El cazador Javier Martínez Urbano vivió el pasado mes de marzo en su coto de la provincia de Cuenca una de las esperas con arco más impactantes que hemos narrado en los últimos meses en Jara y Sedal.

Martínez cuenta que en el primero de los aguardos tuvo la «suerte» de poder disparar a un jabalí muy cerca, pero con la mala fortuna de no poder cobrarlo.

Flecha partida encontrada al día siguiente de disparar el guarro y pistearlo. © J. M. U.

Tras pistear la zona, no ver rastro de sangre y revisar todos y cada uno de los lugares que rodeaban al cebadero, Javier decidió dar por perdido al animal, pero no el puesto de espera, ya que gracias a las cámaras de fototrampeo que tenía instaladas sabía que continuaban entrando animales. «Lo que no me cuadraba es que lo único que sí había encontrado era la flecha partida, y pensé que se había llevado el animal la punta dentro. Por lo que creí que habría ido a morirse a cualquier encame».

Se derrumbaron sus esperanzas en volver a ver a este macho

Segunda intentona del joven tras ver que el guarro entraba en otro cebadero. © J. M. U.

Conforme pasaban los días, se derrumbaban en Javier las esperanzas en volver a ver a este macho, no obstante, días después el cazador madrileño observó que el guarro entraba en otro cebadero cercano al que lo había fallado. «No todo estaba perdido», confiesa. Comenzaba ahora otra búsqueda intensa de este animal, pero no podía tener ni un solo fallo.

Siete días después da de nuevo con el animal, que entra al cebadero ¡con otros 14 ejemplares!

Tras comprobar a través de las cámaras que el animal entraba en otro cebadero cercano, siete días después del primer disparo fallido Javier decidió hacer una nueva espera. «En ella, me entró el guarro junto a otros catorce animales más y vi que cojeaba de la pata izquierda. Por eso, decidí no encender la luz y no disparar, esperando así una nueva oportunidad en la que lo tuviese más claro».

A la tercera, la vencida: el joven esperó dos horas con el jabalí abajo para dispararlo

Otra imagen del cazador con el jabalí tras abatirlo. © J. M. U.

La tercera intentona decidió realizarla a los 15 días de haberlo fallado por vez primera. «Aquella noche, de luna llena, el guarro entró solo y durante una hora y cuarenta minutos en los que aguanté en mi puesto no dejó de dar vueltas al cebadero sin entrar a comer, seguramente por la luz de la luna y porque ya estaba en preaviso con el anterior disparo».

Casi a las dos horas de dar vueltas por todos los alrededores del cebadero, el joven decidió disparar sin encender la linterna a unos siete metros de distancia del animal. «Solté la flecha y el ánimo acusó el disparo, ya que no tuve fe en él. En ese momento, el animal corrió desenfrenado 40 metros y se oyó un gran golpe. Después, se hizo el silencio y el toque de queda hizo que me fuera para casa», describe Javier.

Al día siguiente, vio la sorpresa: el animal había caído finalmente abatido. Una alegría para un cazador con arco, una satisfacción para un amante de esta apasionante modalidad de caza y un alivio para los agricultores de la zona.

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