Esta madrileña aficionada a las esperas de jabalí y a la caza con arco ha conseguido cazar junto a su padre y su tío un bonito muflón durante un emotivo rececho en Toledo. «Cuando lo conseguí me puse a llorar», nos cuenta. 
16/7/2019 | Redacción JyS

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Ana junto al muflón cazado en su primer día de rececho. / A.A.H.

Ana Álvaro Herrero, de 20 años de edad y residente en Velilla de San Antonio (Madrid), cazó el pasado sábado un bonito muflón en una finca de Toledo durante su primer rececho. La acompañaban su padre -Andrés- y su tío Jaime. «Aunque he cazado jabalíes y otros animales, este rececho me lo había regalado mi padre por mi cumpleaños», nos cuenta sobre un día de caza que «se complicó más de lo previsto». 
«Comenzamos a cazar a las 6 de la mañana. Tuve una oportunidad de un lance a las 8 de a unos 200 metros, pero me puse muy nerviosa y fallé un muflón impresionante», nos cuenta esta joven cazadora, estudiante de educación infantil y que se declara una apasionada de la caza mayor. 
Ana dice que «no aparecían muflones». Tras el fallido disparo dedicaron todo el día a tratar de dar con un nuevo macho, pero les fue imposible. Ya sobre las 21:15 de la tarde y tras una buena caminata, su tío detectaba un nuevo animal al que «solo se le veía la cuerna a contraluz», relata.

Un muflón tumbado que se negaba a abandonar el encame 

Según detalla la cazadora, el animal «estaba tumbado detrás de unas piedras pero solo le veía la cabeza», por lo que decidieron esperar. «Estuvimos 25 minutos quietos pero el animal no se levantaba. Finalmente echamos a andar y el muflón arrancó y lo perdimos», nos cuenta sobre el momento en que perdió cualquier esperanza de disparo. Sin embargo, animada por sus acompañantes, echó a correr y se asomó a un testero desde el que volvieron a localizarlo. «Mi padre me puso el trípode y justo el animal se cruzó y disparé».
Ana había apretado el gatillo del rifle Santa Bárbara que su padre le había prestado para la ocasión con tal convicción que la bala alcanzó el sitio perfecto. El muflón apenas andaba 20 metros y se desplomaba en el suelo. Era casi de noche por lo que se apresuraron a cobrarlo. 

Un macho con un gran trofeo y una cacería para recordar 

Cuando llegaron hasta el macho vieron que se trataba de un animal con un gran trofeo. Según dice Ana «se ha quedado a tres puntos de la medalla de bronce» pero es muy bonito. Detalla que ya lo tiene el taxidermista de confianza de la familia en el taller y que lo hará «de cráneo», a pesar de siempre haber soñado con un rececho de muflón por aquel otro que su padre conserva «en el tiro de la escalera y naturalizado de pecho». 
El lance, según nos cuenta, «fue muy bonito y muy intenso». Ana destaca sin embargo que «lo peor fue el tiempo de espera» y la angustia de que se le escapaba la oportunidad de cazar el muflón. Sin embargo, afirma que ha aprendido la lección de que «no vale cualquier animal». «Fui paciente y finalmente cazamos el que buscábamos», añade. 

A la derecha Ana Álvaro junto a su padre -Andrés, con gorra- y su tío Jaime. / A.A.H.

Por último Ana confiesa que cuando llegó a el animal se fundió en un abrazo con su padre y su tío y que se le escaparon algunas lágrimas. «No pude contener la emoción. Cuando lo cacé me puse a llorar», detalla la joven cazadora sobre un momento en el que sacó toda la adrenalina que había almacenado durante ese día: «Fue un día muy intenso. Fallé un muflón por la mañana, luego no veíamos más, saltaron varios jabalíes de nuestros pies mientras recechábamos…», resopla la estudiante con la voz casi entrecortada mientras termina de describirnos cómo se desarrolló una cacería que probablemente no olvide nunca.