Sí, nos vamos a centrar en nuestras amadas siembras, aquellas que los jabalíes toman casi desde que están en leche hasta que alcanzan su esplendor, uno de los lugares donde mejor podemos encontrar animales de buen tamaño y hechuras sin que sea una quimera, donde disfrutar mucho y bien de nuestras anheladas esperas. Y como siempre, nuestro primer trabajo será localizar aquellas en las que los cochinos están pasando las noches hozando y comiendo, así que tocará calzarnos las botas y repasar una tras otra todas las que tengamos en nuestro radio de acción, todas aquellas susceptibles de ser ‘esperadas’.

En algunas ocasiones tocará desechar algunas debido a su tamaño o posición e irnos a aquellas más accesibles o susceptibles de poder ser cazadas correctamente. No siempre podremos esperar en todas teniendo alguna garantía. Realizaremos la observación preferiblemente –y casi obligatorio– por la mañana e intentaremos determinar cuál va a ser nuestra posición exacta para colocarnos. No podemos olvidarnos de tener controlado el comportamiento del aire, lo que podremos conocer bien por experiencias anteriores en la zona o realizando visitas fugaces a horas tardías. Este dato será primordial en nuestros aguardos: una espera con un viento en contra o que pueda ser cortado por los animales sólo nos conducirá al fracaso.

Dos jabalíes en un asiembra. © Shutterstock

El camino hacia el éxito en el aguardo

El conocimiento es, sin lugar a dudas, la mayor ventaja que podemos tener frente a los jabalíes, siempre teniendo en cuenta que estamos jugando en su casa y en su medio natural, así que estamos en desventaja. Mascadas, pisadas, carriles, defecaciones… toda evidencia de que han visitado la siembra nos será válida, pues nos permite saber un poquito más de sus movimientos nocturnos. Nos vendrá de lujo tener en mente sus entradas, sus salidas o sus movimientos principales en la siembra.

En estos cultivos las mascadas, por su color y textura, nos darán una idea de si la entrada a los mismos es temprana o tardía y si están muchas horas en los mismos. Si es oscura, húmeda o menos compacta será indicativo de que no tiene muchas horas y nos dirá si el animal –o animales– ha estado en la siembra hasta altas horas. Lo mismo con las heces: su textura, humedad y forma son evidencias para descubrir quién y cuándo merodea por la zona. En síntesis, hay que recoger todas las señales y tratarlas como un todo para tener una visión global de qué pasa y cómo en esa siembra en concreto y prever si nos espera una noche más o menos larga.

Además debemos tener en cuenta, pensando en nuestra posición y puesto, si la noche señalada tendremos o no luna. En caso afirmativo intentaremos buscar algún accidente del terreno o arbusto que nos permita estar en sombra dejándolos a nuestra espalda. Es mejor no taparse por delante pero sí que nuestra silueta no se recorte sobre el horizonte. No delatarnos a contraluz es fundamental, pues aunque la vista del jabalí no es buena por la noche sí es mejor que la nuestra y además conoce perfectamente su entorno. Cualquier elemento anómalo, diferencial o extraño hará que recele y no entre a su querencia habitual.

© Ángel Vidal

Una vez colocados en nuestro puesto prepararemos el entorno para gozar de una espera cómoda y sin ruidos. Si la siembra lo permite intentaremos colocarnos en los bordes de la misma pero algo más altos en las laderas que la rodeen; de no haberlas nos colocaremos en el mejor lugar según el aire predominante a pie de siembra. Extenderemos una pequeña manta en el suelo sobre la que posaremos nuestros pies para no hacer ruido con la hierba o tierra del entorno y colocaremos a nuestro alrededor, siempre a mano, todos y cada uno de los accesorios que nos van a hacer falta durante la noche: monocular, prismáticos, una chaqueta… En una espera el aire y el silencio lo son todo, así que como he dicho antes, elegir primero el sitio y luego prepararlo es más que primordial para que la noche sea fructífera. 

Plan de ataque

Una vez instalados dispondremos un trípode  para apoyar el arma con un doble objetivo: estar más descansados y, segundo, llegado el caso, poder realizar un disparo con más garantías que sin él. Es más, en las siembras, y sobre todo si veo más de una, en muchas ocasiones llevo, además del trípode,  una vara de apoyo por si necesito disparar en una posición, dirección o ángulo diferente al que tenía pensado, ayudándome mucho a tener bastante controlada la posición de los animales pensando en un posible lance. Así, cuando cae la noche ya estamos preparados para lo que pueda ocurrir, con todo el equipo a mano. Sólo queda esperar… 

La paciencia del pescador es fundamental en estas lides. Estaremos completamente en silencio y atentos al más mínimo sonido de piedras rodando, el rozar de vegetación, el crujido de algún palo o la respiración profunda de algún jabalí. Si lo hemos hecho todo bien y la diosa Diana nos recompensa con la entrada de algún animal habrá que intuir su comportamiento hasta que esté a tiro. Aquí la luna vuelve a estar presente. De haberla, veremos a nuestro objetivo: si no, lo intuiremos. En este caso será el momento de dar uso, si lo tenemos, a nuestro monocular nocturno con la idea de  valorar el animal o animales, algo que dependerá de si hacemos una espera buscando trofeo o por daños. 

El tamaño de la siembra es un factor que va a influir mucho en nuestro disparo. Si está baja no habrá problema, pero si está alta y tupida la cosa se puede complicar. Primero, porque no nos permitirá ver bien al jabalí y segundo, porque reflejará la luz de la linterna. Otra posibilidad es llevar un nocturno acoplable –infrarrojos o térmico–, allí donde esté permitido, ya que nos facilitará muy mucho el lance final. Yo soy más tradicional y salgo con mi linterna, lo que más de una vez me supone algún dolor de cabeza con las siembras altas, pero me siento más reconfortado cazando así. 


Momentos de contemplación: tres lances de caza en una espera


Sergio García, el autor del artículo, con un jabalí recién abatido. ©diariodeunesperista

Cerrar el lance al jabalí

Estamos en la última fase de nuestra noche. Hemos hecho todo bien: localizar las señales, preparar el puesto, tener la suerte de la entrada de algún animal… Sólo queda el disparo, el único factor que depende totalmente de nosotros. Debemos controlar los nervios, inhalar, exhalar, apoyar correctamente el rifle en el trípode y en el hombro, meter bien la cara, buscar el bulto de nuestro objetivo –de ser posible– y realizar el disparo de la forma más precisa. Si todo ha ido como debería nuestro contrincante habrá caído abatido; si ha ido regular tocará pistear; y si ha ido mal habrá desaparecido para posiblemente no verlo más, pero… ¡qué más da! Hemos tenido una gran espera que ha empezado posiblemente días antes y ha terminado hoy. El resultado lo habrá dictado la diosa Diana. ν