La joven cazadora Sheila Rozas, de 25 años y vecina de la localidad cántabra de Los Corrales de Buelna, abatió el pasado 17 de septiembre un gran jabalí con unos enormes colmillos en su coto.

Sheila empezó a cazar hace cinco años en la Cuadrilla 21, formada por un grupo de cazadores de la Reserva Natural del Saja-Besaya, e inició temporada el pasado 17 de septiembre. «Era el primer día en el que salíamos de batida de jabalí, en el lote de Vaocerezo, un espacio bonito, pero con varios inconvenientes: la cercanía de la autovía, de las vías del tren…», comienza relatando la cazadora a la redacción de Jara y Sedal.

A Rozas le tocó en el puesto de La Torca, que se llama así porque pasa por encima el Viaducto de La Torca, a la altura del pueblo de Bárcena de Pie de Concha. «El puesto en sí no es nada del otro mundo, no es bonito y hay mucho ruido por los coches que circulan por la autovía y hay que estar con mil ojos, pues muchas veces no oyes entrar el jabalí, pero es una zona por la que siempre suele escaparse alguno», expone la joven.

A las 11:00 horas recibió el primer aviso

Otra imagen del jabalí. © S. R.

Alrededor de las 11 de la mañana, recibió un aviso de que se acababa de levantar un jabalí bastante grande cerca del pueblo de Santa Olalla, a pocos kilómetros de donde ella me encontraba. «Los perros comenzaban a ladrar y tomaban rumbo hacia mi puesto, pero de repente oí que se desviaban y dejé de escucharlos», relata Rozas. «De nuevo, a los 15 minutos, empecé a oír una ladra que se fue acercando cada vez más hacia a mí y me agaché, apuntando a la maleza por donde más o menos sabía que me podía entrar, pues antes de colocarme en el puesto había estado ojeando el terreno y las posibles entradas», sigue describiendo.

Los perros se escuchaban cada vez más cerca y no eran todavía las 11:30 de la mañana cuando sintió romper en la maleza y le entró una cierva con una cría al puesto. «La dejé que pasara tranquila, los perros cada vez venían más apretados, y yo sabía que el jabalí estaba por entrarme», explica la joven.

Y el jabalí apareció en escena

Se quedó mirando el paso de la venada y no pasó ni un minuto de por medio cuando volvió a sentir otro ruido en el mismo lugar, y esta vez era él. «Asomó su hocico entre las zarzas para comprobar que no había peligro y poder salir a campo abierto, subir la cuesta lo más rápido posible y volver a perderse en la maleza. Yo estaba agachada con el rifle medio encarado esperado su salida», relata la joven.

Salió con mucha fuerza y cuando lo tenía a la par subiendo la cuesta, le disparó en la zona de la barriga. «Vi que le hice daño y aceleró todavía más, por lo que tiré de cerrojo de nuevo y le seguí tranquila esperando que aflojara la marcha para darle el segundo tiro, pues sabía que el animal ya iba herido», añade la joven.

Otra imagen del gran jabalí.
Otra imagen del gran jabalí.

El final del lance

Cuando estaba llegando al final de la subida, ya casi entrando a la maleza, aflojó el paso al sentirse agotado y fue cuando le dio el segundo disparo, éste en la zona del codillo. «El jabalí, tras el disparo, aceleró otra vez y se metió a una zona sucia, donde pocos metros más adelante sentí un ruido e imaginé que habría caído allí, pero al ser tan grande no quise entrar por si se encontraba herido y esperé a que los perros llegaran y me confirmaran que, efectivamente, estaba muerto», señala Rozas.

«Me fui acercando a la zona y pude comprobar que había sangre tirada en el suelo, a pocos metros venía el primer perro, el cual me confirmó lo que ya imaginaba, estaba tirado a pocos metros de donde le disparé por segunda vez», expone antes de quedar sorprendida por el imponente trofeo que tenía. En el lance, utilizó un rifle Mauser M18 de cerrojo, en calibre .30-06 y balas Winchester Ballistic Silvertip de 150 grains.

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