La caza con arco es la modalidad de caza más desafiante que existe. Añaden dificultad, emoción y una conexión auténtica con la naturaleza. Y si hablamos de retos con arco en España, cazar un macho montés de Gredos se lleva el premio.

En esta ocasión nos encontrábamos en la Reserva de Caza de Gredos perteneciente a la provincia de Ávila, en la vertiente norte concretamente.  

La jornada prometía desde la noche anterior. Una nevada suave cubrió las cumbres, dejando el terreno ideal para el rececho, las cimas nevadas harían que los machos descendieran y convirtiendo los ya impresionantes paisajes de Gredos en algo inigualable. 

Tras madrugar y desayunar para coger fuerzas para afrontar este emocionante rececho que teníamos por delante, nos dirigimos a la casa de la reserva, lugar donde quedamos con los guardas. Desde allí salimos a la montaña para empezar a cazar. 

La Reserva de Gredos, ejemplo mundial en cuanto a gestión cinegética

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La gestión cinegética del macho montés en la Sierra de Gredos es un modelo de referencia a nivel mundial gracias a la rigurosa gestión por parte de los agentes medioambientales de la Reserva, que cazan solo ejemplares viejos o con signos de debilidad. Este enfoque ético no solo garantiza el equilibrio ecológico, sino que permite que los machos alcancen su máximo desarrollo, generando trofeos espectaculares y una población fuerte y sostenible. Gredos es, sin duda, un ejemplo de cómo la caza bien gestionada contribuye a la conservación y mejora genética de las especies.

Comienza la cacería

Apenas habíamos iniciado el rececho cuando vimos los primeros machos. La densidad de animales en esta zona de la Sierra de Gredos es muy grande, pero encontrar un animal acorde a lo que íbamos buscando no iba a ser tarea fácil.

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El primer grupo de cabras montesas que localizamos estaba compuesto por machos adultos todavía fuertes y con mucha vida por delante, así que seguimos avanzando garganta arriba, buscando a ese viejo guerrero que mereciera la pena cazar.

Continuamos la vereda en busca de nuestro macho montés

Mientras cruzábamos los arroyos todavía congelados por el frío de la noche, y avanzamos entre piornos y brezos,  el paisaje nos regalaba momentos inolvidables: Conseguimos ver también algún venao en la distancia y algunos jabalíes corriendo al encame pero hoy la cosa no iba con ellos. 

El ritmo era tranquilo. Teníamos varios días por delante y nuestros amigos norteamericanos, que habían venido a cazar en España, estaban disfrutando cada instante. Queríamos que vivieran la caza como lo que es: una experiencia de conexión con la naturaleza, en la que por supuesto teníamos que cazar su trofeo, pero esto solo sería el final de una bonita experiencia en uno de los lugares más emblemáticos de España.

Tras haber estado analizando con el telescopio varios grupos de machos en los que no había ningún animal que se pareciera a lo que íbamos buscando, fue entonces cuando localizamos un grupo de tres machos muy viejos donde al menos dos de ellos eran perfectos para intentar cazarlos. Las condiciones eran ideales: la luz en la espalda, viento de cara y un terreno que permitía acercarse sin ser vistos hasta ponernos a tiro de arco. 

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Empieza la caza

Aunque parecía que teníamos todo de cara para que la cacería acabara con éxito, no hay que olvidarse de lo que supone cazar con arco. Primero hay que llegar sin ser vistos hasta una distancia razonable para este arma, no más de 50 metros, después hay que conseguir abrir sin que nos detecten, luego hay que conseguir dar al animal y por último cobrarlo. 

Mike, el cazador y protagonista de la historia que os contamos hoy, se preparó rápidamente. Preparó su arco y cogió una flecha y tras pensar la estrategia empezamos a recortar distancia. 

El rececho fue largo, más de media acercándonos con cuidado para que los machos no se espantasen, pero como uno de los guardas se había quedado en un alto controlando a los machos, sabíamos que aún seguían allí y no había prisa.  

Los animales estaban alerta, pero tranquilos. Cada paso era estar un poco más cerca del éxito. Hasta que por fin, logramos situarnos a 55 metros.

A Mike esta distancia se le hacía un poco larga y no quería arriesgarse a herir al animal, la ética siempre debe primar en la caza y cada uno es consciente de sus límites y no deben sobrepasarse, por lo que había que recortar los últimos 10 metros y habríamos conseguido crear el momento con el que soñamos al empezar a cazar hacía ya unas cuantas horas.

Aprovechando un piorno grande para taparnos, avanzamos lentamente hasta por fin estar a tiro. Ahora “solo” quedaba abrir, apuntar, y que la flecha hiciera el resto. 

Como eran tres machos, no fue fácil encontrar el momento para abrir, teníamos claro cuál era el macho que queríamos tirar, el más grande y viejo de los tres, pero había que esperar a que estuviera sesgado y además que los otros dos no estuvieran mirando en nuestra dirección. Por fin se dio la situación perfecta y Mike abrió el arco. 

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La primera flecha volaba perfecta, pero impactó algo baja. Un error comprensible debido probablemente a la tensión y los nervios de estar tirando a un animal de esas características. Sin perder la concentración, Mike cogió otra flecha aprovechando que los machos habían huido en nuestra dirección sin saber de donde venía el peligro y esta vez el disparo fue perfecto. El macho montés cayó tras una breve carrera, poniendo fina una increíble cacería en el corazón de Gredos. 

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Celebración en lo alto de Gredos

Nos acercamos al animal y celebramos el haber conseguido abatir un animal tan majestuoso como este increíble macho de Gredos, mostrando siempre el debido respeto y siendo conscientes del privilegio que supone cazar en un paraíso para la caza como lo es Gredos y un animal tan exclusivo como lo es el macho montés.

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Era un macho montés viejo, con 15 años, y al que no le quedaba mucha vida por delante, un auténtico guerrero de las montañas de Gredos. Tras las mediciones pertinentes se preparó cuidadosamente la piel para una taxidermia que sirviera de recuerdo a una cacería inmejorable. Brindamos en lo alto de la sierra con vino y tomamos un aperitivo para recuperar fuerzas y empezar el camino de vuelta al coche con los deberes hechos. El paisaje, la compañía y el éxito del rececho lo convirtieron en una experiencia difícil de superar.

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Agradecemos especialmente a la familia Severson, y a Connie, que con su pasión y resistencia fue parte fundamental del equipo, a pesar del esfuerzo y el frío. También a la guardería de la Reserva de Gredos por su profesionalidad y preocupación por la satisfacción tanto del cazador como de la empresa organizadora de la cacería Top Spanish Hunting.

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