Se llama Casimiro Gómez García, fue uno de los primeros colonos de la localidad de Sagrajas (Badajoz), tiene 93 años y sigue siendo un apasionado de la caza a pesar de su edad. Casimiro es alguien que ha pasado casi un siglo practicando esta actividad y que, sobre todo, se preocupa por transmitir a los más jóvenes los valores del mundo cinegético.

Hoy uno de sus nietos, Álvaro Gómez, comparte su experiencia con esta redacción: «Mi abuelo nos sigue dando un ejemplo diario de superación, en la caza y en cualquier aspecto de la vida», comienza poniendo en valor este joven cazador pacense. Desde que prácticamente tiene uso de razón ha acompañado a su abuelo a las jornadas cinegéticas: «Nos ha inculcado a las nuevas generaciones lo que este mundo lleva consigo, y múltiples consejos que nos ayudarán durante muchos años», expone Gómez.

Casimiro fue uno de los primeros colonos de la localidad de Sagrajas. «Montó un comercio, un cine y un bar en el municipio y siempre ha estado loco por la caza: se escapaba de casa para ir a cazar con su escopeta desde niño y esa pasión lo ha acompañado siempre. Sobre todo, ha sido un hombre trabajador», describe Álvaro.

Hace unos años perdió a su mujer, «y aunque se le fue su vida, se refugió en la caza y así ha logrado salir adelante», señala. Hace años puso en marcha una pequeña orgánica con la que dar monterías, «y luego ha sido también un apasionado de la perdiz y el conejo».

La caza de la paloma en la media veda, su gran pasión

Tras una jornada de palomas. © A. G.

Si hay una pasión que identifica la vida de Casimiro esa es la de la caza de la paloma en media veda: «Me lo he llevado durante años a Madrid a cazar en esta época, pero ya se fatiga mucho», se lamenta su nieto, que este año no ha podido llevárselo. Aun así, «se tiene recorrida toda la Sierra de San Pedro en busca de las palomas, este mismo año también», expone.

Sigue preparando sus puestos de espera de jabalí

Las esperas de jabalí también son su gran pasión: «Con 93 años se sube a las encinas, hace sus puestos, hace sus comederos…», explica su nieto, que cuando es de noche acompaña a su abuelo a esperar. «Está tan apasionado por ellas como el primer día, además de por las monterías, a las que acude cada temporada en Portugal con su coche, eso sí, acompañado de alguno de nosotros», señala.  

Sus mejores consejos

En dos jornadas cinegéticas más. © A. G.

Pero el patrimonio más importante que puede dejar un cazador es el inmaterial: sus sabios consejos. Y Casimiro los tiene, y muchos. «Siempre me dice que sea persistente en las funciones y que todos los días no se puede abatir un buen macareno, pero hay que ser respetuoso con las piezas, ser trabajador y amar la naturaleza», describe su nieto.

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Este otro cazador tiene 91 años de edad, practica la actividad cinegética desde la adolescencia y el pasado año acudió junto a su nieto, Alberto Losilla, a una montería en las cercanías de su localidad natal, Almadén (Ciudad Real). Y ya ha hecho el reparto del bien material más preciado que tiene: sus armas. A cada uno de sus nietos le ha dejado una y su todoterreno para salir al monte también lo ha puesto a nombre de uno de ellos. «Es lo que más me gusta, es lo que me hace feliz y es lo que le voy a dejar en herencia: la afición y mis armas», explica a Jara y Sedal.