José Ramón de Camps es un prolífico autor que ha publicado diferentes obras sobre especies cinegéticas de alta montaña. Ahora ve la luz su novena obra, En tierra de lobos, la segunda con el depredador como protagonista. Le entrevistamos en un momento en el que la especie se encuentra en el foco de la actualidad.

Pregunta. En 2016 publicó Cuaderno de lobos, en el que recogía sus conocimientos y experiencias con este animal en la Sierra de la Culebra y Pirineos. Cinco años después ha visto la luz En tierra de lobos. ¿Qué encontraremos en sus páginas? 

Respuesta. He querido escribir sobre la realidad de esta especie y sobre aspectos de su conducta que cada día me sorprenden más: su relación con la manada y su liderazgo, su manera de cazar, su necesidad de dispersión, el porqué de sus aullidos, sus ataques al ganado doméstico o el conocido conflicto del lobo entre los distintos colectivos.

Nunca en la historia de la humanidad un animal ha conseguido cambiar tanto la percepción que se tiene de su imagen, hasta el punto de fomentar su estampa como un valor único que aumenta el interés medio ambiental y cultural en los territorios donde campea. Conocer el comportamiento del lobo seguro que ayudará a respetar su presencia como un gran depredador que transforma un ecosistema. 

«David Mec, la mayor autoridad mundial en el estudio de la especie, subraya que hay que hay que gestionar sus poblaciones en las zonas en donde sea abundante».

José Ramón de Camps

P. Hoy el lobo se halla en el epicentro del conflicto entre ganaderos, mundo rural, Ministerio de Transición Ecológica y asociaciones ecologistas y animalistas. ¿No cree que toda esta polémica deja a la especie en tierra de nadie?

R. Es un conflicto conocido en todos los países en donde este animal habita. En los próximos años los humanos y el lobo competiremos por el mismo espacio y por ciertos recursos en zonas determinadas. Siempre insisto en dar a conocer la opinión del científico David Mec, la mayor autoridad mundial en el estudio de la especie, con diversas publicaciones y libros sobre este animal, que subraya que hay que introducirlo en las zonas en donde no habita, hay que protegerlo al máximo en donde escasea y hay que gestionar sus poblaciones en las zonas en donde sea abundante. Si ecologistas, naturalistas, cazadores, científicos y políticos aceptan esta idea tan sencilla será mucho más fácil llegar a acuerdos, que, en definitiva, serán muy positivos para el propio lobo. 

P. ¿Cuál es su visión acerca del blindaje de la especie que pretende llevar a cabo nuestro Gobierno?

R. Personalmente tengo confianza en que, al final, el sentido común prevalezca. La búsqueda de un equilibro entre el lobo y las personas que viven en la zona rural es necesario. La ganadería extensiva es el recurso más importante en muchas zonas rurales y de ella depende la subsistencia de muchas familias. Además, si los políticos quieren luchar contra la despoblación y no defienden al ganadero contra el lobo se estará expulsando a la poca gente que queda en los pueblos.

Es cierto también que el lobo contribuye a regular el pastoreo excesivo de los grandes herbívoros, lo cual ayuda a mejorar el funcionamiento de una comunidad vegetal y al control de competidores como el zorro, el tejón, el meloncillo y el gato montés. Todo ello sirve para proteger indirectamente a otras especies menores, como el conejo, la liebre y otros roedores. El lobo, como gran depredador, es el guardián de un ecosistema y, por tanto, hay que permitir que tenga su espacio y pueda convivir en sus territorios.

«El ejemplo más claro lo tenemos en Portugal, donde jamás se ha permitido su caza y es el único país de Europa occidental en el que su población no aumenta»

José Ramón de Camps

Douglas W. Smith, uno de los responsables de la introducción de los lobos en Yellowstone, dice que no existe una regla para decidir si un territorio determinado puede vivir con estos cánidos y afirma: «Si estos lobos deben tener un futuro, matarlos a la primera de cambio sería la condena del lobo; pero si la gente no pudiera defender su medio de vida, también sería el final del lobo». El mismo Rodríguez de la Fuente declaró en 1976 que «resulta incongruente y un tanto utópico defender al lobo donde cause daños a la economía humana». Considero que radicalizar el tema declarándolo especie estrictamente protegida desatará la ira de mucha gente que vive en la zona rural.

