Abuelo, padre y nieto no pensaban que se harían con todo un monstruo de jabalí el pasado 11 de diciembre cuando salieron a cazar conejos. El más joven de los cazadores nos lo cuenta.

16/12/2019 | Redacción JyS

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Abuelo y nieto, con el animal. / JyS

El joven cazador jiennense Pedro José Gómez Liñán, su padre y su abuelo, José y Pedro Liñán, han vivido una bonita historia con un tremendo jabalí como protagonista, después de que el pasado 11 de diciembre salieran a cazar conejos y regresaran con este tremendo ejemplar que ha resultado ser medalla de oro.

Los tres, -abuelo, padre y nieto- son naturales de una pedanía de Beas de Segura llamada Prados de Armijo, en la provincia de Jaén. La misma mañana de la captura, y mientras Pedro José Gómez estaba preparando la superpuesta de su padre y su repetidora, al joven le dio «por abrir el cajón y echar un par de balas del calibre 12 en el chaleco», relata. Lo que aún no sabía es que ese gesto les iba a valer una gran captura.

Horas después llegaron al coto que tienen arrendado en la provincia de Ciudad Real y en el cual esa mañana recorrerían una meseta de unas diez hectáreas. «Empezamos por la cara oeste y nuestros perros, de raza podencos portugueses, rápidamente empezaron a rastrear el viento y el olor a conejo. En toda esa ladera, pudimos disfrutar de un total de diez lances a conejos en zona de arroyos, zarzas y matorral bajo», nos cuenta Pedro José.

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El jabalí y la tablilla. / JyS

Al llegar a la zona sur de la meseta, se juntaron todos los cazadores para comentar dónde seguirían cazando. «Decidimos tomar la cara este de la meseta, por la cual teníamos el viento de cara, cosa que jugaba a nuestro favor», admite Pedro José.

Gómez, al ser el cazador más joven de la cuadrilla, ascendió a lo alto de la meseta, en total unos 300 metros de desnivel: «Me adelanté para ir a cubrir una zona de ‘bocas’ que hay en la misma», sigue reseñando. «Cuando iban avanzando los perros, mi abuelo y mi padre iban a media falda y, al llegar a una zona de jaras, mi padre me alertó con una voz: ¡Ahí va!».

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Otra imagen del jabalí. / JyS

Pedro José quitó en ese momento el seguro del arma, se preparó para la salida de alguna carrera de conejo con perro y esperó, pero otra voz que procedía de nuevo de su padre le alertó una vez más «¡El gorrino!». «Yo no sabía qué hacer, puesto que no sabía ni la dirección que llevaba. Tras verlo asomar «a unos 80 metros», rápidamente tiré del cerrojo de la repetidora y la vacié, metí una bala y pensé: Voy a tirar, pero no le doy ni por asomo», comenta. «Apunté bien el arma y disparé», dice.

En el primer lance el jabalí sorprendentemente cayó, pero pronto se volvió a levantar, por lo que el cazador cargó una bala más, disparó y fue cuando por fin lo abatió. «Mi perplejidad no me permitía hablar: sólo me salió correr hasta la pieza y, claro, mi sorpresa fue mayúscula cuando llegué y vi el resultado del lance», confiesa el joven.

«Nunca había cazado un jabalí y la primera vez… ¡medalla de oro!», admite. «Ese día lo tengo marcado y cuando me pongo a recordarlo, todavía noto el temblor que sentí al verlo correr de entre las jaras. Nunca lo olvidaré y menos con la compañía que tuve: mi padre y mi abuelo, los dos grandes mentores de mi caza», finaliza.