Por Juan M. Theureau de la Peña (Ingeniero de Montes)

Es preciso considerar no sólo la contribución del lobo a la biodiversidad y la salud de los ecosistemas sino (re)conocer también la indiscutible pero olvidada e importante contribución a la biodiversidad de la ganadería extensiva o semi-extensiva. Por lo tanto es preciso garantizar la existencia de personas en el medio rural que se dediquen a la ganadería y esfuerzos asociados (no solo a cargo del ganadero), de manera compatible con la necesaria conservación de las poblaciones de lobo.

Sin ganadería en áreas de lobo (sin ganado) es obvio que se perdería biodiversidad. Las personas que interactúan con el hábitat a favor de la conservación de pastizales, prados de siega… también contribuye a la biodiversidad. Perder elementos o factores del ecosistema (ganado o acciones a favor de la sostenibilidad y calidad de los pastos) es perder en biodiversidad.

Sin ganado no hay pastos y sin pastos el lobo se verá perjudicado

El lobo depreda sobre ungulados pero su verdadera ‘despensa’ la tiene en la cantidad y calidad de los pastos. Con el ganado se da lo que se denomina la «paradoja pastoral». No porque el ganado coma o dañe los pastos estos se degradan y desaparecen. Al contrario, al desaparecer un pastoreo ordenado (el fomento de modelos de aprovechamientos de pastos ya existentes o la ordenación de otros es una asignatura pendiente), el pasto de calidad (pastizales y prados) se degrada y desaparece (y su fauna asociada).

Ello no es un efecto inmediato, sucede poco a poco pero de manera imparable. Por lo tanto, si desaparece el ganado a largo plazo se mermarán también las posibilidades de alimento para los ungulados silvestres (no todas las especies son iguales) y bajará su densidad, lo que afectará al lobo. Obviamente la propia falta de ganado, allá donde más o menos ocasionalmente tuviera el lobo acceso a él (ganadería extensiva o semi-extensiva) también perjudicaría al lobo, pues también comía de él, y de no faltar hubiera seguido comiendo del ganado que quedase (los mismos ecologistas reconocen que seguirá comiendo de él al reclamar un sistema justo y rápido de pago de indemnizaciones).

Es preciso recordar que en algunas zonas el lobo sustenta su dieta en un 95% del ganado (hay casos y casos). Perder la ganadería sería un descalabro. Los lobos en esas situaciones extremas ¿qué harían?, pues habrá casos y casos.

El hombre cazador proporciona pirámides jóvenes de ungulados cinegéticos, que son los que le interesan al lobo

La ‘despensa’ del lobo también se encuentra en los ungulados silvestres, interesando al lobo no el número de ellos sino la capacidad productiva de ellos en carne accesible. Y ello depende no sólo de la calidad y cantidad de los pastos, si no también de la edad de la cabaña salvaje. Valga solo decir que un herbívoro adulto que come 100 unidades de pasto, apenas incorpora más peso a su cuerpo por mucho que coma (las hembras son otro caso), mientras que dos jóvenes machos que comen la mitad, sí incorporan peso (carne) a su cuerpo.

Explicado de otra manera: si el escalón trófico inferior (los pastos) son limitados para los ungulados, es mejor que alimente antes a jóvenes (que lo transforman en más peso) que a adultos (no ganan peso) si se trata de proveer de alimento al depredador. Al lobo le interesan pirámides de edades cuyo coeficiente de transformación de pasto a carne sea lo mayor posible, es decir: jóvenes. Esas son, a su vez, las más prolíficas.

Curiosamente, el hombre cazador y el lobo no suelen competir en la práctica por las mismas piezas de caza, me refiero a edad de la pieza, y lo que en principio puede considerarse una competencia (compiten por proveerse de piezas de ungulados silvestres) desde el punto de vista de la ecología no lo es, o al menos no lo es tanto.

Por muy extraño que parezca, la ecología nos enseña que el hombre cazador de ungulados se beneficia del lobo y el lobo se beneficia del hombre cazador de ungulados. Esta cuestión esencial, ha sido olvidada en las decisiones sobre caza en Parques Nacionales y si en verdad se quiere hacer buenos planes de conservación de lobo, debe replantearse la reciente prohibición, en ellos, de caza ordenada de ungulados. El ejemplo de la “simbiosis” entre la caza de ungulados silvestres y las poblaciones de lobo, está en la Sierra de la Culebra.

No olvidemos la ecología (largo plazo), ni la realidad

Perder tanto al lobo como a la ganadería sería un fracaso en materia de conservación de la biodiversidad. La pérdida de la ganadería comportaría otros fracasos añadidos. Hay que trabajar bajo la premisa de la conservación de las poblaciones de lobo (el lobo no puede ser perseguido como antaño) pero hay que reconocer también el papel de la ganadería en la biodiversidad y del potencial, a favor del lobo, de acciones bien normalizadas y propias de las personas del medio rural (que interaccionan con el hábitat) como la caza ordenada de ungulados.

No sólo estamos ante un caso de compatibilización de lobos-ganadería, estamos ante un conflicto social cuyas técnicas para su resolución también deben ser atendidas (hay expertos en dicha materia). Son diversas las manifestaciones en ese sentido, como la realizada por Isabeau Ottolini (Universitá Oberta de Catalunya), y Pablo Manzano (University of Helsinki) en su artículo Mediar entre humanos para conservar lobos publicado el pasado 3 de febrero: «Es fundamental alertar sobre las graves tensiones relacionadas con proteger especies desde arriba (enfoque top-down). Tales tensiones pueden perjudicar a su conservación. Además, también pueden afectar a los humanos con los que coexisten».

Nota : Este artículo es un extracto de las ideas del documento trasladado por el autor al Ministerio de Transición Ecológica, dentro del periodo abierto de exposición pública de la orden en trámite, relativa a la supresión de la condición cinegética del lobo al norte del Duero.