Ecologistas en Acción, SEO/Birdlife y AEMS Ríos con Vida se salieron con la suya en marzo de 2016 al conseguir que se considerase especie invasora, sentenciándola a su exterminio. Aunque la Administración de Murcia aseguró en un primer momento que el plan de erradicación no había comenzado, Jara y Sedal viajó hasta allí para comprobar in situ que esto no era cierto. Los funcionarios públicos fueron armados hace meses con unas instrucciones muy claras: «Matarlos a todos. Que no quede ni uno». Y la orden se está ejecutando.
15/3/2018 | Redacción JyS

La introducción del arruí (Ammotragus lervia) en España fue recomendada por el biólogo José Antonio Valverde con la intención de dotar de valor económico al territorio y favorecer su conservación, en un intento por paliar la desaparición en la zona de la cabaña ganadera e incrementar la diversidad cinegética de la Península. Procedentes de los zoológicos de Frankfurt y Casablanca, los primeros ejemplares fueron liberados en Sierra Espuña en 1970. En 1972 se repitió el proceso en la Caldera de Taburiente, en la canaria isla de La Palma.
Para proteger a la especie, en 1973 se creó la Reserva Regional de Caza de Sierra Espuña, una superficie de 14.183 hectáreas que comprende los municipios de Alhama de Murcia, Totana y Mula. La población de arruís se incrementó rápidamente y en 1977 era de 300 individuos. Ese año arrancó su gestión cinegética controlada y el traslado de ejemplares a fincas aledañas. Pero lo que para muchos fue una oportunidad económica, social y ecológica para otros significó una amenaza para las especies autóctonas. En 2011, Ecologistas en Acción, SEO/Birdlife y AEMS Ríos con Vida solicitaron su inclusión en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, contemplado en la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, argumentando que 20 años antes, en 1991, se habían detectado ejemplares afectados por la sarna sarcóptica y existía riesgo de que la contagiase a la cabra montés o desplazase a ésta de su territorio.

Orden de exterminar los arruís

El 19 de marzo del 2016, el Tribunal supremo dio la razón a un recurso presentado en 2011 por Ecologistas en Acción contra el Real Decreto de Especies Exóticas Invasoras que regulaba el catálogo y el destino de cada una de ellas, y que permitía mantener un número determinado de arruís en los montes de Murcia. Así los ecologistas conseguían la aprobación, por ley, de su exterminio… sin aportar argumentos científicos. En la actualidad, agentes medioambientales y celadores están encargándose de abatir las piezas marcadas en el plan diseñado por la administración murciana para exterminar el arruí de su región. Este contempla dos períodos: uno de control, en el que intensificará el abatimiento de ejemplares hasta «unos niveles que generen los mínimos perjuicios para el medio», y otro de erradicación para exterminar la especie. La primera parte de este plan establece «un cupo decreciente de animales abatidos hasta 2021, cuando deberían quedar menos de cien individuos en Sierra Espuña». Con una densidad esperada de menos de dos arruís por hectárea daría comienzo la fase final, marcando un objetivo de entre 40 y 60 ejemplares abatidos cada año hasta su erradicación.

Armados con dinero público

exterminio del arrui
Nuestro cámara pudo fotografiar a una cría que aguardaba junto al cadáver de su madre, muerta el día anterior. / JyS

Según el Gobierno de Murcia, la puesta en marcha de este plan de aniquilación está a la espera de la respuesta a la petición que el Congreso realizó al Gobierno para que permita cazar y pescar las especies que prohibió el Supremo. La realidad es muy diferente. Jara y Sedal ha podido comprobar in situ que la Administración ya ha dado luz verde a la aniquilación de la especie. Y para ello ha destinado fondos públicos para comprar armas y munición a los agentes medioambientales y celadores, como ha reconocido a esta revista uno de ellos que prefiere salvaguardar su anonimato: «Matamos ejemplares de manera indiscriminada, quedando los cadáveres en el campo sin ningún control. Hembras, machos, crías… es una matanza». Los cuerpos en descomposición se ven por todas partes, como nuestras cámaras pudieron registrar y mostramos en este reportaje, lo que no sólo empobrece la imagen del entorno restándole parte de su valor turístico: su presencia puede suponer un importante riesgo de propagación de diversas enfermedades, tanto víricas, como bacterianas o parasitarias –tuberculosis, cisticercosis, enfermedades víricas…–.
En la orden de vedas 2017-2018 de Murcia el arruí se encuentra fuera de las lista de especies cinegéticas. Sin embargo, podría detenerse la matanza y autorizarse de nuevo su caza si sale adelante la propuesta del PSOE en el Congreso de modificar la Ley de Patrimonio Natural. Mientras, los celadores siguen adelante con su orden y su población se reduce cada día que pasa.

