Por Carlos Díez Valle, Carlos Sánchez García-Abad y Daniel José Bartolomé Rodríguez

Con los primeros rigores veraniegos comienza el descaste, una práctica que se remonta, en sus orígenes más modernos, a hace ya más de medio siglo. Nació allá por los años 50 del siglo pasado tras la aparición de los primeros brotes de mixomatosis en los conejos de nuestro país.

Estos se repetían fundamentalmente al final de cada verano y comienzos del otoño –con la llegada de las primeras lluvias–, causando verdaderos estragos en las abundantes poblaciones cunículas ibéricas: en aquellos tiempos podían incluso superar con creces los 50 ejemplares por hectárea, muy lejos de las actuales densidades medias resultado de distintos estudios en cotos del centro de España, con 5-6 por hectárea.

Debido a este devastador efecto en una época muy concreta del año, mucho más llamativo aún por esas cifras de densidad descritas, nuestros abuelos pensaron que un aprovechamiento cinegético previo a este periodo podría resultar muy conveniente, por un lado, para cazar animales sanos antes de que un brote se los llevara por delante y, por otro, para reducir esos censos: la transmisión de la mixomatosis se veía favorecida por las altas densidades de sus poblaciones, así que de esta manera se minimizaban las elevadas tasas de mortalidad. Esta es la historia de cómo nació el descaste, una modalidad cinegética a caballo entre la tradición, la gestión y la caza.

¿Cuál es su situación actual?

Sería atrevido ofrecer una única respuesta, ya que por la ecología de la especie y el irregular efecto de enfermedades, predadores o deterioro del hábitat podemos encontrarnos situaciones muy distintas. Mientras unos cotos sufren un problema de superpoblación, a pocos kilómetros –o incluso en terrenos vecinos–, y pese a realizar importantes esfuerzos por su recuperación, no se encuentra una sola escarbadura.

Como decíamos, hoy algunos autores hablan de densidades medias en el centro peninsular de 5-6 conejos por hectárea. Sin embargo, podemos encontrar también zonas con un hábitat y condiciones favorables que den lugar densidades de hasta 40 ejemplares por hectárea y otras, incluso algunas tradicionalmente conejeras que no cuentan con apenas 1-2.

Este dibujo podríamos extrapolarlo también de forma general a todo el territorio nacional. Así nos encontramos con regiones como Galicia, con censos muy deteriorados y poblaciones que cada año presentan una tendencia negativa, y otras no tan alejadas como El Bierzo leonés, donde esta especie provoca importantes daños en sus viñedos de uva mencía. La situación es desigual en ambas mesetas, y ya estamos habituados a las superpoblaciones de las campiñas aragonesas o cordobesas, en este último caso también con viñedos de alto valor de por medio.

Un cazador en pleno descaste de conejos.
Un cazador en pleno descaste de conejos. /Ángel Vidal

¿Por qué el conejo es plaga en unas zonas y en otras desaparecen?

Si analizamos la situación de forma global no encontraremos una sola causa que explique este irregular estado de sus poblaciones. Los estudios apuntan a que el deterioro del hábitat, una gestión cinegética errónea o el efecto de las enfermedades víricas, con la presencia destacada de la nueva variante de la enfermedad hemorrágico vírica (NHV) en el último lustro, han contribuido a su disminución y la de depredadores emblemáticos como el lince ibérico.

Por suerte, su biología reproductiva y su capacidad de adaptación han convertido al conejo en un superviviente a todo tipo de incidencias. Se ha sobrepuesto a sus más de 30 especies de predadores, a la mixomatosis primero y la NHV después, a la destrucción del hábitat o a la actividad cinegética. Por todo, tanto su aprovechamiento como gestión deben ser planeados y realizados de forma específica para cada provincia e incluso para comarca o coto en cuestión debido a esta importante variación. 

¿Cómo afecta el descaste a las poblaciones de conejo?

Tras lo explicado, resulta complicado dar una respuesta rotunda a cómo afecta el descaste a sus poblaciones, al menos de forma general. Si tenemos en cuenta el origen de esta práctica, quizás sí sería discutible su utilidad ‘preventiva’ frente a brotes tardíos de mixomatosis, sobre todo porque en el momento actual el conejo ha evolucionado positivamente frente a esta enfermedad, generando una resistencia que evita unas tasas de mortalidad tan elevadas como ocurría en sus inicios.

Tampoco sería la herramienta ideal como gestión de plagas, puesto que una vez que se han originado su control es muy complicado debido a la elevada capacidad reproductiva de esta especie y sus hábitos tróficos. Es más efectivo un descaste como tal en los inicios de la primavera o finales del invierno, siempre y cuando su utilidad esté justificada y existan indicios evidentes de riesgo de aparición de daños en un futuro.

