Por Ciencia y Caza

La experiencia nos dice que un alto número de cotos no cuentan sus perdices correctamente antes de abrir la temporada, guiándose por simples impresiones al localizar un número insuficiente de bandos. Esto puede suponer una sentencia de muerte para la especie; sin conocer sus densidades es imposible saber si se puede cazar… y cuántas pueden cazarse. Contarlas es relativamente sencillo. Sólo se necesita un vehículo, unos prismáticos y ganas de madrugar y de campo. La Fundación Artemisan, a través del Proyecto RUFA, recomienda hacerlo tres horas después del amanecer y tres antes del anochecer, aprovechando la red de caminos y los bebederos y comederos disponibles.

¿Cómo saber si ha sido un buen año de cría?

Es útil entender que no sólo hay que saber cuántas perdices hay, sino la relación entre las perdices o pollos del año y perdices adultas. Si contamos 25 del año y 50 adultas, la proporción será de 0,5, lo que nos dice que la cría ha sido mala; si contamos 50 del año y 50 adultas, de 1, siendo la cría ‘floja’ pero no catastrófica; si contamos 100 del año y 50 adultas, de 2, y ya podemos decir que ha criado bien.

No hay consenso sobre qué proporción es el límite para considerar una buena cría, pero se acepta que por encima de 1,5 puede ser aceptable. Algunos cotos ya hacen estos conteos y le dan tanta importancia como a una jornada de caza.

Hay muchas: ¿cuántas cazamos?

Parece obvio que si hay más patirrojas se puede abatir un mayor número, pero si le damos mucho al gatillo es muy probable que nos quedemos sin madre para el año que viene. Si ha criado bien tendremos bastantes ejemplares del año, más susceptibles de ser cazadas que los adultos al no contar todavía con su experiencia como ellos ni con unas plumas totalmente formadas. Aún no pueden volar y defenderse tan bien como sus progenitores, que muy posiblemente ya se habrán zafado de la escopeta y de muchos depredadores en más de una ocasión.

Lo cierto es que calcular las perdices que podemos cazar no es fácil, y no hay fórmulas aplicables a todos los cotos, dado que cada coto puede tener particularidades que lo hagan distinto del coto del vecino. En cada uno las perdices se cazan de una manera. No obstante, una vez realizado el censo y con los datos sobre la mesa, no deberíamos cazar más del 30-40% de las existentes en un año como éste. Esta cifra parecerá muy escasa, pero… ¿te has parado a pensar cuántas criarán la temporada siguiente? Muy posiblemente, no todas las que esperas.

Perdiz roja.
Perdiz roja. /©Shutterstock

¿Podemos gestionar para aprovechar que ha criado bien?

Con una elevada densidad de patirrojas, un buen número de pájaros del año y una caza sostenible y bien planificada podemos pensar en que el año que viene tendremos más parejas, si bien hay varios factores que no debiéramos perder de vista.

Las perdices del año, especialmente las hembras, no siempre se reproducen, pues puede que no estén lo suficientemente ‘maduras’ al llegar la temporada de cría. Tendrán que buscar territorios para ello, y posiblemente no haya ‘casa’ para todas en el coto. Por su inexperiencia, podrán sufrir más mortalidad que las adultas.

Por lo tanto, deberemos pensar en habilitar áreas para que estas parejas se establezcan y críen. Para ello, nuestra prioridad será que nuestro territorio sea capaz de ofrecerle un hábitat de mosaico, que siempre albergará un mayor número de parejas. Para este fin, será fundamental llevar a cabo desbroces y reservar zonas sin laborear.

También debemos proporcionarles bebederos y comederos, pues parece que las perdices establecen cerca su territorio. Concentraremos nuestros esfuerzos en controlar predadores en estas zonas, y les facilitaremos toda la tranquilidad posible para que la naturaleza… siga su curso.

¿Y si no han criado bien?

No debe cundir el pánico si no vemos los bandos que esperábamos. Tendremos entonces dos escenarios: cazar aunque sea poco o no cazar. La primera es la situación a la que se están enfrentando muchos cotos cada año: salir dos o tres domingos en horario restringido y con cupos de una o dos perdices.

Esta caza limitada en el tiempo y en el número puede ser sostenible siempre que se cumpla, y además servirá para mantener la ilusión de los perdiceros: para los que aman la perdiz, disfrutar de su vuelo tras el trabajo de nuestro perro ya es una recompensa en toda regla. No cazar es una situación amarga que no todos los cotos llevan a cabo, pero tomar esta decisión nos da una idea de nuestro compromiso con la recuperación de la especie.

No te confíes

La gestión en estos años buenos no varía, pero al haber más perdices se incrementan sus necesidades y, por ende, nuestros esfuerzos. Reforzaremos aquellas medidas que disminuyan la mortalidad natural de la especie, ofreciéndole zonas de refugio con alimentación y agua para suplir las carencias del propio hábitat.

Las zonas de reserva debieran ser eso, reservas, y no caer en la tentación de descuidarlas. El control de predadores en esta época del año no es tan vital como durante la cría. En otoño e invierno la mayor amenaza son las rapaces, pero no debemos olvidarnos de los zorros y las urracas.

Suelta faisanes

Si no cazamos perdices esta temporada deberíamos plantearnos alguna suelta de especies de pluma, preferentemente faisán, para al menos ofrecer algo a las escopetas. Seguro que más de uno pensará que es una aberración por tratarse de una especie no autóctona. Sin embargo, es una práctica muy frecuente en Reino Unido, Francia e Italia que llevada a cabo correctamente ofrece resultados esperanzadores.

Soltaríamos tan sólo machos de faisán para evitar que la especie se establezca y en cuarteles concretos; la ‘cantidad’, en función del número de escopetas y jornadas de caza previstas, por lo general grupos de 30-50 faisanes. Sí, tenemos claro que un faisán no es lo mismo que una perdiz, pero al menos podremos disfrutar de un día de campo… y nuestros perros y patirrojas nos lo agradecerán.