El debate sobre la gestión del lobo ibérico ha vuelto esta semana a las puertas del Congreso de los Diputados, aunque con un eco más bien simbólico. El Partido Animalista PACMA organizó este miércoles una manifestación para exigir al Gobierno que prohíba su caza. Sin embargo, la protesta se saldó con una imagen muy distinta a la esperada: apenas una veintena de personas acudieron al acto, que fue rápidamente reubicado por la Policía.
Convocada en un lugar tan simbólico como el acceso principal a la Cámara Baja, la manifestación pretendía denunciar lo que PACMA califica de «atentado a la biodiversidad» tras la aprobación de medidas que reducen la protección del lobo debido a sus daños. Los asistentes corearon consignas aullando y portaron pancartas con lemas como «Salvar al lobo ibérico» o «Ni un lobo menos». También se desplegaron lonas con el nombre del partido y mensajes dirigidos contra políticos como Alberto Núñez Feijóo.
Pese al intento de teatralización, el desangelado aspecto del acto fue evidente. En plena capital española, los manifestantes fueron alejados unos metros por los agentes, limitando aún más la visibilidad del evento. A ello se sumó el reducido número de participantes, que no llegó ni a la veintena, según testigos presenciales.
Un nuevo fracaso de convocatoria animalista

La escasa presencia pone de nuevo en cuestión el apoyo real que estas causas suscitan en la sociedad española. No es la primera vez que PACMA o colectivos afines logran una convocatoria testimonial: hace solo unos días, en Santander, tres asociaciones animalistas reunieron a unas pocas decenas de personas para defender al lobo, pese a que en la región habitan más de 200 animales de esta especie.
Allí, como en Madrid, los lemas se repitieron. El objetivo común: solicitar la reincorporación del cánido al Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre), del que fue excluido recientemente. La medida ha sido respaldada por sectores ganaderos que denuncian los crecientes daños que provoca la especie.
El contraste entre los argumentos animalistas y la realidad del medio rural se hace cada vez más evidente. Mientras en el campo los daños por el lobo siguen aumentando y provocando cuantiosas pérdidas, en las ciudades estas manifestaciones quedan relegadas a un activismo sin eco, donde hay más pancartas que personas.
Una escena que roza el esperpento
La imagen del miércoles frente al Congreso es la viva muestra de ese desajuste. La principal pancarta, sostenida con dificultad por los pocos asistentes, mostraba una diana con la palabra «lobo» en rojo, mientras los megáfonos intentaban suplir la falta de masas.
En redes sociales, las imágenes del acto han sido compartidas para ridiculizar la falta de respaldo de PACMA, destacando lo que muchos interpretan como el desgaste de un discurso urbano alejado del mundo rural y sus problemas reales. «Hoy, PACMA ha protagonizado una concentración contra la caza del lobo frente al Congreso, en la que no han llegado a participar ni 20 personas», apuntaba un colaborador, que fotografió el acto.
Lejos de generar presión política, la protesta ha acabado reforzando la percepción de que el ecologismo radical vive una crisis de apoyo social. Mientras tanto, el debate sobre el lobo continúa, pero con más peso en los tribunales y en los campos que en las ciudades.