Una de las primeras características a tener en cuenta es que las cuernas del corzo (Capreolus capreolus) son caducas. El que la naturaleza le dote cada año de una herramienta totalmente renovada es una estrategia que garantiza la posibilidad de volver a ser un macho competitivo. Desde luchaderas o contraluchaderas gastadas o rotas hasta cuernas fracturadas, serán nuevamente sustituidas. Este reemplazamiento es un alto precio que paga anualmente el corzo debido a los costes energéticos que requiere volver formar una cuerna en aproximadamente cien días. Este gasto se reduciría considerablemente si en lugar de desarrollarla durante los meses invernales lo hiciera en primavera, pero una vez más, y atendiendo a la biología de la especie, entendemos perfectamente el porqué del desarrollo durante los meses fríos. 

Este pequeño cérvido acomete durante los meses primaverales una función casi prioritaria: la del marcarje y defensa de un área. Esto responde a la localización e identificación de un macho por parte de la hembra durante el periodo de celo y a la advertencia a posibles competidores. Para dicho marcaje diario el corzo invierte mucha energía, compensada con la abundancia de alimento durante los meses primaverales. Su cuerna no adquiere un gran tamaño y sus proporciones son muy adecuadas a las de un animal de pequeño tamaño y adaptado a medios boscosos o arbustivos. La conocida complexión de las seis puntas que genéticamente comparten todos los machos es también sinónimo de buena salud.

¿Para qué sirve la cuerna del corzo?

Una vez conocidos los motivos puramente biológicos y evolutivos que hacen tan especial al corzo y su trofeo, nos adentraremos en conocer sus funciones. La primera lógicamente es la labor defensiva y atacante. La carencia de luchaderas o contraluchaderas es un hándicap para él, sobre todo porque la estructura de la propia cuerna no confiere una contienda de fuerza/empuje como, por ejemplo, la del ciervo, sino que en la lucha cada corzo trata de herir a su rival. Las contiendas entre ellos son muy agresivas y en muchas ocasiones uno de los dos contendientes sale maltrecho. De hecho son muy frecuentes las lesiones en cabeza, boca o incluso cuello. Por lo tanto, una buena salud y predisposición se reflejan en una buena cuerna. 

Otro corzo fotografiado por el autor.
Otro corzo fotografiado por el autor. ©Javier Iñurrieta

Otra de las funciones antes mencionada, es la del marcaje. Para ello el corzo elige diferentes especies vegetales del entorno, bien por su tamaño, especie o disposición. Es llamativa la selección que realiza para llevar a cabo su cometido, eligiendo cualquier árbol de pequeño o mediano tamaño que llame su atención e incluso que sea diferente al resto. Esta rutina diaria que poco a poco tiñe su cuerna de ciertos colores característicos se solapa con otra función muy práctica para el propio individuo, que no es otra que la de conocer el tamaño y forma de ‘lo que tiene sobre su cabeza’. Estas marcas visuales van acompañadas de otras olfativas encargadas de dejar un mensaje personal que advierte a otros machos y a hembras de su presencia.

Ayuda a la reproducción

Como hemos visto, tanto la función olfativa como la visual juegan un papel esencial en las relaciones entre corzos. De esta forma el tamaño de la cuerna puede determinar el futuro de una contienda o la retirada del oponente, actuando de manera intimidatoria. Existen peculiaridades como el perlado, exclusivo de esta especie, cuya función es ‘falsear’ el grosor y volumen de las cuernas. El coste energético para desarrollar tales protuberancias es menor que si se desarrollara el grosor que ocupa.

Ya que hago referencia a la función visual de la cuerna, en las hembras produce un efecto contrario. Sin duda pueden llegar a elegir a un macho u otro por este carácter sexual secundario. El corzo alcanza su madurez sexual al año de edad aproximadamente y llega a desarrollar una cuerna completa al segundo año de vida. Con esto volvemos a su biología y a entender que necesita desarrollarla cuanto antes para marcar, intimidar y defender un área y así poder acceder a las hembras.

Ahora bien, ¿es realmente útil conocer ciertos parámetros biológicos para su caza? En mi humilde opinión, sí. Cuanto más podamos conocer más competentes y mejores cazadores seremos. Dicho esto, es comprensible que durante la temporada corcera en un territorio la extracción de machos adultos de cosecha debe de ser muy proporcionada y en cuentagotas.

 
 
 
 
 
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 Entonces, ¿se pueden cazar buenos trofeos? 

Por supuesto que sí, pero insisto en esa templanza y limitación que debemos imponernos, dado que esos buenos trofeos son los mejores corzos que existen en un territorio, sumado a que en algunas áreas geográficas no superan aún los tres o cuatro años de edad y que han llegado a superar infinidad de riesgos y oponentes hasta que han podido mantenerse en un área. Es bueno levantar algo la mano y darles algo más de campo.