La joven cazadora Virginia Caballero es un ejemplo más de la imparable incorporación de la mujer a la caza. Es natural de Madrid, si bien en la actualidad vive en el municipio conquense de Cañamares -donde practica la caza mayor- y que también disfruta de la menor en la localidad albaceteña de La Roda.

Según explica a la redacción de Jara y Sedal, empezó a acompañar a su padre de caza con solo ocho años: «Fue el momento en el que iba a nacer mi hermana y mi madre le decía a mi padre que no me dejase sola con ella. Entonces, el alguna ocasión mi padre me dijo que si me quería ir con él de caza, y yo acepté», recuerda.

Virginia Caballero con su perro y una liebre. © V. C.

Desde aquel momento, la pasión por el mundo cinegético entró dentro de ella: «En cuanto pude me saqué el permiso de armas y hasta hoy. Cada día estoy más apasionada por esta afición», reconoce.

Las modalidades que practica

Esta joven que practica tanto la caza mayor y como la menor, también es aficionada a la caza con arco: «No obstante, voy más de caza que a cazar, porque me gusta la naturaleza, el campo, el entorno… soy cazadora y ecologista. Me paso días y días en el campo, disfrutando de él. También tengo que decir que si consigues cazar y es con arco, es la leche, más que el hecho de cuántas piezas hayas abatido», destaca.

La caza con arco, una de las más valoradas por Caballero. © V. C.

Al coto que más acude es al de Fuensanta, en las cercanías de La Roda, donde abundan las especies de caza menor en media veda y donde también disfruta de la actividad cinegética en la temporada general y el descaste. «A mí lo que más me gusta es ir con el perro, me da lo mismo perdices que conejos, pero lo que más me gusta es una muestra», explica la joven.

Virginia durante una jornada de caza en media veda. © V. C.

En cuanto a la mayor, «lo que más me apasiona son los cérvidos, el ciervo y el corzo, pero el jabalí me pone muy nerviosa», detalla sobre las especies que más aceleran su pulso. «Me encanta el rececho por lo que conlleva hacer fotografías, observar… y, en cuanto a la montería, me gusta mucho el ambiente, lo nervioso que te pones cuando empiezan las ladras…», detalla.

En cuanto a su última experiencia en rececho recuerda que ha sido junto a la cazadora Bea Rosete, a la que le tocó abatir una rebeca: «La cacé junto a ella. Fue increíble esa caza de alta montaña. He vuelto enamorada».

Su padre, el «gran y mejor compañero de caza» que puede tener

Virginia Caballero junto a su padre tras una jornada de caza de conejos. © V. C.

Su padre, según reconoce, es «el gran y mejor compañero de caza que puede tener», y es con quien comparte sus jornadas de menor. Con él, y con un sabueso de Baviera que está entrenando en rastro de sangre; aparte, usan una bretona para el resto de jornadas cinegéticas.

Además, lleva a gala el lema de que lo que se caza, se come. «Aprovechar la carne de caza es fundamental. Yo no entiendo ningún tipo de caza si no es así. Para cazar jabalíes en espera y dejarlos allí, no lo hago, porque a mí me da mucha pena. Soy cazadora y ecologista porque me como su carne, entre otras cosas».

El papel de la mujer en la caza

La cazadora con un corzo. © V. C.

En cuanto al papel de la mujer en la caza, Caballero defiende: «Cada vez somos más; no sé si cada vez se le da más visibilidad porque la mujer tiene menos miedo, pero somos más en cuanto a número. No obstante, me sigue sorprendiendo el hecho de que cuando voy con mi padre o mi pareja, otros cazadores se siguen dirigiendo primero a ellos aunque la que más pudiera entender de caza fuera yo. A pesar de ello, animo a mis amigas a que se vengan conmigo para que conozcan la experiencia», concluye la joven.