El pasado 11 de octubre, la cuadrilla Izabalas de caza mayor de Artajona (Navarra) cazó dos jabalíes de infarto, uno de ellos medalla de oro, tal y como ha relatado a Jara y Sedal uno de sus integrantes, Manu Cabañas.

Los cazadores batieron ese día varios maizales. Nada más entrar un perro comenzó a marcar a parado. Uno de los perreros se apresuró a llegar, pues la recova comenzaba a arremolinarse y estaba en una acequia de carrizos que dividía una de las fincas.

Al momento saltó un robusto jabalí corriendo. En cuestión de segundos Manu advirtió su presencia: «se acercaba hacia mí como un elefante entrando en una cacharrería, tumbaba los maíces a su paso como si fuera un tren. Al llegar al orillo del maíz y verme dio media vuelta», explica Cabañas.  

De esta forma el animal enfiló hacia una carretera aledaña, presentándose un momento de peligro. Por ello el jefe de batida aconsejó por la emisora que los resacadores cortaran el paso lo antes posible. Fue entonces cuando uno de los perreros, Mikel Andueza, aprovechó un cerro elevado en medio del maíz para tratar de detenerlo.

Tal y como Manu había advertido, el animal llegó de nuevo tirando los maíces de una manera sorprendente. Mikel encaró su escopeta y con un certero disparo lo tumbó a escasos metros. Tuvo que repetir el disparo ya que los perros llegaban y el animal tenía imponentes navajas. Fue costoso sacar aquel jabalí del maíz ya que su peso fue de 107 kilos.

Mikel, con su gran jabalí.
Mikel, con su gran jabalí.

Una nueva batida… y un nuevo jabalí de infarto

Tras recoger todo, decidieron dar otra batida en una finca de maíces en la que el rastreador había localizado unas huellas de jabalí muy grandes, curiosamente el mismo lugar que se abatió este gran jabalí años atrás.

La batida se celebró con normalidad y sin sobresaltos, pero cuando iba tocando a su fin y los perros volvían hacia el coche, un podenco comenzó a chillar de manera escandalosa en los últimos metros de finca. El perrero enseguida advirtió sorprendido por la emisora que había visto pasar un jabalí grande ante él.

El animal remontó la pieza de maíz hacia las últimas posturas: «Fue entonces cuando vi de nuevo cómo los maíces se movían de forma escandalosa hacia mí, delatando su presencia y como si de un déjà vu del anterior lance se tratara», añade el cazador.

El animal salió del maizal pero, al disparar la postura de al lado, se apresuró a darse la vuelta y buscó refugio de nuevo. «En ese momento solté dos disparos y vi que entraba pegado. Por el tamaño del animal y estando solo en esa finca, deduje que sería un macho solitario, tendría buenas defensas, y herido frente a los perros en el maizal iba a ser todo un peligro. Con los perreros advertidos, pero a mucha distancia del lance, entré rápidamente junto con los perros», relata.

«Conforme llegaba y escuchaba ladras a parado pregunté la posición de los resacadores por el walkie para colocar el disparo de remate sin peligro alguno. Fue entonces cuando lo vi por fin; se estaba enfrentando a los perros. Al momento no me percaté de los tremendos colmillos que tenía, pero sabía que había peligro. Lo tenían agarrado del trasero y afortunadamente no me vio, si no me habría atacado», sigue describiendo aún emocionado el joven.

«Cuando vi que la zona de disparo estaba libre encaré el rifle. Al disparar, el animal levantó la cabeza junto con las patas delanteras medio metro hacia arriba como embistiendo. Cuando le vi la boca no daba crédito. Ya de por si el animal era una mole que impresionaba junto a los perros», confiesa el cazador.

Manu, con su jabalí medalla de oro.
Manu, con su jabalí medalla de oro.

Este segundo jabalí dio 102 kilos de peso y un tremendo trofeo

Dio 102 kilos de peso y fue muy parecido al capturado ese mismo día, pero el trofeo era sin duda espectacular. Tuvieron que sacarlo del maíz nuevamente de forma laboriosa: a relevos, dos personas tirando y con los perros agarrándose. Una vez en la orilla, decidieron sacarlo tirando con un pickup, ya que había un carrizal de anchura y profundidad considerable.

Manu decidió homologar el trofeo en la delegación navarra de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza. Una de las personas encargadas de hacer las mediciones según lo vio y tuvo en sus manos me dijo «este trofeo es oro seguro». Efectivamente, dio una medalla de oro de casi 118 puntos de los que el homologador destaca: «La anchura de las amoladeras. Es impresionante, de unos 8 centímetros de grosor y la simetría que tiene el conjunto del trofeo es casi impecable. Estos colmillos tan gruesos son signo de que ese animal vivió 6 o 7 años por lo menos».

Como curiosidad, en esta misma finca y postura abatió Cabañas el 6 de diciembre del 2016 uno de sus primeros jabalíes que pesó 105 kilos pero que apenas había desarrollado boca por su juventud. Cabañas está a la espera del certificado y medalla, así como el trofeo entablado.

Detalles de los colmillos del jabalí medalla de oro.
Detalles de los colmillos del jabalí medalla de oro.