El pasado domingo, 26 de mayo, fue un día que a Calixto Torres García, cazador, le costará olvidar. La jornada comenzó como otra cualquiera, sin ni siquiera poder imaginarse lo que estaba a punto de vivir. Al final de ella acabaría con dos ejemplares de corzo abatidos tras un complicado lance y con tan solo una hora de diferencia.
Tal y como el mismo cazador ha contado al equipo de Jara y Sedal, estos hechos tuvieron lugar en un coto ubicado en la provincia de Guadalajara. «Ha sido un día que recordaré toda la vida», ha destacado, «no solo por el hecho de haber podido abatir dos corzos, sino por haber seguido las recomendaciones de mi compañero de fatigas, mi padre».
Una pasión heredada de su padre
Todo comenzó en torno a las 06:20 horas, «con el rifle a cuestas, camino de las vaguadas». «Aquí es donde mi padre, con buen criterio, me recomendó ir tras haberlas recechado la semana anterior, esta vez sin fortuna para él», ha explicado.
Al llegar a la zona, de repente, escuchó ladrar a un corzo en la parte baja, al que también vio correr «como si algo le hubiera espantado», pero acabó perdiéndose en la espesura. «Unos segundos más tarde», ha continuado contando, «otro corzo replicó con un tono mucho más grave». Fue entonces cuando pensó que era el ejemplar que estaba esperando.
«Sin perder tiempo intenté ganar terreno para poder ver el fondo de la larga vaguada. Volvió a ladrar y esto hizo que supiera el punto exacto donde se encontraba. Le vi paleta, cuello y cabeza», ha detallado Torres, «el resto tapado con pinos».
Tras esto, preparó el disparo, con una separación de «unos 130 metros aproximadamente». «Intenté calmar los nervios y apreté lentamente el gatillo hasta que el tiro me sorprendió. El animal cayó fulminado poniendo un punto y seguido al rececho», ha concluido recordando sobre este primer ejemplar.
Un segundo corzo en menos de una hora
Solo pasaron 40 minutos para que volviera a vivir una escena como esta. Dudó sobre si volver o no al coche, pero finalmente decidió seguir con la marcha en dirección contraria al vehículo, recordando las palabras que le habían llevado a cazar en esa zona.
«Mi única opción era investigar el terreno, ya que el tiro y la hora me lo dejaban cada vez más complicado. Aún así, mi ritmo seguía siendo de rececho, rececho de pinar, de tiros cortos en el que cada ruido que haces te aleja del objetivo», ha matizado.
Tardó casi 40 minutos en recorrer 800 metros cuando, de un momento a otro, llegó a la escena que su padre le había descrito «a la perfección». «A los cinco minutos comencé a escuchar como se resquebrajaba la corteza de un pino, a unos 80 metros, pero la espesura no me dejó ver qué animal producía ese ruido. Pensé en todo menos en un corzo», ha confesado el cazador.
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Sin embargo, ese segundo ejemplar salió desde «detrás de un arbusto y comenzó a rozar su cuerna con las finas ramas que descuelgan». «Me agaché y me puse a disposición de tiro. Apoyé el codo en la rodilla y esperé a valorarlo», ha detallado. «Vino hacia mí y decidí disparar. El Savage volvió a sonar en lo profundo del pinar con apenas cuarenta minutos de diferencia».
«Logré abatir el segundo corzo en el mismo rececho y aún no me lo creo», ha reconocido Torres en una publicación de su perfil de Instagram.