El nombre de nuestro protagonista es José Julián Plasencia y la escena con estos cuatro jabalíes tuvo lugar en la finca Herdade de Camões, una de las fincas más grandes de Portugal. Lo más destacado de esta historia que nos relata el cazador es que era su primera vez solo en un puesto de montería.

«Nos encontrábamos cazando en la mancha Monte Da Porça, en la finca Herdade de Camões, una de las fincas más grandes de Portugal. Era la primera vez que cazábamos allí, tanto los orgánicos como la mayoría de los cazadores, por lo cual no teníamos referencias sobre cuáles eran los puestos más querenciosos para los cochinos, la única especie que se cazaba aquel día».

«Al finalizar el sorteo, el orgánico dijo que, si en algún puesto venían dos cazadores y disponían de dos armas, uno de ellos podría irse a otro puesto ya que sobraban varios».

«Mi padre comentó a los organizadores que nosotros traíamos dos rifles y que yo podría irme a otro puesto para cerrar la mancha. Acto seguido, el capitán de montería me llamó a la mesa donde se había realizado el sorteo y me lo encontré hablando con un compañero que estaba cambiando su postura, porque no le gustaba».

«El capitán le dio a elegir entre los que sobraban y lo cambió. Seguidamente, esa misma papeleta que acababan de devolver me la dieron a mí, el número 1 del Cierre de las Colmenas».

Su llegada al puesto

«No estaba muy seguro de irme solo, ya que siempre había monteado con mi padre o con algún amigo. Esto, sumado a que el puesto no parecía muy atractivo al haber sido devuelto delante de mí, hacía que no tuviera especial ilusión».

«Poco después llegó la hora de partida de las armadas, así que me dispuse a cargar los aperos en el coche de uno de los postores y salimos los primeros. Mientras íbamos camino de la armada, los postores me comentaban que ese puesto, sobre el papel, era malo, pero que nunca se sabía. Me arrepentí enormemente de no haberme ido con mi padre, que iba a un puesto que en teoría era bastante bueno ya que era una traviesa de dos puestos en el medio de la mancha, la Traviesa Zorras».

«Una vez en mi puesto, lo primero que hice fue cargar el rifle e ir a ver dónde estaba el compañero del siguiente, para marcarnos. El camino hasta el siguiente puesto se me hizo excesivamente largo, lo que me hizo pensar que, si habían devuelto el puesto y estábamos marcados más lejos de lo normal, sería porque no tendrían expectativas de que por allí se perdiera ningún cochino».

Le aseguraron que no iba a ver jabalíes «en toda la mañana»

«Tras un rato, comenzaron a pasar coches, este era el único camino para montar las armadas. Las caras y la forma en la que me saludaban los otros cazadores eran de compasión, porque el sitio no parecía muy cochinero, incluso un amigo de mi padre paró el coche y me preguntó si ya había tirado, a lo que le contesté que no. Se empezó a reír y me dijo que en ese puesto no iba a tirar en toda la mañana, y se fue riendo».

«Después llegaron los camiones de las rehalas, los dejaron cerca de mi puesto y soltaron. A los 10 minutos de soltar, un cochino andando tranquilamente por el limpio venía desde fuera de la mancha para entrar en ella por una gatera que tenía a unos 20 metros. Me encaré mi Mauser y le mandé 180 grains directos al codillo, quedando seco en la misma gatera por la que intentaba colarse».

© J.J.P.

«Me acerqué y lo quité del paso por si venía algún otro, aunque sin mucha esperanza, pues las expectativas que tenía de ese lugar eran bajas y pensaba en ese momento que ese guarro sería un despistado volviendo a la seguridad que le proporcionaba la mancha».

«La montería siguió su curso normal y se escuchaban muchas ladras y tiros, pero a lo lejos, y yo creía que ya había cumplido expediente, que para mí había terminado la montería. Nada más lejos de la realidad, pues una hora más tarde del primer lance veo otro cochino malleando en busca de la gatera que yo custodiaba. Al encararme, me vio y se dio la vuelta tapándose con las jaras pegadas a la malla sin darme opción a tirarle en ese momento, pero pocos segundos después salió al llano corriendo a toda velocidad y le receté una Norma».

«El tiro fue un poco trasero. Rápidamente acerrojé y disparé un segundo para rematarlo, dejándolo tieso. No me lo podía creer, en un puesto en el que nadie daba un duro, me había quedado con dos cochinos, y ya empezaba a pensar que ese paso era muy querencioso».

© J.J.P.

Abatió otros dos

«Al cabo de una hora, me pareció ver por el rabillo del ojo una gran silueta negra sin hacer ruido y andando tranquilamente. Era otro cochino con muy buen porte al que se le veían las defensas. Este fue directo a la gatera, rápidamente me encaré y disparé antes de que llegase al alambre por el que pretendía pasar, dejándolo patas arriba. Me acerqué a separarlo para dejar la querencia libre, pero era demasiado grande para moverlo».

© J.J.P.

«En ese momento fue cuando escuché un tropel, lo que me hizo volver a mi puesto a por el rifle. Al llegar, me encontré por el llano corriendo a toda velocidad un cochino dirección a la famosa gatera. Le tiré, y el impacto quedó un poco trasero. El jabalí, al sentir el disparo, se revolvió sobre sí mismo, pero antes de que diera la vuelta completa, ya le había encajado un segundo tiro».

«Poco después volvieron los perros a los camiones, dando así fin a la montería. Al igual que había pasado todo el mundo dirección al cazadero, tenían que pasar por allí para salir de él. Ahora ya no había caras de pena y compasión, estas se habían tornado en caras de incredulidad. Muchos fueron los que se pararon y me dieron la enhorabuena. Los allí presentes no podían creer que, en aquel puesto poco cochinero, un chaval de 19 años, el primer día que se iba solo, se hubiera quedado con cuatro cochinos, entre
ellos un navajero
».

© J.J.P.

«Este día aprendí que la caza es totalmente imprevisible, es una montaña rusa de emociones, y que nunca hay que juzgar un puesto hasta que no termine la montería».


Padre e hijo cazan dos increíbles jabalíes en la última montería de la temporada


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