De niño ya cazaba jilgueros y les hacía cantar, y con ellos ganó concursos. Hoy no los ha vendido: siguen compitiendo. 

cazador fichaje Real Madrid
Kepa Arrizabalaga. / Elmundo.es

12/01/2018 | ELMUNDO.ES
Aquellos viajes eran largos para un niño de apenas 10 años. Dos o tres veces por semana, un taxi recogía a cuatro chicos en Ondárroa, un pequeño pueblo pesquero de la costa vizcaína, y los dejaba en Lezama una hora después. Acabado el entrenamiento en la ciudad deportiva del Athletic, viaje de vuelta hasta casa, donde los esperaban sus juguetes, la cena… y a uno de ellos, una docena de jilgueros. Cuando por fin ese taxi le dejaba en casa, Kepa Arrizabalaga, el protagonista de esta historia, comprobaba los progresos musicales de Oker, la comida que le quedaba a Rocky en su jaula o si Raikkonen estaría ya listo para competir en primavera.
«Alguno en el vestuario me llama Jilguero», confesaría años después Kepa. Porque sus entrenamientos en la cantera del Athletic le sirvieron para convertirse en el guardameta del equipo, con tanta solvencia que ahora, a sus 23 años, está en el punto de mira del Real Madrid y de otros grandes clubes europeos. Aquel niño es hoy el portero del momento. Y sí, también uno de los mejores silvestristas que ha habido en Euskadi en la última década.
La afición la heredó de su padre, Peio. Juntos cazaban, criaban y adiestraban jilgueros para después ganar concursos de pájaros cantores por todo el País Vasco. «Desde muy pequeño ha ayudado a su padre a limpiar las jaulas y a coger jilgueros en el monte. Siempre le ha gustado mucho», cuenta a Crónica su madre, María Ángeles, quien dado el revuelo mediático que rodea a su hijo en las últimas semanas prefiere no entrar en más detalles.
La de Kepa es una afición con cierto arraigo en el País Vasco pero bastante desconocida para el gran público. A grandes rasgos, consiste en cazar jilgueros(también pardillos) en la naturaleza (las restricciones para hacerlo son cada vez mayores) y adiestrarlos para que su canto sea el más bello posible. Suena sencillo. No lo es.
Para empezar, no todos los jilgueros sirven para los concursos de canto y puede costar un año discernir si el pájaro es apto o no. Hay dos maneras fundamentales de adiestrarlos. Lo explica Juan Goicoechea, amigo de la familia y delegado de silvestrismo de la Federación Vizcaína de Caza, cuya antigua pajarería en Bilbao está repleta de fotos dedicadas por Kepa en diferentes competiciones: «La tradicional es educar a pico, poner a varias crías junto a un pájaro maestro para que copien sus cantos, pero es un riesgo porque una mala cría puede estropear al maestroAhora lo más habitual es meter a las crías en cajas con cedés de jilgueros cantando».
Una vez adiestrado el pájaro (viven entre 10 y 12 años), llega el momento de llevarlo a competir. Los buenos educadores -y todos los expertos consultados afirman que los Arrizabalaga son de los mejores- llevan varios jilgueros a cada prueba. Compiten de tres en tres, metidos en sus jaulas, a unos tres metros de distancia, y durante 10 minutos deben dar lo mejor de sí ante varios jueces que los evalúan. A veces lo bordan, a veces simplemente se quedan callados. «El concurso es una pelea de celo entre machos», apunta Goicoechea.
Kepa lo sabe desde muy niño. Con sólo cinco años ya entró a formar parte de la sociedad ornitológica Txori Lagunak de Bilbao. «Y todavía sigue pagando la cuota religiosamente», precisa el presidente de la asociación, Adrián Salado. Sus obligaciones con el Athletic le alejaron hace ya cuatro años de las competiciones. Pero, pese a su retirada temprana, el palmarés del niño Kepa lo firmarían muchos silvestristas. Con nueve años ganó su primer concurso. Con 13, en 2008, su jilguero Oker le hizo campeón de Vizcaya, título que repitió dos años después, cuando además quedó segundo con Rocky Raikkonen. Fueron sus dos mayores logros (sin premio económico, nunca lo hay), pero amasó muchos más durante su adolescencia, peculiar por su afición y precoz en lo deportivo: con 16 años ya participaba en algunos entrenamientos con el primer equipo del Athletic.
«Era ultracompetitivo desde muy crío. Lo controlaba todo: los tiempos, el mejor momento para colocar a su jilguero, los cantos que hacía… Absolutamente todo», dice Salado. «Es incluso mejor jilguerista que portero», añade Goicoechea, que le recuerda vigilando constantemente el tiempo de las pruebas y los bibleos, cascabeles, culios y adornos que su pájaro iba enlazando.
«Adiestro a los pájaros siempre que puedo, entre los entrenamientos y los estudios», relataba un joven Kepa tras uno de sus triunfos. Hoy el también portero de la Selección ya no participa en los concursos, pero sí lo hacen sus pájaros, dirigidos por su padre. La última vez, en mayo. En este mundillo es habitual que los educadores vendan sus jilgueros (por varios cientos de euros) para que otros compitan con ellos. Los Arrizabalaga no los compran ni los venden. Crían sus propios pájaros y concursan con ellos. Es la tradición de Jilguero.