¿Qué supondría su exterminio?

Según Alfonso San Miguel, catedrático de la Escuela de Ingeniería de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid y autor del libro El arruí, oportunidades y amenazas, «este ungulado pastador desarrolla la función que antaño realizaban los rebaños de cabras y ovejas. Si desapareciese, difícilmente encontraríamos una especie tan beneficiosa para el hábitat y el futuro de la sierra sería la de un abandono peligroso que derivaría en riesgos de incendios y en la definitiva extinción de las especies autóctonas arbustivas de este ecosistema».
En cuanto a la calificación de especie exótica invasora, San Miguel sólo está de acuerdo en lo de exótica: «Es una especie introducida, pero no se pude catalogar de invasora tal como marca la directiva europea porque no causa perjuicio en la biodiversidad que la rodea. Al contrario, ejerce de ingeniero de ecosistemas cumpliendo funciones de dispersión de semillas, de control de pastos herbáceos, de dispersión de fertilidad y de apertura de claros o como oferta de alimento para los necrófagos –buitres, quebrantahuesos o águilas reales–. Debe seguir existiendo. Sin su presencia el ciclo natural está claramente en peligro».
En cuanto al choque con otros ungulados como la cabra montés, como se ha venido publicando sin trasfondo científico, San Miguel deja claro que «esta teoría nunca se ha demostrado y, por tanto, las medidas de su erradicación no tienen razón de ser». Para la Asociación Defensora de Herbívoros contra Incendios Forestales, declararlo especie invasora es ilógico, pues «no reúne uno solo de los requisitos: no contamina, no se hibrida, no trasmite enfermedades, no perjudica a las economías locales y no desplaza a la cabra montés».

La ciencia no avala esta sinrazón

Aunque las evidencias dejan entrever que se ha adaptado muy bien al entorno y se reproduce de manera eficaz, con tendencia a expandirse, no hay resultado científico que demuestre que es invasor y por lo tanto suponga un impedimento para la cabra montés ibérica. Al contrario, como ha demostrado un estudio de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Almería, llevado a cabo por el investigador Jorge Cassinello, asegura que la inclusión de las poblaciones peninsulares de arruí en el ‘Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras’, fue un error «que se debió a una mala interpretación por parte de los legisladores de la bibliografía científica al respecto».

¿Especie invasora?

No existen cifras oficiales de la especie en España. Sólo en Sierra Espuña, desde 1975, se han realizado censos. El último, de 2016, arrojaba entre 869 y 1.240 ejemplares. «En el resto de la región se han elaborado muestreos desde 2002, pero la metodología empleada no permite definir con suficiente precisión una horquilla que oscilaría entre 1.200 y 1.800 individuos», nos cuenta Sergio Eguía, gerente de Mendijob, empresa de gestión medioambiental contratada por la Administración. Este experto calcula que en Murcia su población total es de entre 2.000 y 3.000 arruís. Un animal que, desde su introducción, ha estado muy mimado por la Administración en comparación con el trato recibido por la cabra montés. Sin embargo, esta última ha sido más eficaz en su avance al serle más favorable la explotación de los recursos. «En los 80 pensamos que el conocido como muflón del Atlas, al provenir de situaciones y entornos duros, encontraría un paraíso en esta sierra y estimamos que poblaría 80 kilómetros cada década. Al principio fue así, pero frenó su expansión al encontrarse con otras especies, cerrando su núcleo en la zona centro y oeste de la región», asegura Eguía. De hecho, en los últimos años la población de monteses ha crecido más que la del protagonista de este artículo: «Un detalle curioso es que durante las sequías que suele sufrir Murcia tienen más facilidad para criar que los arruís: es más habilidosa a la hora de subsistir y ha sido capaz de colonizar más terreno que el arruí… y sin ayuda humana».
En 1950 la población de monteses de la región se reducía a tres rebaños; hoy su número ha aumentado notablemente. Por lo tanto, ¿le afecta realmente la presencia del arruí? Para Eguía «lo más coherente sería volver a catalogarlo únicamente como exótico; además, en África sus densidades se encuentran en una situación deplorable con tendencia a la desaparición. Los ejemplares de España pueden ser una reserva para evitar su extinción». Otro ejemplo de que no debe considerarse especie invasora es que, según este experto, en Murcia existen sierras colonizadas sólo por arruís donde ahora conviven con cabras monteses; sin embargo, no se ha producido el caso inverso, sino que éstas iniciaron un proceso de desplazamiento del primero hacia el sur.

