Cuando un cazador observa un corzo o un rebeco, su mirada suele centrarse en la cuerna. Sin embargo, estos animales pueden albergar un tesoro mucho más raro y sorprendente en su interior: una piedra bezoar. Estas formaciones naturales, con siglos de historia a sus espaldas, han sido consideradas auténticos talismanes por distintas culturas y hoy vuelven a despertar el interés de coleccionistas.

Un tesoro dentro del estómago

La piedra bezoar es una masa sólida que se forma en el sistema digestivo de algunos animales, como los corzos o rebecos, a partir de materiales indigeribles que se van recubriendo con capas sucesivas. Su forma y color dependen de múltiples factores, desde la dieta hasta la ubicación geográfica del animal.

El término bezoar tiene raíces asiáticas y significa literalmente «remedio» o «antídoto». En el antiguo Imperio persa, estas piedras eran apreciadas por sus supuestas propiedades protectoras y curativas. Se pensaba que alejaban el mal, influían en el estado de ánimo y eran capaces de contrarrestar venenos. Molidas y disueltas en vino, llegaron a ser un recurso medicinal en momentos de crisis sanitarias como la peste.

A la izquierda, un bezoar tratado como una auténtica reliquia; a la derecha, el bezoar hallado en un corzo. © J. A.

Desde el siglo VIII, la literatura médica árabe ya las menciona. En Europa, su uso se extendió a partir del siglo XII, con figuras como el sevillano Avenzoar que describieron sus propiedades. Incluso autores como Oscar Wilde y películas como Harry Potter han hecho referencia a estas enigmáticas piedras.

Cómo se forman estas joyas naturales

El proceso de formación de una piedra bezoar tiene mucho que ver con la dieta del animal. Cuando rumiantes como el corzo o el rebeco consumen alimentos con desequilibrio de minerales, especialmente altos en calcio y bajos en magnesio y fibra, puede alterarse el pH del rumen, favoreciendo la formación de pequeños cálculos.

Estos núcleos, al mezclarse con otros materiales como pelos, arena o pequeñas piedras, van formando capas similares a una cebolla. Las más apreciadas son aquellas que contienen componentes minerales y adoptan una forma esférica y brillante, consideradas incluso piedras semipreciosas por su rareza y belleza.

Un hallazgo inesperado en los Pirineos

Comparativa del tamaño de una piedra bezoar extraída de un corzo con una moneda. © J. A.

Aunque más frecuentes en el ganado vacuno, donde pueden alcanzar precios de hasta 300 euros por cada 100 gramos, en corzos y rebecos estas piedras son auténticas rarezas. En 2022, un cazador catalán abatió un viejo corzo en el Prepirineo que contenía una piedra bezoar en su interior. Pablo Ortega, experto en la especie, consideró este hallazgo como el primer caso documentado en nuestro país.


Cazan un viejo sarrio de 20 años con una piedra bezoar en su interior


Ese mismo año, Omar Ceballos, un joven cazador, abatió en los Pirineos un rebeco de veinte años que también ocultaba en su interior una piedra bezoar. «Al mover el animal, vimos una piedra negra que sobresalía de la zona del disparo». El descubrimiento generó un gran interés en redes sociales, no solo por el valor venatorio del trofeo, sino por la singularidad del hallazgo.

Estos casos excepcionales demuestran que, más allá de las cuernas, la naturaleza aún guarda secretos sorprendentes dentro de los cuerpos de los animales más emblemáticos de nuestra fauna salvaje.

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