Su nombre es Poveda Espinosa Gómez, es cazadora y el lance que a continuación vamos a contar, ocurrido en la Sierra de Ávila es, sin duda, una de esas jornadas que le va a costar mucho olvidar. El otro protagonista de esta destacada escena de caza es un ejemplar de corzo que va a formar parte de sus grandes logros.

«Llegó abril y, con ello, los ansiados permisos para poder cazar el ‘Pequeño duende’», ha comenzado narrando Poveda. «Este año la suerte quiso que nos tocara pronto el derecho a poder cazarlo, ya que en los cotos sociales los precintos suelen ser rotativos entre los socios», ha explicado.

Un corzo contrarreloj

Se trataba de un lance de gran dificultad puesto que, además de ser «un cazadero cerrado con mucho bosque y maleza», como ella misma ha detallado, tan solo disponían de un día para tratar de dar caza al animal.

«Sin duda», ha asegurado la cazadora, «el trabajo previo es fundamental. Controlar, vigilar las zonas y conocer el terreno es indispensable para tener ciertas garantías el día del rececho. No obstante, la suerte juega otro papel determinante, ya que el clima, viento o incluso los caprichos del corzo pueden hacer que ese día le de por no dejarse ver», ha destacado respecto a lo que le esperaba en esa jornada.

Sin embargo, no todo iban a ser malas noticias. Durante los días previos, pudieron localizar y controlar «dos bonitos machos que cada día acudían a su cita».

«Llegó el día», hablando del pasado 13 de abril, «sonó el despertador, dormí poco porque mi cabeza no había parado de dar vueltas prácticamente toda la noche, visualizando miles de lances», ha reconocido Poveda. «Rumbo al cazadero», ha continuado narrando, «iba amaneciendo e íbamos hablando de cómo entraríamos al monte ya que, aunque no hacía mucho viento, entraba en contra de como lo tuvimos los días previos».

La cazadora durante el rececho. © P. E.

Después de ver a una «preciosa corza» en unos prados, siguieron con su camino hasta llegar al «monte más cerrado». «Nos adentramos muy despacio y por una senda vimos un bonito macho que no cumplía con lo que buscábamos. Rápidamente nos descubrió y emprendió su huida monte arriba mientras se paraba a ladrarnos alertando nuestra presencia», ha destacado.

Un lance preparado «a conciencia durante semanas»

«Seguimos nuestro camino y, entrando en una zona muy sucia, otra hembra nos vio antes que nosotros a ella y, de nuevo, otro concierto de ladridos avisaba de que estábamos por allí», ha afirmado la cazadora.

Tras todo esto, Poveda y sus compañeros decidieron irse a comer y descansar para volver por la tarde. «Las opciones se habían reducido considerablemente, pero aún nos quedaba una zona que, aunque muy difícil de cazar, mi intuición me decía que habría suerte, o eso quería pensar», ha admitido en cuanto a ese segundo intento.

Fue al llegar a unos prados cuando, de repente, sintió unas pisadas entre las hojas. «Nos paramos y, aunque no le veía, no me moví. La tensión era máxima, podía ser él y solo tener una oportunidad. Otro zapateo y yo cada vez más tensa, sentía el corazón latir a mil», ha recordado con todo detalle.

© P.E.G.

«Apenas unos segundos después, que parecieron eternos, apareció de frente a mí. Vi que era macho, pero no le veía bien para valorar, la cuerna era muy oscura y entre los arboles no había mucha claridad. Andaba un poco, paraba, restregaba su cuerna contra una rama y seguía su camino, no me explicaba cómo no me veía», ha seguido narrando Poveda.

De un momento a otro, finalmente pudo ver que se trataba de ese animal que habían estado controlando durante semanas. «Aguanté un poco más para que se girara y, aunque no paraba quieto, lo metí en el visor pero sin poder apoyar el rifle. Respiré hondo y, en el momento que lo vi claro, apreté el gatillo, dejándolo tumbado sobre sus patas», ha expresado sobre el momento en el que logró abatirlo.

© P.E.G.

Para Poveda, esta escena fue un lance «maravilloso» que prepararon «a conciencia durante semanas». «Nos costó dar con él y la tensión que aguanté en el momento de verle, intentando hacerme invisible, fue una experiencia increíble que acabó felizmente, gracias también a que la suerte quiso estar de nuestro lado», ha concluido la cazadora.


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La mejor historia de caza de corzo puede llevarse unos prismáticos Burris Droptine y un arnés Beretta

El lance que acabamos de narrar es uno de los participantes en el concurso que desde Jara y Sedal hemos lanzado en colaboración con Beretta Benelli Ibérica (BBI). La mejor historia puede llevarse unos magníficos prismáticos Burris Droptine Droptine 10×42, así como un arnés de Beretta.

Quienes quieran optar a este premio pueden hacerlo fácilmente enviando un email a info@revistajaraysedal.es, o bien un mensaje privado a cualquiera de nuestras redes sociales contándonos tu mejor historia de corzos, además de adjuntar las fotos de ese día, tu número de teléfono y seguir en Instagram el perfil de Jara y Sedal (@jaraysedal.es) y el de BBI (@beretta_benelli_iberica).