Hay jornadas de caza que encierran sorpresas difíciles de imaginar. Tanto que podrían formar parte de una historia de ficción. La caza del corzo que protagoniza estas líneas es una de ellas, ya que cuenta con una buena dosis de sorpresa y con un elemento casi mágico que aparece hasta en los libros de Harry Potter: una piedra bezoar.

Todo sucedió el pasado sábado en una zona del Prepirineo catalán de la provincia de Barcelona, cuando el gestor de Huntrophy, Pere Artigas, logró cazar junto a un cliente un viejo corzo de 12 años con una piedra bezoar en su interior. El animal además conservaba la borra en sus cuernas, por lo que el orgánico contactó con Pablo Ortega, conocido cazador, escritor, divulgador de temas de caza y experto en corzos, quien se hizo eco de la captura en su cuenta de Instagram. Ortega analizó las imágenes, calculó su edad en unos 12 años gracias al análisis de la mandíbula y comentó que el hecho de que aún conservase la correa «probablemente se deba a problemas hormonales consecuencia de su ancianidad».

Pero sin duda lo más sorprendente de este animal fue el hecho de que en su interior se hallase una piedra bezoar.

¿Qué son los bezoares y por qué es tan importante el hallazgo en este corzo?

A la izquierda, un bezoar tratado como una auténtica reliquia; a la derecha, el bezoar hallado en el corzo. © J. A.

Desde la antigüedad, el bezoar siempre se consideró como un objeto muy valioso ya que se creía que tenía propiedades curativas, especialmente como antídoto a los venenos. De hecho, la palabra bezoar viene del persa pâdzahr, que significa «contraveneno» o «antídoto». En realidad, estas piedras son acumulaciones de sustancias no digeribles que se encuentran en estómagos o intestinos de animales como rebecos, íbices y en cérvidos, pero no había precedentes conocidos en el corzo, tal y como comentó Pablo Ortega.

El experto escritor también expuso que los bezoares más interesantes son los que empiezan por materiales como arena y piedras y con el tiempo se van formando capas de calcio en su superficie, a semejanza de las perlas de las ostras, llamados piedras bezoar o gemas bezoares por su belleza, como es este caso, y son considerados piedras semipreciosas por algunas sociedades desde siglos atrás.

Incluso a nivel histórico, Isabel I de Inglaterra tenía un bezoar que decoraba su corona y Carlos V lo usaba ante el miedo de envenenamientos en su corte.

Así dieron caza a este peculiar corzo

El corzo fue abatido en unas difíciles condiciones, según narra Pere Artigas a Jara y Sedal: «Íbamos a cazar el último permiso de sarrio que nos quedaba en una zona muy alta de montaña. En nuestra comarca, para ir a cazar este animal tenemos que salir desde un punto muy bajo, porque no hay acceso por carreteras, y hasta que llegas arriba pasan entre dos horas y media y tres», explica.

La jornada fue bien, y lograron abatir al viejo sarrio. Poco después vieron aparecer a este animal: «Era una zona de pino muy espeso con algún claro muy puntual justo en esa zona en la que se cazó ese rebeco», detalla el orgánico. «Cogí enseguida el catalejo, eché un vistazo y me llamó mucho la atención que el animal siguiese con la borra, algo que no es normal en las fechas en las que estamos», recuerda. Pero la situación no era nada sencilla: el animal se encontraba en otra ladera y no había forma de acercarse, por lo que debían intentar hacer un disparo a 350 metros. «Creo que pudimos cazarlo porque ese día hacía mucho viento y el animal no nos podía localizar», añade.  

«El cazador se preparó, utilizó su rifle 7MM y le disparó con tanta mala suerte de que no le dio», expone. El animal, al estar a una distancia considerable, «ni se percató de lo que había pasado». «Solamente se movió tres metros y salió a una zona de claro», indica el orgánico. El segundo disparo sí que fue efectivo, en la zona de la paletilla, y cayó al instante.

La sorpresa al ir a cobrar la pieza

«A mí no me cuadraba que llevase borra y al mismo tiempo tuviese ese cuerpo de adulto. Esto puede ser más habitual en machos jóvenes y frágiles, pero este no era el caso», recuerda. «Al tenerlo en las manos, lo primero que hice fue cortarle la piel de cerca de la boca para comprobar el estado de la mandíbula, algo que siempre hago para saber realmente la edad de los corzos, ya que es la forma más aproximada y real de conocerlo». Y fue entonces cuando se llevó la sorpresa: «Vi que tenía un desgaste brutal. Era el corzo con más desgaste que había visto jamás, era muy acusado», expone.

Respecto a la cuerna, explica que la borra de ese animal «era como un cuero; es como cuando se muere un animal y se queda la piel dura, acartonada; esa era la borra, no se podía pelar. Solamente le sobresalían las puntas, por lo que era un trofeo muy particular», expone.

La piedra bezoar salió por el agujero del disparo

Cuando movieron la pieza para realizarle las fotografías, observaron una piedra negra que le salía por la zona del disparo: era la célebre piedra bezoar. Al constatar la información con Ortega, éste le comentó que él desconocía totalmente en el caso del corzo: «Es algo bastante típico en rebecos, sarrios o cabras, pero en el corzo, a fecha de hoy, no había ninguna pista de que se produjese», explica el orgánico. «Supongo que sería a causa de ser tan viejo», expone.

¿Por qué no se le había dado caza al corzo en tantos años?

Comparativa de lo que medía la piedra bezoar. © J. A.

La causa de que aguantase tantos años ese corzo sin ser cazado es que, a esas altitudes, no se sube a cazar con frecuencia: «Su densidad es baja a esta altura», indica Pere, ya que se encuentra a unos 2.000 metros. «Es terreno de sarrios. Ese animal no debió pasarlo nada bien en los inviernos crudos. Cuando nevara, solamente pudo sobrevivir comiendo agujas de pino, porque no había más. No me explico cómo logró sobrevivir tantos y tantos años», narra sorprendido el cazador. Además, «el hecho de vivir tanto es que esa zona es muy difícil de localizar y no todo el mundo está capacitado para llegar allí y efectuar un lance a esa distancia», concluye el orgánico catalán.

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