Además, insisto, hay zonas en las que seguro puede ser necesaria su protección, pero en otras hay que gestionarlos. El ejemplo más claro lo tenemos en Portugal, donde jamás se ha permitido su caza y es el único país de Europa occidental en el que su población no aumenta, sino que disminuye lentamente. En cambio, un ejemplo de cohabitación perfecta lo tenemos en la Sierra de la Culebra. Allí se cazan lobos cada año, sus poblaciones aumentan y encima se potencia su avistamiento como manera de atraer al turismo de naturaleza, otra fuente de ingresos para las maltrechas economías rurales. 

Una de las ilustraciones que podemos encontrar en el libro 'En tierra de lobos'. © Guillermo González
Una de las ilustraciones que podemos encontrar en el libro ‘En tierra de lobos’. © Guillermo González

P. ¿No tiene la sensación de que las ideologías tienen más peso que la ciencia en este y otros muchos asuntos?

R. Sí, totalmente, y más con un animal tan emblemático. En todos los estudios de aptitudes, en donde existe el llamado conflicto del lobo, el sector más favorable a su protección está constituido por habitantes urbanos,  alejados de las zonas donde viven los lobos y los ganaderos. En este grupo suele predominar gente joven y con un nivel alto de estudios. Muchos de ellos se acercan al campo en contadas ocasiones. Por el contrario, el sector más hostil a este cánido suele estar formado por habitantes rurales que viven en zonas loberas y se desplazan muy poco a las ciudades.

Algunos partidos políticos ven en todo esto una bolsa de votos muy importante y actúan, desde mi punto de vista, con mucha irresponsabilidad. El lobo es un embajador de la biodiversidad. Cada vez más, la sociedad intenta proteger el medio ambiente y la conservación de los espacios naturales, y el lobo vive en ellos. Desgraciadamente, algunos partidos políticos utilizan su imagen en beneficio propio. Si dejáramos estas decisiones en manos de los científicos, que son los que conocen el problema en profundidad, seguro que se llegaría a consensos entre todos los colectivos afectados. 

«Algunos partidos políticos ven en todo esto una bolsa de votos muy importante y actúan, desde mi punto de vista, con mucha irresponsabilidad».

José Ramón de Camps

P. En su anterior libro, Los mensajeros de la biodiversidad (2019), expone las amenazas de varias de las especies más emblemáticas de nuestra fauna, entre ellas, el lobo. ¿Qué puede poner en riesgo su supervivencia?

R. Está demostrado que el lobo necesita de grandes espacios para cazar y sobrevivir. Además, estos territorios tienen que tener un grado bajo de humanización para permitir a sus manadas vivir en libertad. Según Edward Osborne Wilson, padre de la sociobiología, «el factor crucial en la vida y la muerte de las especies es la cantidad de hábitats apropiados para ellas». Por tanto, necesitamos tener más parques naturales y reservas en nuestro país.

El otro factor de riesgo es su problemática de hibridación, que podría poner en peligro la integridad de la especie. En Europa, el mestizaje entre lobos y perros asilvestrados empieza a ser frecuente, y eso supondría un peligro muy serio para su identidad genética y provocaría su extinción a medio plazo por la introducción de genotipos de otra especie. Además, si no son puros y siguen atacando a la ganadería doméstica muchos se preguntarán por qué hay que subvencionar los daños que produce una especie que ya no existe y que es una mezcla entre perro y lobo, sin ningún interés científico y medio ambiental. 

P. ¿Cree que debería haber más mensajeros de la biodiversidad, como lo es usted, interviniendo en la toma de decisiones que afecten al medioambiente, la fauna…?

R. Considero que en España hay grandes científicos, naturalistas y cazadores que son grandes divulgadores de la biodiversidad. Es cierto que las figuras de José Antonio Valverde o de Félix Rodríguez de la Fuente han marcado a toda una generación, pero existen otros  nombres, como Miguel Delibes, Joaquín Araujo, Javier Castroviejo, Antoni Margalida, Guillermo Palomero, Albert Massot, Ramón Grande del Brío, Pablo Ortega o el marqués de Laserna que pertenecen a un colectivo que aporta su conocimiento y su experiencia en beneficio de la biodiversidad.

P. De aquellos de cuyas decisiones depende el futuro del lobo, ¿a quién le regalaría alguno de estos tres libros de los que hablamos? 

R. Con mucho respeto, a la Ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que, además, es vicepresidenta del Gobierno de España. Podría escuchar otras versiones sobre el conflicto del lobo en nuestro país.

En tierra de lobos

Portada del libro 'En tierra de lobos'. © Guillermo González
Portada del libro ‘En tierra de lobos’. © Guillermo González

Autor: José Ramón de Camps.
Editorial: Carbrame-98.
Páginas: 199.
Ilustraciones: Guillermo González Suárez y Gonzalo Gil Madrera.
Precio: 34 euros.
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