En los últimos años se ha hecho habitual encontrar vídeos que retratan una cara menos conocida de las cigüeñas: su capacidad para cazar pequeños animales. Un de ellos causó un gran revuelo en redes sociales, al mostrar cómo seis ejemplares de cigüeña blanca persiguen con insistencia a una liebre en mitad de un rastrojo. La escena no deja lugar a dudas sobre el efecto que puede tener la sobrepoblación de estas aves en otras especies silvestres.
Compartido por Manuel Fernández en Facebook, el vídeo deja constancia del comportamiento predador de estas grandes zancudas. Durante varios segundos, la liebre corre como alma que lleva el diablo mientras el grupo de cigüeñas la rodea y trata de acorralarla. El propio autor lo resume con una frase directa: «Ahí está la prueba de que se las comen».
Una población al alza
El fenómeno no es nuevo. Desde hace años se viene advirtiendo del crecimiento sostenido de la población de cigüeñas en España. Los censos realizados apuntan a un aumento espectacular: de unas 33.000 parejas en 2004 se pasó a 42.000 en 2014, un incremento impulsado por la facilidad para encontrar alimento, sobre todo en vertederos.
A falta de un censo oficial más reciente, todo indica que la tendencia ha seguido al alza. Cada vez es más frecuente observar grandes bandos alimentándose en charcas, basureros y zonas agrícolas, donde encuentran reptiles, anfibios, micromamíferos… e incluso aves o crías de conejo.
¿Qué supone esto para la fauna?
El problema se agrava cuando estas concentraciones de cigüeñas se vuelven estables en zonas rurales. A diferencia de hace décadas, ahora muchas de estas aves ya no migran, y permanecen todo el año en sus territorios, lo que multiplica su presión sobre la fauna local. Especialmente en momentos como durante la época de cría de la liebre u otras especies, la presencia constante de un superdepredador oportunista como la cigüeña puede tener consecuencias relevantes.
El vídeo que que hemos compartido en estas líneas es una muestra clara del desequilibrio ecológico que puede provocar esta situación. Lo que durante años fue un icono entrañable de los campanarios se ha convertido, en algunos lugares, en un factor de presión sobre especies que ya enfrentan otros muchos desafíos.