Los flavivirus son un género de virus cuya transmisión ocurre principalmente través de los mosquitos. En la última década, varios de estos flavivirus han expandido su distribución habitual provocando serios problemas sanitarios tanto en medicina humana como animal. Algunos ejemplos de flavivirus emergentes incluyen el virus del Zika, declarado emergencia sanitaria internacional en 2016 por la Organización Mundial de la Salud (OMS); el virus de la fiebre del Nilo, del que solo en España se registraron 77 casos en humanos en 2020, 8 de los cuales fueron mortales; y el virus Bagaza.

Éste último, el virus Bagaza, pertenece al serocomplejo Ntaya y debe su nombre al distrito de Bagaza de la República de África Central, donde fue detectado por primera vez en 1966. En 2010, este virus africano fue detectado por primera vez en Europa, concretamente en una región del sur de España, como el causante de un brote de alta mortalidad que afectó principalmente a la perdiz roja (Alectoris rufa) y en menor medida a faisanes.

Las poblaciones de perdiz roja (Alectoris rufa) del sur de España ya han sufrido dos brotes del virus Bagaza, ambos con altas tasas de mortalidad, uno en 2010 y otro en 2019 (Foto: Teresa Cardona Cabrera).

Las hipótesis formuladas por los científicos del Grupo de Investigación en Sanidad y Biotecnología (SaBio) del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM), junto con investigadores de la Universidad de Córdoba, apuntaban hacia las posibles interacciones entre el virus y hemoparásitos como el de la malaria aviar (Plasmodium spp.), que se encuentran ampliamente distribuidos a nivel global y son relativamente comunes, como las causantes del elevado índice de mortalidad del brote del virus Bagaza. Sin embargo, las interacciones entre virus y parásitos durante las co-infecciones en el hospedador aviar nunca habían sido estudiadas.

La oportunidad para investigar este asunto surgió a principios de octubre de 2019, cuando apareció un nuevo brote viral con una elevada tasa de mortalidad que afectó a la población de perdiz roja de una finca cinegética, otra vez en el sur de España. Muchas de las perdices afectadas fueron encontradas muertas, mientras que otras aparecían débiles, con ceguera, el plumaje alterado y con sintomatología neurológica (ataxia, falta de coordinación o incapacidad para volar). Algunas perdices estaban delgadas, pero otras presentaban una condición corporal normal. Tanto la sintomatología descrita como el área geográfica afectada eran coincidentes con el brote del virus Bagaza de 2010.

El estudio de este nuevo brote del virus Bagaza por el Grupo Sabio del IREC y la Universidad de Córdoba ha permitido identificar, mediante el empleo de técnicas de PCR y su posterior secuenciación, la presencia tanto del virus Bagaza como de Plasmodium en las muestras tomadas de las aves afectadas. Mediante inmunohistoquímica pudo confirmarse la presencia y co-localización de ambos patógenos (el virus Bagaza y el parásito Plasmodium) en las lesiones más graves en órganos como el hígado y el bazo. Este hallazgo, junto con la extensión y severidad de las lesiones, sugiere que ambos agentes etiológicos contribuyeron al desarrollo del cuadro clínico y su fatal desenlace en las poblaciones de perdiz afectadas por estos brotes. Por otro lado, los análisis muestran que la secuencia del virus Bagaza detectada en el brote de 2019 difiere de las registradas en el brote de 2010, lo que hace suponer la circulación de varias cepas o genotipos o una nueva introducción del virus desde el continente africano.

A nivel macroscópico, la extensión y gravedad de las lesiones variaba entre animales, siendo especialmente llamativo el gran tamaño y la coloración verdosa del hígado. El estudio microscópico reveló lesiones como hiperemia, congestión y necrosis en la mayoría de los órganos internos, pero sobre todo la presencia en un número muy elevado de uno de los estadios de desarrollo (fanerozoitos) de un parásito sanguíneo en el interior de las células hepáticas.

Estos dos brotes del virus Bagaza en España ponen de manifiesto la amenaza que suponen los flavivirus emergentes para la fauna silvestre. Por ejemplo, el primer brote de 2010 provocó un impacto destable en la abundancia en las poblaciones naturales de perdiz roja en la zona afectada, una especie que resulta clave en los ecosistemas mediterráneos y que supone un motor económico importante para la caza menor.

La reciente detección del primer brote del virus Bagaza en Portugal, donde ha afectado a especies de aves nuevas como el triguero (Emberiza calandra) con una mortalidad similar a la observada en España, convierte a este virus en una amenaza creciente para la avifauna silvestre de la península ibérica. El estudio que ha abordado el análisis de este brote, llevado a cabo por diversas instituciones portuguesas, como el CIBIO-InBIO, la Universidade do Porto y la Estação Biológica de Mértola, en colaboración con el Grupo Sabio del IREC, permitió dilucidar dos datos muy importantes que potencialmente ayudarán a entender los factores implicados en el desarrollo de los focos virales: por una parte, el virus detectado en Portugal tiene una alta similitud con el virus que emergió en 2010 en el sur de España; por otra, se detectó la presencia del virus también en muestras tomadas de aves sanas capturadas, confirmando su circulación.

Ciclo de transmisión del virus Bagaza y el parásito Plasmodium spp. Ambos comparten como vectores a los mosquitos. La transmisión directa de Bagaza entre perdices ha sido demostrada en condiciones experimentales, pero actualmente se desconoce si podría afectar a mamíferos o el hombre de la misma manera que lo hace el virus de la fiebre del Nilo.

La re-emergencia del virus en España y su aparición en Portugal, junto con la co-infección con Plasmodium spp. y la alta mortalidad que provoca, evidencian la necesidad de investigar y comprender mejor la relación entre éstos patógenos y las posibles interacciones entre los mosquitos, que ejercen de transmisores de ambos y los hospedadores aviares. Los autores de estos dos trabajos de investigación destacan además la urgencia de desvelar los posibles factores externos que puedan favorecer la interacción virus-parásito, ya que ésta no se había observado previamente.

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