Por Juan José Lavilla

Hablar de polivalencia es hablar del braco alemán. Con él podemos cazar todo: perdices en llanuras y montañas, faisanes y becadas en bosque cerrado, codornices en acequias, rastrojos y en prados de montaña rodeados de helechos; trabajará el rastro de liebre y de conejo sin problemas; nos lo llevaremos al puesto y cobrará patos, palomas, tórtolas, zorzales o perdices en ojeo; trabajará el agua sin descanso y localizará, desalojará y cobrará los patos después de ser abatidos entregándolos a la mano; entrará al zorro con decisión y fuerte carácter portándolo con facilidad; nos acompañará en los recechos de reses o esperas de jabalí y los rastreará llevándonos hasta esa pieza a la que hicimos sangre pero que se marchó a gran distancia; puede ser uno más de una cuadrilla de perros para una batida de cochinos. ¿Qué más se puede pedir? Sólo es cuestión de invertir tiempo adiestrándolo para todas las disciplinas venatorias.

El braco también sabe adaptarse al terreno donde se caza. Se trata de un perro inteligente capaz de batir el campo con cabeza: de igual modo que en la planicie castellana abre bien los lazos y arriesga en la búsqueda, en monte cerrado caza más corto, a tiro de escopeta. Su buena memoria y su fuerte carácter le permiten distinguir, en cada momento, la función que se espera de él.

No supera al pointer en la espectacularidad de la muestra ni en la velocidad de búsqueda. Tampoco supera al setter en cuanto a su movimiento y la amplitud de sus lazos, ni al sabueso con los rastros, al podenco tras los conejos o al labrador con las acuáticas. El braco alemán se creó para cazar todo, y cumple este cometido a la perfección. No es una raza especialista en una faceta concreta, pero sí es un animal sobresaliente en todo. Es pura ‘ingeniería’ alemana creada para aquellos cazadores que exigen a su perro fuerza, resistencia, funcionalidad, adaptabilidad y una gran capacidad resolutiva.

Su adiestramiento no es complicado, siempre que el perro aguante el trabajo: si se ‘raja’ a las primeras de cambio, es asustadizo y receloso o agresivo, no interesará. Tenemos que ser constantes, aprenderá rápido, pero también nos medirá –¡a ver quién puede más!–, algo que suele ocurrir con los más dominantes –mis preferidos–. Hay que ser firme cuando necesite correcciones.

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Adapta su forma de caza al terreno

El braco alemán es un galopador medio de movimientos fluidos y constantes; no transmite la sensación de correr forzado o de forma desenfrenada. Hay que buscar la constancia del galope fácil, y no la velocidad. Su búsqueda tiene que ser amplia, bien abierta, pero siempre en contacto con el cazador.

El galope tiene que ser constante, armonioso, elegante y fácil, con el cuello por encima de la horizontal con un porte de cabeza móvil y alto. Para esto es importante que nuestro perro tenga una buena construcción: una correcta morfología garantiza un buen movimiento.

Las tomas de emanación deben ser por alto: un perro elegante llevará un buen porte de cabeza y ‘enganchará’ la caza con más facilidad que el que va por abajo constantemente. La muestra debe realizarla con el cuerpo rígido, el rabo recto en un ángulo de unos 45º con la horizontal, la espalda recta, el cuello tenso y la cabeza bien alta, con cierta soberbia. No se permite que el braco alemán muestre tumbado.

Domenico Covolo, criador italiano de bracos y juez internacional, describe así la toma de emanación y la muestra: «Si el perro percibe la caza a gran distancia reduce su andadura poniéndose al trote, las orejas alzadas, el cuello tenso, con una ligera flexión de los miembros. Cuando le sorprende la presencia de caza se paraliza por completo bajando el cuerpo sobre sus miembros en flexión; a veces muestra bruscamente, in situ, como si se hubiese disparado un resorte. Hay una gran belleza en sus muestras, incluso en las poses más desesperadas». En la guía debe permanecer tenso, con autoridad y hasta cierta ‘chulería’. Si las perdices están a una distancia considerable y se ‘corta el aire’, puede rastrear algunos metros con decisión para retomar la emanación por alto y volver a mostrar la pieza.

Cómo elegir un buen ejemplar

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El braco alemán ha de tener una buena planta con unas líneas fluidas, cabeza enjuta y fuerte con buen porte, cuello fuerte, inserción de rabo alta, espaldas rectas, pecho profundo, la piel lisa y tersa y el pelo brillante. La talla en los machos debe oscilar entre los 62 y 66 centímetros, y entre 58 y 63 en el caso de las hembras. En cuanto al peso, hay que evitar ejemplares ‘aligerados’ o demasiado pesados.

Su carácter debe ser fuerte, firme, equilibrado y fiable, huyendo de aquellos que se muestren nerviosos, tímidos, hiperactivos y agresivos. Ha de ser capaz de permanecer quieto durante horas en una espera para cuando llegue el momento desatar su fortaleza y carácter frente al jabalí herido.

Un buen braco no debe ser problemático. Al tratarse de un perro muy equilibrado, no presenta problema alguno en la convivencia habitual familiar. Se adapta perfectamente al estatus familiar lógico. Es paciente con los niños, limpio, agradable… ¡no molesta! Algunos de mis perros están en casa y jamás he tenido problemas de convivencia con el resto de vecinos, muchos ellos también con perros. Al final, son unos miembros más de mi familia que me acompañan, siempre que tengo ocasión, donde quiera que vaya. No hace mucho me preguntaba un amigo si seguía llevando los perros jóvenes a Pamplona por San Fermín. «Por supuesto», le respondí, «es la mejor manera de sociabilizarlos. Si aguantan un día por la calle Estafeta en fiestas, seguro que no tendrán miedo a nada».