Si eres un amante de la caza menor de cualquier especie, ya sea con perro o desde puesto fijo, esta herramienta óptica te interesa. Mi consejo es que aunque seas un cazador clásico no te cierres en banda. Este tipo de innovaciones son capaces de dejar con la boca abierta al tirador más veterano.

Suecia, hogar de la empresa óptica que fabrica el Aimpoint Micro S-1, es uno de esos países en los que la mayoría deberíamos fijarnos para tratar de parecernos a ellos. Son personas cultas, disciplinadas, muy cordiales en el trato y tremendamente hospitalarios.

La ciudad de Malmö era el punto de encuentro para 12 periodistas cinegéticos venidos de todos los rincones del planeta, una pequeña urbe pequeña de 280.000 habitantes, la tercera en importancia por detrás de Estocolmo y Goteburgo.

La fábrica de los sueños

Nuestro anfitrión fue Aimpoint. Esta empresa sueca es mundialmente conocida por sus visores de punto rojo y tiene su sede a las afueras de la ciudad. Allí nos recibieron Jonas Alderman y Sabine Eriksson, directores de la firma. También les acompañaban los representantes de 3M Peltor y de Norma/Ruag, Ken Johansson y Kay-Gregor Nahr, quienes tomaron posesión de la palabra para contar al grupo las características de sus productos. Después de una nórdica comida, pusimos rumbo a los campos de tiro de Börringe.

La idea era ajustar la escopeta con la que cazaríamos –una Beretta superpuesta modelo 690–  a nuestras dimensiones y tratar de hacernos cuanto antes a los disparos con punto rojo. He de reconocer que las primeras sensaciones fueron realmente extrañas. Como buen español, estoy acostumbrado a tirar de swing, apenas sin apuntar. Y eso es justo lo contrario de lo que hay que hacer con el Micro S-1. Poco a poco fui encontrando mi sitio y los platos rotos cada vez eran más. 

aimpoint s-1
© Aimpoint

Rough shooting con el Aimpoint Micro S-1

Así es como conocen los anglosajones a la manera de cazar en pequeños ganchos mezclados con manos de menor, y es justo lo que nos esperaba a la mañana siguiente. Los protagonistas serían los patos y los faisanes. A las 07:00 horas ya estábamos escuchando las directrices del guarda de la finca. Un sueco de 1,90 metros de altura absolutamente obsesionado con la seguridad. Sus indicaciones fueron claras: «Sólo se disparará contra el cielo en ángulo de 45 grados y hacia atrás. El que no lo cumpla, será expulsado». Con esta idea rondando nuestras cabezas nos dirigimos al primer ojeo.

A diferencia de las tiradas en España, aquí los puestos no tienen cobertura alguna. Simplemente marcan tu posición en el rastrojo, rodeando un monte. Al toque de corneta cargamos las armas y empezó la acción. Poco a poco las barras de patos iban apareciendo, levantadas por los batidores. Como es lógico, estábamos tan expuestos que nada más salir del monte nos veían, ascendiendo como cohetes hasta las nubes. Es ahí cuando pude apreciar las bondades del visor de Aimpoint. Sólo tenías que seguir la trayectoria de vuelo, adelantar el punto y apretar el gatillo para que el pato diera con sus plumas en el suelo. 14 azulones y un silbón fue mi resultados en los ojeos de la mañana.

© Aimpoint

Plumas multicolor

Suecia puede presumir de tener una de las poblaciones más estables de faisán salvaje de Europa y después de comer llegó su hora. La idea era la de hacer pequeños ganchos mezclados con manos por los campos de hortalizas. Su vuelo me sorprendió. Era mucho más fuerte de lo que esperaba, poniendo en jaque a las escopetas más experimentadas. Los perros empujaban a los bandos contra las posturas de forma ordenada. Fue precioso comprobar como aprenden a controlar sus instintos más básicos y respetan a las piezas que, a peón, avanzaban entre las retamas. De nuevo el Micro S-1 nos permitió bajar faisanes literalmente de las nubes.              

La tarde se nos echó encima cobrando los últimos faisanes y tuvimos que acelerar el paso si queríamos cumplir con el plan. Un ferry nos esperaba atracado en el puerto de Landskrona. Nuestra siguiente parada era la Isla de Ven, ubicada en pleno Mar Báltico. De camino al barco, Jonas nos contaba lo tremendamente exclusiva que era esta cacería de liebres. Tanto era así que en el último momento apareció Lennart Ljungfelt, presidente de Aimpoint, para unirse al grupo. Nadie se lo quería perder.

© Aimpoint

La isla de la liebre y el faisán

Es el mejor título que se me ocurre para un lugar así. Este diminuto trozo de tierra alberga una de las mayores poblaciones de liebre europea del continente. ¿El motivo? La ausencia total de predadores. Allí campan a sus anchas entre los campos de patatas, poniendo en problemas a la agricultura local. El plan de caza era el siguiente: cinco batidas alrededor de las siembras y la condición única de sólo disparar hacia atrás o en un ángulo de seguridad absoluta.

Los puestos eran pacas de paja en medio del campo y desde el primer momento el tiroteo fue constante. Me sorprendió el tamaño de las liebres. Eran enormes, y dispararlas era como hacerlo sobre un cochinete en montería, por lo que seguirlas con el punto rojo era una tarea sencilla y muy entretenida. Es la primera vez que he cazado así. Las pantallas eran colocadas en forma de U, y los puestos de los laterales avanzaban con los batidores a su paso. Sin duda, ésta ha sido una de las experiencias de caza más enriquecedoras de mi vida, pues he podido conocer de primera mano formas de caza tradicionales que para mí eran desconocidas.

© Carlos Vignau
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