La caza del corzo (Capreolus capreolus) está siempre ligada a la primavera, pero cuando la escarcha lo cubre todo, las hembras vuelven a cobrar importancia, con una magia similar a la del clásico cuento de La corza blanca de Gustavo Adolfo Bécquer.

Con la llegada del invierno las diferentes comunidades autónomas ofrecen a los cazadores la posibilidad de salir a cazar hembras como medida de gestión cinegética.  Una forma emocionante, entretenida y muy digna de cuidar los corzos de tu coto y llevar a casa un poco de carne de primera. Lo primero que debes conocer es que su gestación dura casi todo el año, lo que complica saber si las hembras están preñadas en esta época. No hay forma de dar con hembras sin crías salvo si son menores de dos años, ya que hasta entonces no entran en celo. Si la densidad es equilibrada y está cerca de su capacidad de carga ideal, cazaremos aquellas de menos de dos años que poco van a contribuir al crecimiento de la población. Si nuestra intención es reducir un exceso de individuos o están causando daños, entonces cazaremos las adultas.

¿Cómo distingo a las corzas de los machos?

Cazaremos de forma muy pausada para poder seleccionar correctamente los ejemplares a abatir. En enero podemos encontrar todavía ejemplares jóvenes que no han desarrollado la cuerna y cometer el error de confundirlos con una hembra. A pesar de la ligera diferencia de tamaño entre ambos géneros no existe dimorfismo sexual, únicamente con la edad los machos engrosan sus cuartos delanteros y el cuello adquiriendo una morfología trapezoidal, mientras que las hembras presentan una morfología inversa, ensanchando ligeramente su tercio posterior, relacionado con el comportamiento maternal. La mejor manera de distinguirlos es por detrás, ya que ellas poseen un pincel o penacho vulvar que las hace perfectamente reconocibles incluso a largas distancias.

Los prismáticos son una ayuda indispensable para localizar y seleccionar a la corza indicada. © Ángel Vidal

¿Por qué no hacerlo en primavera? Sencillo. En esta época las corzas están a punto de parir, recién paridas o con crías de pocas semanas de vida. La muerte de la madre en este período lleva consigo que las crías, generalmente gemelas, queden huérfanas y mueran de inanición. No puedes fiarte de las corzas solitarias, ya que los corcinos permanecen largos periodos de tiempo ocultos entre la vegetación; es su forma de defensa ante los predadores. Además, si decidieras hacerlo en abril, sería complejo diferenciar la corza preñada de la que no lo está. Es una caza de invierno. 

El último rececho del año

Con el 2020 llegando a su fin, me desplacé hasta una finca de la provincia de Guadalajara con el objetivo de abatir una corza. Castilla-La Mancha ofrece esta posibilidad desde el 1 de diciembre, a diferencia de otras que suelen emitir los precintos a partir del mes de enero. Las poblaciones de este ungulado en la zona no sólo son estables, sino que, además, el número de ejemplares hembra es muy superior al recomendado, así que los gestores se afanan en colocar todos los precintos en favor de los machos de las primaveras futuras. Como he dicho antes, no es la caza más atractiva sobre el papel, pero se trata de  una magnífica oportunidad para cazar el solitario, probar equipamiento nuevo de cara a la temporada de primavera y, sobre todo, ayudar a los corzos de la zona.

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El autor de este artículo cargando su Heym de cerrojo, un arma idónea para la ocasión.
© Ángel Vidal

Aunque es cierto que en invierno pueden localizarse casi a cualquier hora del día, pensé que con la lluvia de la noche anterior los corzos saldrían a secarse aprovechando los primeros rayos de sol. El coto es un verdadero paraíso para estos animales. Cuenta con hectáreas y hectáreas de terrenos de labor, trigos, cebadas, colzas… todas ellas guarecidas por un espeso monte de carrascas, encinas y jaras de las apretadas. La mezcla de ambos factores, alimento y refugio, hace de esta zona de Guadalajara una de las mejores para el desarrollo de las poblaciones de corzo, donde todas las temporadas se consiguen cobrar auténticos monstruos.

Mi objetivo era abatir una corza y con ese propósito me lancé al monte. Mi elección para este rececho fue un rifle de cerrojo marca Heym en calibre .308 Winchester alimentado con balas RWS con punta KS de 138 grains. En cuanto a la óptica, monté sobre su cañón un visor Swarovski Z6 2-12×50, tremendamente luminoso, y eché mano de mis prismáticos habituales, unos Konus 8×42 que en relación-calidad precio es de lo mejor que del mercado. Unos binoculares que puedes encontrar a un precio sin competencia con una de las suscripciones de esta revista y que sin duda recomiendo encarecidamente.

Objetivo: corza

Empezaba a clarear el día y ya estaba pisando monte. Empecé a caminar por el borde de una siembra de trigo con un monte de chaparras y en la primera asomada descubrí tres corzas mordisqueando los primeros brotes, pero antes de que pudiera ojearlas con los prismáticos el aire cambió y me descubrieron, poniendo tierra de por medio. Pasaban los minutos y no encontraba la hembra deseada. Tan sólo algunos machos recién desmogados me mantenían en tensión. Llegué a una asomada querenciosa en la que siempre dan la cara varios ejemplares.

Y allí, debajo de una chaparra solitaria en medio de un sembrado, una corza se protegía de la tímida lluvia que caía en ese momento. Me acerqué hasta 140 metros y esperé a que se levantara. Cuando se puso de pie monté el pelo –excesivamente sensible para mi gusto– y disparé. Incomprensiblemente el tiro se fue alto y la corza salió corriendo. Por suerte para mí y desgracia para ella, la curiosidad innata de esta especie le jugó una mala pasada. Al llegar al borde del monte se detuvo las décimas de segundo precisas para, ahora sí, colocar la bala en el codillo del animal. 

El disparo fue fulminante y dejó a la corza en el sitio, cumpliendo así con uno de los mandamientos que todos los cazadores debemos llevar al extremo: evitar el sufrimiento innecesario. Llegué hasta ella y se repitió la sensación que me invade cada vez que estoy cara a cara con un corzo: por un lado, me sentía feliz por haber cerrado con éxito la misión que me había llevado hasta Guadalajara, pero por otro, me entristecía haber acabado con la vida de un animal tan apasionante. 

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Independientemente del trofeo o del tamaño del animal abatido, siempre hay que tratarlo con el máximo respeto. © Ángel Vidal

Conservación y aprovechamiento

Ante esta diatriba, me reconforta aprovechar lo que el monte me ha ofrecido… Honrar el sacrificio de la pieza disfrutando de su saludable carne… Y siempre recordar que este tipo de cacerías repercute de forma positiva en el resto de la cabaña corcera de la zona.

Si estáis interesado en empezar en esta fantástica aventura del rececho de corzas en invierno, puedes echar un vistazo al vídeo que os dejamos a continuación. En él, el cazador Pedro Ampuero, explica de forma magistral todo lo que tienes que saber sobre la modalidad para que salgas al campo sin duda alguna. ¡Qué lo disfrutes!

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