da testimonio del vínculo íntimo entre el cazador y el entorno, donde la suerte, la paciencia y la experiencia se entrelazan en una jornada única.

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