La detección de peste porcina africana (PPA) en Barcelona pone en evidencia una cuestión que en Cataluña lleva años sobre la mesa: qué medidas sirven de verdad para controlar al jabalí (Sus scrofa) cuando lo que está en juego no es solo un problema de daños o seguridad ciudadana, sino un riesgo sanitario con un impacto económico brutal. Y hay un dato que resulta difícil de obviar: el área en la que ahora aparece el virus coincide con el escenario en el que se impulsó uno de los experimentos más polémicos y caros financiados con dinero público para “controlar” la especie sin recurrir a fórmulas tradicionales de gestión como la caza: la vacunación anticonceptiva de jabalinas promovida por asociaciones animalistas y desarrollada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) como supuesto método “ético”.

Aquel proyecto se puso en marcha con un objetivo claro: frenar la reproducción del jabalí mediante inmunocontracepción. Se habló de esterilización, de control y de resultados. Sin embargo, a medida que avanzaba el programa, la realidad fue desmontando el discurso. En primer lugar, porque aquello no era una esterilización en sentido estricto, sino un tratamiento temporal: una inhibición reproductiva reversible que exige capturar, tratar y volver a capturar animales para sostener el efecto. En segundo lugar, porque empezaron a aparecer evidencias sobre el terreno que cuestionaban la eficacia real del sistema.

Una vacuna ineficaz y costosa

La iniciativa estuvo rodeada de polémica desde sus primeras fases. En 2018 este medio publicó en exclusiva imágenes de jabalinas identificadas como parte del estudio —marcadas con crotal— seguidas por crías. Aquellas escenas, más allá del ruido en redes, ponían sobre la mesa lo esencial: el método no garantizaba el resultado que se había vendido a la opinión pública y, además, dependía de un procedimiento extremadamente complejo de sostener en fauna silvestre.

Ahí apareció el segundo gran muro: la logística. Veterinarios consultados advertían de lo absurdo del planteamiento en el campo, al ser imposible llevarlo a la práctica en la naturaleza real. El problema no era solo el fármaco, sino todo lo que implica aplicarlo a un animal salvaje: localizarlo, capturarlo, sedarlo, vacunarlo y, si el efecto es transitorio, volver a repetir el proceso.

Jabalí.
Jabalí. © Shutterstock

La “solución ética”: un despilfarro

El coste terminó de convertir el plan en un símbolo de despilfarro de dinero público por culpa de la ideología animalista. La propia experiencia documentada durante aquellos años reflejaba que el gasto no era el de una simple vacuna, sino el de todo el operativo: jaulas, personal, sedación, veterinarios y, sobre todo, la recaptura de los mismos ejemplares para mantener el estudio y el efecto del tratamiento. En ese contexto, Jara y Sedal informó de una factura global de 164.000 euros de dinero público, financiada por la Diputación de Barcelona y varios ayuntamientos del entorno.

A ese gasto se sumaba un problema estructural: para que el control reproductivo tuviese alguna opción de modificar de verdad la dinámica de una población silvestre, habría que actuar sobre una proporción elevadísima de hembras, algo que en la práctica se vuelve inasumible por costes y por capacidad operativa. Dicho de forma simple: es una medida cara incluso para “probarla”, pero prohibitiva si se pretende convertirla en medida real.

Con el tiempo, la polémica no se apagó, sino que se alimentó con nuevas pruebas: vídeos y fotografías de más jabalinas supuestamente “esterilizadas” que volvían a aparecer con crías. La repetición de esas imágenes terminó de dejar en evidencia que el método no solo era caro y difícil de aplicar, sino que, además, no ofrecía la seguridad de resultados que se había prometido.

YouTube video

Un baño de realidad

El experimento cobra hoy una dimensión distinta con la PPA sobre el terreno. Porque, cuando hablamos de un riesgo sanitario y económico, ya no hay tiempo para ocurrencias animalistas. Ahora que el lobo ha llegado, y se necesitan soluciones para tratar de contener la PPA, conviene reflexionar sobre el despilfarro llevado a cabo en proyectos animalistas totalmente inútiles. ¿Tendríamos ahora un escenario diferente si en lugar de destinar ese dinero público a financiar medidas basadas en ideología se hubiese apostado por financiar y fomentar la caza, la que sin duda es la mejor herramienta para contener la peste y a la que se ha tenido que acabar recurriendo cuando el problema real ha llegado? Ya es tarde para saberlo.

Lo que sí sabemos es que la aparición de la PPA en Barcelona nos obliga a aprender lecciones rápido. Y esas lecciones nos dicen que la gestión de la naturaleza exige decisiones basadas en resultados, no en medidas ineficaces para agradar a minorías ruidosas. Porque el mismo escenario en el que se realizó un control poblacional sin muerte en aras del «respeto animal» es el que ahora está viendo cómo se extermina el 100% de la población de jabalíes en 20 kilómetros a la redonda.

La conclusión es difícil de maquillar: al final la caza es el único muro de contención que puede ayudarnos a evitar el desastre, o a contenerlo cuando este llega.

Síguenos en discover

Sobre el autor