La agricultura es una actividad de suma importancia y durante la pandemia adquirió mayor relevancia si cabe debido a que no pararon la producción de alimento pese a que muchos otros sectores se vieron obligados a detener su actividad para reducir el riesgo de contagio. Satisfacer la necesidad de alimentación de un país o del mundo entero es una labor que debe reconocerse, y por eso este 9 de septiembre se celebra su Día Mundial.

«Si el campo no produce, la ciudad no come» fue uno de los lemas que, en marzo de 2020, los agricultores y ganaderos gritaron en las calles y carreteras españolas en unas jornadas en las que reclamaban unos precios justos para sus productos. Fueron días duros, de huelgas y movilizaciones con momentos de gran tensión en los que llegaron a enfrentarse a las cargas policiales. También fueron multados por circular por autovías con sus tractores

Y esos fueron los mismos tractores con los que combatieron días después el coronavirus desinfectando las calles de muchos pueblos y localidades. Los mismo tractores que hoy hacen posible que los mercados estén abastecidos y los españoles podamos seguir llenando nuestras despensas. Por eso, este 9 de septiembre, representa el merecido homenaje a todos ellos a través de este Día Mundial de la Agricultura. En este día se realizan diferentes actividades en todo el mundo para poner en valor las dificultades a las que se enfrentan cada día para ofrecer al consumidor el mejor producto posible.

Bien es cierto que el sector cinegético y los nuevos modelos agrícolas pueden ser perfectamente compatibles siempre que se lleven a cabo una serie de medidas con las que la caza menor no se vea afectada. Como hace unos meses pusimos de manifiesto en este medio, la nueva PAC es una oportunidad extraordinaria para conseguir que la Unión Europea premie precisamente aquellas prácticas agrícolas que ayuden a aumentar la biodiversidad y, por ende, las especies de caza menor.

¿Cuáles son las buenas prácticas agrícolas para ayudar a la caza menor?

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La RFEC y Fundación Artemisan elaboraron un documento en el que explican qué habría que hacer para que esto fuera posible. El documento ha sido puesto en marcha por un equipo multidisciplinar de científicos, técnicos y expertos –enarbolando la estrategia ‘ganamos todos’– para lograr la máxima expresión de la sostenibilidad económica, social y ambiental del mundo rural en toda la geografía española.

A modo de esquema práctico, exponemos las medidas de mejora ambiental recogidas en este documento, principalmente asociadas a la mejora del refugio y alimento, junto a la disminución de impactos negativos físicos, químicos o biológicos sobre la fauna menor.

5 medidas para las áreas cerealistas

  1. Márgenes multinacionales –de aplicación también en cultivos leñosos de secano y cultivos tradicionales–: linderos de cuatro metros de ancho, en los que se realiza una siembra mejorante con mínimo cuatro especies botánicas y se evita cualquier tipo de laboreo o interacción agraria durante 4 años.
  2. Recolección sostenible –de aplicación también en cultivos tradicionales–: dejar un mínimo de 20 centímetros de altura al corte de la cosechadora; evitar el picado de la paja, el empacado o el pastoreo hasta un mes postcosecha.
  3. Barbechos con vegetación –de aplicación también en cultivos tradicionales–: fomento de barbechos con mínimo laboreo para su mantenimiento agrícola.
  4. Prohibición de semillas blindadas –de aplicación también en cultivos tradicionales–: empleo de simiente no tratada químicamente con productos para el control de plagas de hongos y parásitos, que se han demostrado científicamente nocivos para las aves esteparias.
  5. Diversificación de cultivos: en las grandes explotaciones cerealistas, sería de especial interés para la biodiversidad la alternancia de cultivos como leguminosas, leñosos… como mejora general del hábitat –se evita que las labores agrarias no se concentren en épocas concretas, y aumenta la disponibilidad a largo plazo de refugio y comida–.

5 actuaciones en la dehesa

  1. Equilibrio de carga animal: el exceso de densidad de animales de producción y/o ungulados cinegéticos, afecta directamente por sobrepastoreo al estrato herbáceo, absolutamente necesario para el sostenimiento de las especies menores en tamaño.
  2. Caballones o beetle banks –de aplicación también en áreas cerealistas y cultivos tradicionales–dos montículos de 50 centímetros de alto y 120 de ancho, con una separación de 270 entre ambos, en la que se realiza siembra mejorante con varios taxones botánicos; y posteriormente se mantiene como barbecho con vegetación.
  3. Plantaciones de regeneración: el ecosistema de dehesa, se singulariza a nivel mundial por el equilibrio agro-silvo-pastoral. Así pues, el refuerzo de zonas con menor estrato arbóreo –por ejemplo asociado a la patología forestal de la seca– con especies autóctonas del género Quercus como el alcornoque, el quejigo o la carrasca, es muy beneficioso.
  4. Mejora de pastizales: como hemos comentando en el punto anterior, para sostener el equilibrio ambiental de la dehesa los pastos ganaderos son fundamentales, y para ello se pueden mejorar mediante siembras de leguminosas, abonados con estiércol animal, y pastoreo rotacional racionado.
  5. Fomento de charcas: el aumento de la disponibilidad de puntos de agua, preferiblemente selectivos entre especies; optimiza el bienestar y la sanidad del ganado y la fauna silvestre.

3 acciones en cultivos leñosos de secano

  1. Calles con cubierta vegetal: entre las líneas de plantación de olivos, almendros o viñedos, y transversales a la línea de pendiente –para minimizar erosión– mantener una vegetación sembrada o espontánea.
  2. Franja vegetal junto a cursos de agua –de aplicación también en cultivos tradicionales y áreas ceralistas–en caso de ubicarse en esta zona geográfica singular, mantener una franja de cinco metros de anchura paralela a estos elementos hidrológicos con vegetación natural autóctona.
  3. Limitación de labranza: se restringe esta labor agrícola entre el 1 de marzo y el 1 de octubre de cada año.

3 medidas en cultivos tradicionales

  1. Empleo de cereales autóctonos: variedades tradiciones como el trigo del país, más rústicas y adaptadas a la climatología de la zona norte, y que se pueden asociar a producciones de calidad diferenciada.
  2. Franjas sin cosechar –de aplicación también en áreas cerealistas–: superficie de interés ecológico, que favorece la nidificación, alimentación y refugio de la fauna.
  3. Protección de los cultivos: en algunas zonas, por sobreabundancia principalmente de jabalí, será necesario establecer medidas de protección contra daños agrarios para permitir el desarrollo fenológico del cereal como vallados o acuerdos con las sociedades de cazadores locales para controles poblaciones.