Perder a un animal querido es uno de esos golpes emocionales que dejan huella. Muchas personas, llevadas por el cariño y el simbolismo de una despedida íntima, optan por enterrarlo en su jardín, en un parque o en algún rincón del campo. Pero lo que para muchos es un homenaje, la ley lo considera un riesgo para la salud pública y el medio ambiente, y lo sanciona con severidad.

La normativa española prohíbe expresamente el entierro de animales de compañía en cualquier lugar no autorizado. Y las razones tras esta medida no se basan únicamente en un criterio burocrático o en la frialdad de un reglamento: existen causas científicas, ecológicas y de salud pública que se han utilizado para argumentar esta estricta regulación.

A lo largo del tiempo, diversos estudios y casos documentados han demostrado que los restos animales abandonados sin control podrían causar desequilibrios ecológicos, contaminar el entorno y representar un serio peligro para otras especies, incluyendo a los propios humanos, por lo que enterrar a las mascotas fallecidas en el campo no se considera una opción.

El precedente mortal de los buitres asiáticos

Uno de los casos más extremos ocurrió en el subcontinente indio entre las décadas de 1990 y 2000. En ese periodo, la población de buitres en India y Pakistán se desplomó en un 95%, perdiéndose cerca de 50 millones de ejemplares. La causa fue el diclofenaco, un antiinflamatorio veterinario administrado al ganado.

Al consumir los cadáveres de vacas tratadas con este fármaco, los buitres desarrollaban insuficiencia renal fulminante. La consecuencia fue un colapso ecológico de enormes proporciones: sin los buitres para eliminar la carroña, aumentó la población de perros callejeros y con ello los brotes de enfermedades como la rabia y la peste, con miles de víctimas humanas indirectas.

Enfermedades que pueden persistir años en el suelo

Según los expertos, el cuerpo de un animal muerto puede albergar bacterias, virus o parásitos que representan un riesgo zoonótico. Toxoplasmosis, salmonelosis o parvovirus canino son enfermedades que pueden permanecer activas en el suelo durante años. En particular, el parvovirus puede seguir siendo infeccioso hasta nueve años después del enterramiento.

Además, si el animal ha sido sacrificado mediante eutanasia, la situación podría ser más delicada más delicada. El pentobarbital, un anestésico usado en estos casos, puede permanecer en el cuerpo del animal durante más de un año. Ha habido casos documentados de perros intoxicados al desenterrar restos de otros animales, con resultados fatales.

Contaminación silenciosa de suelos y aguas

Los residuos orgánicos y medicamentos presentes en el cuerpo de un animal fallecido pueden filtrarse al suelo y llegar a los acuíferos. El INIA-CSIC ha detectado en ecosistemas del Pirineo sustancias como la ivermectina y antibióticos veterinarios, con efectos devastadores sobre invertebrados del suelo y especies sensibles como el urogallo pirenaico.

La alteración de la microbiota del suelo y el desequilibrio de la cadena trófica son algunas de las consecuencias invisibles de estos enterramientos que, por todo ello, han pasado a considerarse ilegales.

Qué dice la ley y cuánto te puede costar

La Ley 8/2003 de Sanidad Animal y la Ley 7/2023 de Bienestar Animal son muy claras al respecto. Enterrar a una mascota fuera de los lugares autorizados es ilegal y se considera una infracción grave. El artículo 26 de la ley de 2023 exige justificar documentalmente la gestión correcta del cadáver, mediante incineración o entierro en cementerios habilitados.

El incumplimiento de esta normativa puede acarrear multas de entre 3.000 y 60.000 euros, dependiendo de la gravedad del caso y el riesgo para la salud o el medio ambiente.

El caso de la Comunidad de Madrid

En la Comunidad de Madrid sí es posible enterrar a una mascota en una parcela de tu propiedad, pero no se puede hacer de cualquier manera. La normativa autonómica lo permite siempre que se cumplan ciertas condiciones y se cuente con autorización previa.

Según establece la Subdirección General de Producción Agroalimentaria y Bienestar Animal, esta práctica está permitida siempre que el animal no haya muerto por una enfermedad de declaración obligatoria, que el enterramiento no suponga un riesgo para la salud pública ni el medio ambiente, y que se impida el acceso de otros animales al lugar.

Además, es obligatorio solicitar una autorización expresa al Área de Ganadería de la Dirección General de Agricultura, Ganadería y Alimentación. Hacerlo sin permiso puede acarrear sanciones administrativas. Por eso, aunque sea tu terreno, no basta con cavar una fosa: hay que cumplir la ley.

Otras alternativas legales

Actualmente existen solo algunas formas de despedirse de una mascota sin saltarse las diferentes normativas. La cremación individual, que permite conservar las cenizas, o la cremación colectiva, más económica aunque sin opción de urna, son de las pocas opciones que restan al propietario de una mascota fallecida.

También existen cementerios de animales autorizados, donde el entierro se realiza cumpliendo todos los requisitos sanitarios. Otra posibilidad es la donación con fines científicos, para ayudar en la formación de profesionales veterinarios y en estudios de salud animal.

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