María Pliego, la joven cazadora que tuvo que salir al paso de las críticas de algunos cazadores por su forma de vestir, pide también «respeto» a todos aquellos que cargan contra el sector cinegético.

21/11/2019 | María Pliego

Hace mucho tiempo, un pensador llamado Aristóteles se esforzó por encontrar la esencia del ser humano, y casi después de una vida dedicada a su búsqueda, llegó a la siguiente conclusión: «aquello que nos distingue del resto de seres vivos es algo tan simple como ‘el uso de la palabra’».

Hoy, más de dos mil años después, creo que Aristóteles se sentiría tremendamente defraudado por ver que aquello que nos convierte en seres únicos está siendo utilizado como arma de destrucción, y sobre todo, como instrumento para derribar el valor más importante que como sociedad deberíamos tener: el respeto.

Mi nombre es María, tengo 23 años, soy mujer, soy joven y soy cazadora. Y, por desgracia, también soy objeto de críticas (y no precisamente constructivas). Por ello, hoy tengo un mensaje que transmitir a todas las personas que defienden antes la integridad de un animal que el respeto hacia otra persona.

Primero. A todos aquellos qué os ponéis casco, armadura y espada para criticar a quienes cazamos animales, me gustaría comenzar preguntándoos lo siguiente: ¿Habéis criticado ya a todos los países que tienen armas nucleares?, ¿y a los dirigentes políticos que han llevado a su pueblo a una guerra civil?, ¿a la ONU por su incapacidad  para resolver conflictos?, ¿y qué me decís al capitalismo salvaje, la pobreza extrema, el hambre en el mundo, o la ausencia de consenso sobre el cambio climático? Doy por hecho que si os vais a tomar la libertad de defender a un animal es porque previamente ya habéis defendido todas las injusticias humanas que existen en el mundo. De lo contrario, permitidme que os diga que vuestra actitud es tremendamente hipócrita.

Segundo. Os recomiendo reflexionar sobre dos aspectos: por un lado, la gravedad de llamar a alguien “asesino”, y por otro, la tremenda metedura de pata jurídica que cometéis cuando lo hacéis. Cuando nos llamáis asesinos a quienes cazamos es porque para vosotros todos los que se ganan la vida trabajando en un matadero también son asesinos, ¿no? Vaya, si la lógica no me falla, a vuestro juicio la mitad de la población española debería ser condenada por artículo 139 del Código Penal (no me engañéis, que al menos una mosca habréis matado alguna vez). Ah vale, que ahora es cuando viene el argumento estrella: ‘quien se gana la vida en un matadero no mata por diversión; un cazador se divierte cuando lo hace’. Y ahora digo yo: ¿Y quiénes se ganan la vida trabajando en el mundo cinegético? O mejor aún, ¿es que el hecho de que yo cace un animal me convierte o no en asesino en función de si mientras lo hago me estoy divirtiendo? Vamos a ser claros. Entonces si un empleado de un matadero disfruta en su trabajo le consideramos un asesino. Y si yo cuando me voy de caza no me lo paso bien entonces soy inocente. Pues… yo creo que vuestro argumento estrella se os ha estrellado por una razón de lógica y causalidad.

Tercero. Me gustaría a mí saber cómo habríais subsistido vosotros sin la caza. La primera ocupación del hombre en la prehistoria era la caza, y gracias a este sistema lograron no sólo subsistir, sino perpetuar la especie hasta garantizar el poblamiento del planeta. Con esto no quiero decir que todas las prácticas que el hombre ha desempeñado a lo largo de la historia tengan que ser lícitas solo porque se hacían desde antaño. Con esto quiero que veáis que criticar la caza y llamar asesino a aquel que la practica es equivalente a decir que de una forma u otra, vosotros descendéis de asesinos, aquellos sin los cuales no podríais estar hoy criticándonos alegre e irrespetuosamente.

Cuarto. ¿Cómo va la dieta vegana?, porque claro, presumo que si os parece mal cazar un animal, no me quiero ni imaginar qué pensareis de los que nos los comemos. Debéis tener en mayor autoestima a Hitler que a mí por pedirme un solomillo en un restaurante. Además, han sido muchos los expertos naturalistas que ya han asegurado que el veganismo no evita la muerte de un animal. Tal y como advierte  Claudio Bertonatti, un famoso y reputado naturalista, «el veganismo no causa muertes directas, pero lo que los veganos comen implica una serie de procesos en los cultivos, en donde los animales terminan afectados de diferentes maneras». Es decir, que el veganismo termina matando animales indirectamente precisamente como resultado de los procesos de producción.

Quinto. Ahora es cuando viene el apartado que a mí más me interesa dejar claro. Se titula así: “respeto”. En el mundo convivimos más de 7.000 millones de personas. Eso quiere decir que existe una gran pluralidad de razas, etnias, nacionalidades, culturas, valores, principios… y también de ideas, gustos y pensamientos. Pues bien, si queremos una vida tranquila, más vale que aprendamos a respetarnos los unos a los otros. Yo particularmente soy una persona crítica, tengo mis ideas muy claras, sé qué me gusta y qué no me gusta, y defiendo con todo mi alma aquello en lo que creo. Pero que yo luche por proteger los valores con los me identifico no significa que lo haga atacando a quienes protegen, simpatizan o defienden ideas contrarias a las mías. Esto se llama RESPETO. Así se titula la asignatura pendiente del siglo XXI. Además, como recomendación personal, si vuestro propósito oculto es el arte de la persuasión (es decir, intentar convencer para que alguien cambie su opinión sobre un determinado asunto), os recomiendo encarecidamente que os leáis a Schopenhauer para que os ilustre con su obra y comprendáis que insultando, amenazando y humillando a alguien no vais a conseguir que siquiera se siente a tomar un café con vosotros para escucharos, ¡más bien le entrarán ganas de tirároslo encima!

Sexto. El uso de las redes sociales es la segunda asignatura pendiente. ¿No os da vergüenza enviar un mensaje deseando la muerte a alguien y seguir con vuestras vidas como el que envía una felicitación de cumpleaños? Vamos a ver,  solucionar esto es más fácil que multiplicar por uno: si las publicaciones de una cuenta o un medio no te gustan, no los sigáis. Y continuáis con vuestra vida, que son dos días. Y este punto una pequeña mención a algo que también me parece muy ilógico. Existen marcas y firmas que dejan de colaborar con una persona porque publica fotos de caza. Y visto este, yo me pregunto lo siguiente: el tema de investigar cómo se fabrican muchos de los productos que os envían vuestros proveedores ¿qué tal? Imagino que estaréis puestos al día en la explotación infantil y la precariedad laboral, ¿no? Seguro que sí… me imagino que ni un “made in Somalia, Pakistán, China, Zimbawe, Congo…” (Apréciese el sarcasmo aquí).

A la vista de todo lo expuesto, creo que queda claro que aún queda mucho por aprender sobre cosas tan básicas como la tolerancia. Así que os animo a que os sentéis a reflexionar sobre esto, aclaréis vuestras ideas y comencemos a preocuparos por problemas y situaciones que verdaderamente sí deberían indignarnos, porque resulta increíble que el ser humano haya sido capaz de llegar a la luna, pero no a la conclusión de que si no tenemos respeto, no tenemos nada.