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Fernando López Mirones – 9/8/2016 –
Constantemente se están lanzando en los medios mensajes interesados. Se trata de manipular al público diciéndole exactamente lo que quiere escuchar, lo que le hace sentir bien, el contenido repetido hasta la extenuación: estamos destrozando el planeta. ¿Es falso? No lo es, tal aseveración es cierta, pero vamos un poco más allá. ¿Los que repiten una y otra vez este tópico están autorizados para ello? ¿Son solventes científicamente? ¿Viven de decir siempre lo mismo? ¿Se benefician de que todo vaya a peor? Resulta que el despotrique medio ambiental ha creado una nueva casta de divulgadores falsos, indoctos y maniqueos que se han aprendido de memoria dos mensajes que no dejan de repetir lucrándose con ello. ¿Hay algo que luzca más que una medalla de ecoguerrero? No. El problema es que defender una causa justa con mentiras, verdades a medias y tergiversaciones acaba por volverse en contra de la propia idea que se pretendía sostener.
Decir que todo va mal siempre, que los humanos somos peores que el resto de los animales, que nadie debería pescar, ni cazar, ni comer carne, etc, se ha convertido en la moda más nefasta para la conservación de la naturaleza del siglo XXI. Y paso a explicar por qué. Las constantes injusticias verbales y las ocultaciones de información positiva crean un sentimiento de frustración, soledad y desaliento en aquellos que, precisamente, están haciendo un esfuerzo por mejorar la sostenibilidad de sus actividades. Me refiero al pescador que cumple las leyes, al que suelta al animal, al dueño del coto que lo mima, al cazador respetuoso. A ellos y muchos otros, que son la auténtica solución para el medio ambiente, no sólo no se los apoya sino que se les mete en el mismo saco que a los furtivos y desalmados que no respetan nada. Entonces se crean dos bandos irreconciliables. Caza sí, caza no. Toros sí, toros no. Pesca sí, pesca no. El peor de los escenarios. ¿Y qué hacemos los que creemos en el dominio de los grises, la verdad científica y la autocrítica necesaria? Sufrir ataques por ambos lados.
Miren, yo soy biólogo especializado en zoología y me dedico desde hace 20 años a escribir y dirigir películas documentales de naturaleza y antropología. Soy autor de unos 130 documentales por todo el mundo, entre ellos las primeras producciones de National Geographic, BBC o Terra Mater realizadas por españoles. Pues bien –y discúlpenme el auto bombo, pero era necesario–, sé, he comprobado y he visto en varios continentes que la caza y la pesca bien reguladas son instrumentos de conservación imprescindibles para el medio ambiente. ¿Se imaginan el ataque que sufro por decir esto? El problema es que, a menudo, son los propios hijos de estas personas que ejercen su actividad responsablemente los que los presionan, porque en el colegio o a través de Internet o la televisión han caído en las garras de los que dicen ser divulgadores cuando son, en realidad, vulgarizadores. Por eso estoy aquí, por eso quiero romper mi lanza por los honestos, que son la mayoría. No os avergoncéis ante nadie por cazar y pescar, enseñadle a vuestros hijos este artículo. Vuestra actividad ayuda a que lo salvaje siga viviendo. Un aullido.