«Alguno en el vestuario me llama Jilguero», confiesa Kepa Arrizabalaga. Sus entrenamientos en la cantera del Athletic le sirvieron para convertirse en el guardameta del equipo de primera con tanta solvencia que ahora, a sus 23 años, es uno de los tres porteros que han viajado a Rusia para tratar de devolver a La Roja al trono del fútbol mundial. 
«Bueno es una afición que tengo por mi aita, por mi padre», ha confesado el deportista en una rueda de prensa cuando le preguntan por el silvestrismo. La afición que heredó de Peio, su progenitor, le ha llevado a ganar concursos de pájaros cantores por todo el País Vasco. 

Con sólo cinco años ya formaba parte de la sociedad ornitológica Txori Lagunak de Bilbao. «Y todavía sigue pagando la cuota religiosamente», precisaba el pasado mes de enero el presidente de la asociación, Adrián Salado, a El Mundo.

Sus obligaciones con el Athletic le alejaron hace ya cuatro años de las competiciones. Pero, pese a su retirada temprana, el palmarés del niño Kepa lo firmarían muchos silvestristas. Con nueve años ganó su primer concurso. Con 13, en 2008, su jilguero Oker le hizo campeón de Vizcaya, título que repitió dos años después, cuando además quedó segundo con Rocky Raikkonen. Fueron sus dos mayores logros, pero amasó muchos más durante su adolescencia, peculiar por su afición y precoz en lo deportivo: con 16 años ya participaba en algunos entrenamientos con el primer equipo del Athletic.

cazador fichaje Real Madrid
Kepa Arrizabalaga.

«Sí que tengo en casa pájaros. Siempre he tenido y siempre me ha gustado», confiesa ahora y precisa: «Suelo tener jilgueros y mixtos de jilguero». Como puede verse en las imágenes de la entrevista que enlazamos a continuación es una modalidad de caza poco conocida por los presentes, que no paran de preguntar en qué consiste y cómo el guardameta consigue adiestrar a sus pájaros. 
Al final de la entrevista uno de los periodistas le pregunta: «¿Si ganamos el mundial nos haces una exhibición con tus pájaros? Nos vamos para allá. A casa». A lo que Kepa asiente y responde: «Sí. Perfecto. Eso está hecho». 

Europa podría prohibir la afición de Kepa Arrizabalaga

Pese a que el Gobierno de Mariano Rajoy se comprometió a defender la inviabilidad de la cría en cautividad para no imponer su prohibición en España, el MAPAMA finalmente no dio validez a los estudios del Instituto Catalán de Ornitología. Ahora la Comisión Europea ha emitido un dictamen que podría suponer su prohibición. 

Además, según publica hoy la Plataforma en defensa del Silvestrismo en su web, los gobiernos autónomos de Islas Baleares, Islas Canarias, Cantabria, Castilla y León, Cataluña, Navarra y País Vasco defendieron por su parte la cría en cautividad como alternativa viable a las capturas para el silvestrismo ante la Comisión Europea.

La postura de estos gobiernos regionales, que suma a la que ya se publicó sobre Extremadura en este mismo sentido, se produjo como respuesta a la Carta de Emplazamiento remitida por la Comisión Europea al Reino de España contra el silvestrismo, y se extrae del reciente Dictamen remitido por Europa al Gobierno de España el pasado 17 de mayo.

Pese a que no existen pruebas científicas que demuestren que la cría en cautividad es viable, los mencionados gobiernos autonómicos cedieron a las presiones ecologistas y a la postura sesgada del Ministerio de Medio Ambiente para aseverar que existe una alternativa a las capturas. Todo ello obviando los únicos informes técnicos y científicos elaborados en relación a la cría en cautividad, que corresponden al Instituto Catalán de Ornitología (ICO) y que concluyen la inviabilidad técnica de la cría de fringílidos como alternativa a las capturas.

«La postura irresponsable y tendenciosa de estas comunidades autónomas ha sido clave para que, sin argumentos técnicos ni científicos, se dé un paso definitivo en la futura y cada vez más inminente prohibición de las capturas en el silvestrismo», afirma José María Mancheño, presidente de la Plataforma en Defensa del Silvestrismo, quien ha añadido que «estos gobiernos regionales han demostrado, una vez más, que se trata de un problema ideológico y político pero, en ningún caso, técnico».