Christian Gortázar, catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha, investigador del IREC -Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos- y uno de los científicos con mayor reconocimiento mundial en enfermedades en animales silvestres y zoonosis, ha sido otro de los nombres con autoridad que han criticado el proyecto de la ley animalista del Gobierno. Después de que ya lo hicieran otros personajes de renombre como Javier Castroviejo, el último gran biólogo y naturalista ibérico, ahora Gortázar defiende que «el animalismo radical discute que haya especies dominantes, las personas, los hombres y especies aprovechadas por esas especies dominantes».  

Sobre la castración de animales que recoge el texto del Gobierno, cree que «ya bastante regulación tenemos en todos los aspectos de nuestra vida como para que encima nos corten la libertad de poder criar o no criar un perro, un gato o lo que tengamos en casa. Para empezar es una cuestión de derecho privado y de hartazgo del exceso de regulación que tenemos en general», expone.

Y advierte: «Vamos a perder pool genético porque necesariamente si reducimos la reproducción a unos pocos núcleos más profesionalizados, al final el pool genético, el conjunto, se va a perder, y desde luego, a escala de la pequeña variedad, el perro al que estamos acostumbrados como cazadores, como ganaderos, al que está especializado o al que está adaptado a según qué circunstancias locales, etc… esas características propias, necesariamente se irían perdiendo».

Sobre las colonias de gatos y el papel ideológico del animalismo en la ley

Sobre la ley y la protección que defiende de las colonias de gatos, además de la carta que los científicos han realizado sobre este problema, expone que la principal motivación de esa misiva «está relacionada con la equivocada gestión o la equivocada aproximación a la gestión del gato no mascota desde el punto de vista de la conservación de fauna silvestre. El gato no es un bicho que viva de forma colonial de forma natural, eso simplemente son comederos y auténticas guarrerías urbanas toleradas por los Ayuntamientos porque no se atreven a enfrentarse a la situación».

Por último, sobre el papel ideológico del animalismo en la ley, Gortázar expone que, «progresivamente, lo que yo llamo el síndrome Bambi de nuestra sociedad, esa sociedad urbana está derivando cada vez más hacia el lado ético animalista religioso, si queremos, en detrimento del lado utilitarista donde entrarían las cuestiones más prácticas del aprovechamiento de los recursos que nos ofrecen los animales que van, por supuesto, desde lo afectivo hasta la caza, la ganadería o cualquier otro uso de los animales. De hecho, el animalismo radical discute que haya especies dominantes, las personas, los hombres, y especies aprovechadas por esas especies dominantes. Es decir, ellos plantean un concepto que es el antiespecismo: no hay especies mejores o mayores, o más importantes o prioritarias frente a otras», concluye Gortázar.

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