«Prohibir su caza supone dejar de ingresar 135.000 euros al año»

Pedro Martínez.

Pedro Martínez, presidente de la sociedad de cazadores de Totana, echa cuentas. En Sierra Espuña se había convertido en un recurso cinegético que atraía a cazadores de Europa y que generaba unos ingresos importantes para este entorno. «Al año se concedían unos 150 permisos para cazar en la sierra; si se multiplica por los 700 euros que costaba cada uno, son 105.000 euros. A esto hay que sumar la venta de cerca de 30 trofeos, que podía alcanzar los 30.000 euros. Parte de estos ingresos estaban destinados a subsanar los daños generados por la fauna salvaje a la agricultura», nos cuenta el presidente de la sociedad de Totana, para quien erradicar esta especie es algo «casi imposible pues no sólo habitan en la reserva, también en los cotos de alrededor, algunos privados. Se calcula que son más de 700 arruís los que habitan en las 20.000 hectáreas formadas por este parque y sus terrenos adyacentes. El Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de este enclave había establecido su población ideal en un máximo de 300 ejemplares».

«El arruí suponía la mitad de nuestros ingresos anuales»

Fernando Méndez.

Fernando Méndez ha tenido que cerrar su hotel tras la prohibición de su caza. Dentro del parque, en los términos de Totana, Mula y Alhama, existen seis hoteles destinados en época de invierno exclusivamente al alojamiento de cazadores que se han visto directamente afectados por la catalogación del arruí como especie invasora. El Hotel Monasterio de Santa Eulalia, en Totana, se vio obligado a echar el cierre el pasado año debido, entre otros factores, al cierre de la caza de este animal. «El arruí era el único aliciente para que nuestro negocio pudiera seguir abierto, ya que significaba cerca del 50% de los ingresos anuales y nos permitía sobrevivir los meses de temporada baja», se lamenta Fernando Méndez, el que era su director. «Este animal es una joya cinegética, gastronómica y turística de nuestra comunidad que nos convertía en un destino en la agena de cazadores de Europa. Era un sello identificativo, al igual que la cabra montés en la Sierra de Gredos». 

«Está demostrado, es la cabra la que desplaza al arruí»

Jorge Cassinello.

Jorge Cassinello es uno de los científicos que mejor conoce y más ha estudiado a la especie. Hemos hablado con él y nos cuenta: «Hemos comparado el hábitat que prefiere el arruí con el de la cabra: el primero elige entornos poco boscosos y secos; la segunda, lugares con regímenes de lluvias más elevados y mayor boscosidad. Convive con el arruí y éste no la desplaza, sino a la inversa», afirma con rotundidad el mayor experto en la especie del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos. «Además, un punto muy importante a tener en cuenta es que la dieta del arruí se basa en herbáceos; la de la cabra, en matorrales. Por tanto, no habría una disputa directa por el alimento». Según Cassinello, la decisión del Tribunal Supremo se ha fundamentado en suposiciones sin suficientes datos sólidos: «Sólo se le debería considerar invasor en la isla de La Palma, pues los ecosistemas canarios no están preparados para este herbívoro; en la Península, donde no tenga un competidor, puede habitar sin que su presencia suponga un peligro para otras especies o el propio medio». 

Su futuro, en manos de los políticos

De momento, el arruí tendrá que seguir esperando la decisión de los políticos, quienes si no hacen nada al respecto, seguirá condenado a desaparecer dejando tras de sí daños irreparables.