Por Juan Arce (Ingeniero Técnico Agrícola)

La ronca, como la berrea del venado, es la llamada con que los gamos (Dama dama) tratan de cortejar y atraen a las hembras y de disuadir a otros machos de competir por ellas. No se trata de un bramido como el del venado. Es un sonido grave más corto y gutural –similar a un gruñido en forma de ronquido– y entrecortado, similar en ocasiones a un golpeteo de latas.

Es también como se conoce a la época de celo de esta especie, que tiene lugar entre finales de septiembre y el mes de octubre –con variaciones en función de la latitud, ya que suele comenzar antes en el sur– con el objetivo de que los partos, tras ocho meses de gestación, tengan lugar en el momento de mayor disponibilidad de alimento en el monte –finales de primavera–.

Desafiante y pendenciero

Con el celo en marcha, los machos disgregan los grupos familiares –hasta ese momento formados por hembras y crías– en su puja por formar sus harenes. Formados por una media de entre ocho y diez hembras, serán más numerosos cuanto más potente y grave sea la llamada de su dueño y su fuerza para defenderlos.

En esta competición por perpetuar sus genes los gamos se vuelven más descuidados, olvidándose incluso de comer, y exhiben un comportamiento desafiante con sus competidores que puede desembocar en una encarnizada lucha ‘a palazo’ limpio.

En el momento del cortejo se vuelven más sutiles: primero rozan sus palas en los flancos de la hembra, emitiendo ligeros ronquidos. Si ésta se quedará inmóvil y levanta la cola le está indicando que está receptiva. Un último paso, y objetivo cumplido.

Dos gamos peleando durante la ronca. @Shutterstock
Dos gamos peleando durante la ronca. @Shutterstock

Intenta cazar el gamo por la mañana o al atardecer

A pesar de que los gamos no se esconden en la espesura más cerrada, como los grandes venados, también buscan refugio en el monte durante el día. Por tanto, el amanecer y el atardecer son las mejores horas para intentar conseguir nuestro objetivo: los encontraremos en zonas desarboladas y con la guardia baja, pues toda su concentración la dedican a sus quehaceres reproductivos.

En las horas centrales del día podemos encontrarlos en las sombras, reposando tumbados pero siempre en actitud de alerta: al menor indicio de peligro podremos comprobar cómo en décimas de segundo, gracias a sus patas como muelles, ponen tierra de por medio. Si nuestro objetivo es un trofeo, el comienzo de la ronca, a finales de septiembre, es el momento idóneo para rececharlos. Más adelante, debido a su carácter pendenciero y combativo en esta época, es frecuente localizar ejemplares con sus palas fracturadas y las puntas rotas como consecuencia de sus luchas.

Sigue sus ronquidos

No es fácil hablar de querencias, ya que en tiempo de celo no impera la lógica. Como norma general, encontraremos a los machos junto a las hembras, formando sus harenes. Si nuestros objetivos son los de mayor edad, los tendremos que buscar en zonas menos concurridas, principalmente en suaves colinas con abundante arbolado y con núcleos de monte bajo donde el gamo sitúa su encame, siempre próximo a las áreas abiertas de campeo desde donde vigila a las hembras.

Otra buena querencia, sobre todo en días de calor, son las zonas de sombra. Allí se retiran los machos en las horas centrales del día después de una mañana de escarceos amorosos. A la hora de moverte, guíate por sus ronquidos, intentando diferenciar los machos más adultos por su tono de voz más grave. 

Un gamo emitiendo su ronquido. @Shutterstock
Un gamo emitiendo su ronquido. @Shutterstock

Modo principiante vs experto

El gamo prefiere hábitats con orografía y clima suaves, pero también es capaz de adaptarse a relieves más exigentes. En los cazaderos más ‘favorables’, como las dehesas de Extremadura y Castilla-La Mancha, el lance no suele presentar muchas dificultades; la incertidumbre es mayor cuando el terreno se vuelve abrupto, como en las sierras de los Pirineos.

Sus luchas y ronquidos de amor tienen lugar en las primeras horas del día y la noche, momentos que aprovecharemos en la dehesa para rececharlos de mañana o esperarlos, por ejemplo, al atardecer. Cazarlos en montaña es mucho más complicado. Localizar nuestro objetivo para después rececharlo o colocarnos en su querencia nos puede exigir largas caminatas, y debemos estar entrenados para realizar tiros largos y con apoyos poco estables. 

Aprende a valorar sus palas

Cuándo hemos podido aproximarnos a distancia de tiro, y con la adrenalina por las nubes, debemos mantener la calma unos instantes. No será fácil comparar sus palas, ya que en esta época suelen tener un comportamiento bastante solitario.

En un primer vistazo nos fijaremos en su anatomía: los ejemplares más corpulentos, de tronco grueso y cuello hinchado, suelen ser los portadores de los mayores trofeos. Analizaremos después la envergadura y composición de sus astas. En una vista frontal sólo podremos valorar su simetría; esperaremos a conseguir una visión lateral para comprobar si presentan una forma, masa y longitud homogéneas, cuál es el estado de las puntas y la longitud de las luchaderas…

No debemos olvidarnos de las escotaduras, esas pequeñas hendiduras entre las puntas de la pala: harán que ese trofeo sea único, pero también puede penalizar su puntuación final. Por último, descartaremos siempre las palas hendidas, arriñonadas y deshilachadas.

¿Cuánto te costará cazar un gamo en ronca?

Suele haber una gran diferencia de precios entre un trofeo medalla y uno representativo. También varían en función del escenario: fincas abiertas o cerradas, reservas de caza…

Por poner algunos ejemplos, los sorteos de las reservas y cotos de Andalucía establecen precios que van desde 825 euros por un representativo a 900 por un trofeo –al que habría que añadir una cuota complementaria en función de su puntuación: 500 euros por un bronce, 1.000 por un plata y 1.500 por un oro–.

En fincas abiertas, donde la importancia que se concede al trofeo es menor, se suele fijar una cantidad, sin tener en cuenta su puntuación, que puede rondar los 1.500 euros. En una cerrada los precios varían desde 1.530 euros por representativo y 3.010 por un oro.

¿Cuáles son los mejores cazaderos de gamo?

Podemos dar con un gran gamo en cualquier lugar de España, pero sus mejores poblaciones se encuentran en el centro y sur de la Península: Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid y las provincias meridionales de Castilla y León.

La mayoría de los diez primeros del ránking nacional han sido cazados en fincas privadas en estas zonas. El primer puesto lo ocupa el abatido en la finca La Alcaría de Cádiz por Javier Corsini en 1998, con 224,77 puntos y del que destacan los 82 centímetros de longitud de cuerna y los 26,5 de ancho de sus palas –en la foto–.

El récord de España de gamo en abierto fue cazado en 2013, en Mata i Pleta El Basco (Lérida), por Francisco Javier Álvarez. En total dio con 202,12 puntos.

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