En todo caso, si no se ha actuado previamente, aunque probablemente los daños en los cultivos afectados hayan ocurrido ya irremediablemente sí lograremos reducir la densidad de población y, por tanto, paliar el efecto de plaga. 

Una solución para los daños a la agricultura

El descaste también resulta ser una herramienta interesante desde un punto de vista social como apaciguadora del conflicto entre agricultores, cazadores y la propia Administración. Sólo en estos casos con poblaciones cunícolas estables, cuyas tendencias no muestren altibajos en los últimos años y de alta densidad, que superaran al menos los 7-10 conejos por hectárea, sería posible justificar hoy en día la realización de descastes en el término estricto de la palabra.

Por el contrario, cuando las poblaciones son débiles, inestables y se encuentran en densidades bajas, menores de 5-6 animales por hectárea, el descaste supondrá un factor de estrés tal que, además de las propias bajas directas causadas por esta modalidad, generará un descenso en las defensas de los animales, haciéndolos más susceptibles a padecer enfermedades o ser predados al verse obligados a abandonar sus refugios.

También podrá causar mortalidades indirectas en camadas que puedan aún encontrarse en periodo de lactación o, según la zona en que se realice, abortos en conejas todavía preñadas.

¿Puedo descastar conejos en mi coto?

Por todo esto se plantea de nuevo la eterna cuestión: descaste sí o descaste no. Sólo encontraremos la respuesta si conocemos a fondo nuestro coto y los animales presentes en él.

Para ello, lo primero que debes conocer es cuál es el verdadero estado de las poblaciones de conejo de monte de tu coto –sin basarte en intuiciones o falsas impresiones obtenidas por simple un paseo por el campo en un día concreto–. ¿Eres capaz de responder a las siguientes preguntas?

¿Cuántos conejos tienes?

Es fundamental efectuar censos correctamente diseñados y organizados mediante recorridos fijados de forma estratégica que nos permitan obtener densidades y abundancias en cada época del año. Los censos por observación directa o bien mediante los ‘cagarruteros’ pueden ayudarnos a determinar la densidad.

¿Cuántos conejos cazas?

Es fundamental recoger los datos de las capturas durante la temporada cinegética y analizarlos con la perspectiva de varios años para valorar la tendencia local. 

¿Quién se los come? 

Su esperanza de vida es de casi 14 años, aunque rara vez superan los siete debido a que son una presa muy demandada por ciertos depredadores. Entre sus enemigos acérrimos destacan el meloncillo y muchas rapaces y otros carnívoros de mediano tamaño.

¿Hay muchos brotes de enfermedades? 

Tampoco debemos olvidar estar atentos a la presencia de posibles brotes de enfermedad en nuestras poblaciones que puedan marcar drásticamente la evolución de las mismas en pocas semanas. 

conejo con mixomatosis
Conejo con mixomatosis. /Shutterstock

Las enfermedades te dirán cuándo y dónde cazar

El efecto del descaste en las poblaciones variará en función del punto de partida de las mismas, pudiendo ser la densidad local de conejos el mejor indicador para establecer su conveniencia o no, en base a las cifras indicadas con anterioridad.

Sin embargo, también es necesario considerar otros aspectos que nos den idea de la posible capacidad de recuperación de las poblaciones tras la realización de esta modalidad. Algunos de estos factores son la calidad de un hábitat con alimento suficiente, refugio, suelo de calidad donde realizar madrigueras y vivares, una gestión adecuada de predadores y un aprovechamiento cinegético que garantice la sostenibilidad de las poblaciones serán determinantes

Otro aspecto determinante será la propia climatología, puesto que de ella dependerá tanto la actividad reproductiva de los animales como la presencia de alimento suficiente para mantener poblaciones de calidad. Temperaturas suaves y precipitaciones moderadas son dos importantes valores para la recuperación de las poblaciones.

Otro aspecto que determina de manera indiscutible el estado inicial de las poblaciones es la situación epidemiológica de las mismas, esto es, la situación en la que se encuentran las enfermedades, mixomatosis y enfermedad hemorrágico vírica.

Para conocer esta situación es de nuevo fundamental basarse en datos objetivos recogidos a lo largo de varios años en los que vayamos indicando la posible aparición de brotes confirmados de las enfermedades, la época de aparición y la posible relación con el clima previo –lluvias o temperatura fundamentalmente– las localizaciones de dichos brotes, su evolución tanto en tiempo como en número de animales afectados.

Con toda esta información seremos capaces de intuir e, incluso, en ocasiones predecir la posible aparición de un brote y por tanto contar con un argumento más para decidir la realización del descaste allí o no.