Tan solo han pasado unos días desde que en este medio nos hacíamos eco de la primera víctima de la nueva ley de administración de antibióticos veterinarios del Gobierno. Una perra de 9 años, de la raza Jack Russell, falleció en Galicia a causa de una sepsis tras no recibir el tratamiento antibiótico adecuado a tiempo. Ahora, una gata se ha sumado a esa lista de víctimas.
Su nombre es Wendy y ha sido la segunda mascota que ha perdido la vida en España como consecuencia de la aplicación del Real Decreto 666/2023, que prohíbe al personal veterinario dispensar ciertos medicamentos sin pasar primero por un largo protocolo.
Dos mascotas fallecidas por la nueva ley de antibióticos veterinarios
Antes de poder administrar antibióticos de cuarta línea a cualquier animal, los veterinarios tendrán que realizar un antibiograma, cuyos resultados podrían llegar a tardar hasta una semana.
Como consecuencia de ello, ahora Wendy ha tenido el mismo final que Selva, la perrita gallega que falleció hace ya más de 10 días. En el caso de esta gatita, esta pertenecía a una colonia ubicada en el municipio de Villanueva de la Condesa, en la provincia de Valladolid.
Una vecina de dicha localidad, la cual se dedica a cuidar este espacio y a alimentar a los gatos de la zona, decidió acudir al veterinario al darse cuenta de la grave infección que estaba sufriendo el animal.
La dueña de una perra enferma relata la odisea de conseguir antibióticos para mascotas con la nueva ley veterinaria
Haciendo caso a lo establecido por el sistema Presvet, los profesionales tan solo le prescribieron antibióticos de primera línea, aunque sabían que no iban a curar la infección tan extendida que presentaba la gata. Tal y como han contado a El Español, esta tenía una «rinotraqueitis muy extendida, que ya afectaba a sus pulmones, ojos y vías respiratorias».
Finalmente ocurrió lo que ya esperaban, que la medicación tuviera «un efecto escaso o nulo en su tratamiento». Además, al ser un gato perteneciente a colonias, la vecina que acudió con él no podía hacerse cargo del alto coste de las pruebas adicionales, por lo que no podían dar el siguiente paso hacia el cultivo que permitiera a la veterinaria administrarle antibióticos más potentes y específicos para su caso.
Pasados varios días sin que la gata pudiera siquiera alimentarse, los profesionales decidieron hospitalizarla para darle marbofloxacino intravenoso, un antibiótico de cuarta línea. Pese a que, en un primer momento, Wendy parecía mejorar y dar esperanzas de recuperarse, el daño que ya había sufrido era irreversible y terminó provocando su muerte «debido a fallos orgánicos en riñón e hígado».
Acerca de toda esta historia, los veterinarios del centro al que acudió la vecina del municipio con la gatita han asegurado que su vida podría haberse salvado si «tuvieran libertad» para prescribir antibióticos de eficacia comprobada en situaciones de urgencia.